Por: Pablo Rojas Robledo
Miguel Mazzeo, es un escritor y un militante
popular argentino. También es profesor en la Universidad de Buenos Aires (UBA)
y en la Universidad de Lanús (UNLa), y Doctor en Ciencias Sociales por la
Universidad de Buenos Aires y Profesor de Historia (Facultad de Filosofìa y
Letras, UBA). Autor de varios libros publicados en Argentina, Chile, Perú y
Venezuela; entre otros se destacan: ¿Que (no) hacer? apuntes para una crítica
de los regímenes emancipatorios; Introducción al Poder Popular. (El sueño de
una cosa); Poder Popular y Nación; El socialismo enraizado: José Carlos
Mariátegui: vigencia de su concepto de socialismo práctico; El hereje. Apuntes sobre John William Cooke.
Nos solicita expresamente: -Por favor, no pongas
que soy historiador o especialista en algo.
Dice que por honestidad intelectual prefiere
definirse como escritor o ensayista, o mejor, “militante que escribe”, o como
“un tipo que aspira al alcanzar la altura de un educador popular”. Dice también
que tardó mucho en asumirse como un intelectual. Pero que ya está resignado y
lo acepta. Aunque se sienta obligado a recurrir a un abanico amplio de
adjetivos para explicar esa condición.
En un encuentro reciente en la Ciudad de Buenos
Aires (diciembre de 2016), pudimos conversar largo rato sobre diversos temas,
en un clima descontracturado al que seguramente contribuyeron las cervezas
compartidas.
Mazzeo tiene una rara forma de ejercer la
incorrección política. Lo hace con sobriedad y con una pose casi sociológica,
lejos de toda actitud extravagante, sin aspavientos, sin jactancia.
Pablo Rojas Robledo: ¿Cual es tu balance después
de un año de gobierno de Mauricio Macri y la coalición Cambiemos?
Miguel Mazzeo: El gobierno de Macri y Cambiemos
es, lisa y llanamente, el gobierno de las grandes corporaciones
transnacionales, del capital financiero y de la burguesía terrateniente.
Vinieron a establecer una “ceo-cracia” en Argentina y a poner al Estado por
debajo de la condición de capitalista colectivo. Es un gobierno que busca
colocar al Estado en función del interés particular de los grupos más
concentrados y poderosos en contra de cualquier iniciativa que se acerque a
algo parecido al interés común. El interés común para el gobierno consiste en
la beneficencia, la caridad, el voluntariado. Entonces, es el gobierno de los
CEO y las ONGs. Su triunfo en las elecciones presidenciales de 2015 fue una pésima
señal. Puede verse como la expresión de un deterioro general de la conciencia
social. Significó un gran retroceso para el pueblo argentino. Bajó el piso en
todos los órdenes. Permite, por ejemplo, que en la actualidad se idealice un
Estado capitalista “normal”, no colonizado al ciento por ciento por las
corporaciones; que se ansíe un capitalismo distributivo, una gestión más o
menos progresista del ciclo. Por lo tanto, ni hablar de cambios radicales.
¡Todos y todas a reclamar el derecho a respirar en la república burguesa! Cada
vez estamos lejos de nuestras posibilidades como pueblo, más separados de
nuestra potencia.
Los que quieren convertir al país en un gran
negocio no hacen más que embellecer al capitalismo piadoso, inclusivo…
convertirlo en una especie de paraíso perdido.
Otras políticas exhiben la pertenencia de la
coalición de gobierno a la tradición reaccionaria argentina. Su política
exterior no hace más que causar vergüenza a cualquier argentino o argentina con
algo de dignidad y un poco de información no contaminada. Lo que ha ocurrido
con Venezuela es un claro ejemplo.
Pero, además, son ineficaces. Porque no es lo
mismo administrar un Estado que una empresa o porque conjugan voracidad con
incompetencia. Como sea, los resultados cada vez son más evidentes. Como decía
un amigo: el gobierno y una parte del Estado están en manos de una horda de
chetos y tilingos egresados de colegios y universidades privadas con un
absoluto desconocimiento del país, del pueblo y sus problemas.
El gobierno, además, está preso de una
contradicción irresoluble: avanzar en políticas regresivas y antipopulares y
evitar el conflicto social. La derecha en general está presa de esta
contradicción. Ocurre que es una derecha que dice estar preocupada por las
necesidades de la gente (ellos dicen así: la gente) al tiempo que impulsa las
políticas de mercado más salvajes. Por cierto, los sectores más impiadosos, los
más duros, critican al gobierno por derecha, porque dicen que no ha ido a fondo
con el ajuste, porque mantiene alto el nivel de gasto público y porque ha
conservado algunas políticas asistencialistas. Esos sectores quieren bajar el
costo laboral argentino y, entre otras cosas, apuestan a la apertura
indiscriminada de las importaciones y al desempleo. El gobierno va en esa
dirección, pero con un gradualismo que no acepta la gran burguesía local, la
llamada oligarquía diversificada, junto con los sectores vinculados al capital
financiero.
Por otro lado, el macrismo y Cambiemos en
general se caracterizan por la oquedad de su relato y su patetismo, por su
indigencia en materia de ideas. No es casual que los globos se hayan erigido en
símbolo. Por su parte, la Unión Cívica Radical aporta su republicanismo
insustancial, que a esta altura, más que un respeto por las formas, es un
respeto por los “buenos modales”. Como comportarse en la mesa sin apoyar los
codos, sin eructar y sin limpiarse los mocos. Son unas verdaderas momias.
En fin, no hay ninguna perspectiva de que
propongan un pensamiento osado y generoso en algún plano de la realidad.
PRR: ¿Y el Frente Renovador de Sergio Massa?
MM: Es evidente que el establishment se apresta
a erigir a Sergio Massa en alternativa de recambio. Tiene todas las fichas. Una
alternativa que, por ahora, cuenta con la posibilidad de asimilar a sectores
del peronismo y del sindicalismo burocrático. Esa alternativa, tal vez, pueda
ofrecerle a las clases dominantes más destreza hegemónica. Pero tendrá que
lidiar con la figura de Cristina Fernández de Kirchner, que sigue siendo fuerte
y tiene la capacidad de capitalizar una buena parte del descontento generado
por las políticas del macrismo y Cambiemos.
PRR: En relación al kirchnerismo, ¿Tu crees que
podrá recomponerse después de los casos de corrupción que han salido a la luz?
MM: Veamos… yo creo que la política
convencional, la política burguesa es estructuralmente corrupta. Corrupta por
su propia naturaleza y sus lógicas inherentes. Además desde que entendí de qué
trata la plusvalía, la corrupción “administrativa”, la falta de “ética” de los
funcionarios públicos, me parece un tema derivado, lo que se llama un
epifenómeno. Entonces, trato que el árbol no me tape el bosque. Que el pequeño
negociado no me oculte el gran negocio.
Eso sí, es evidente que hay un ensañamiento de
la derecha y los grandes medios de desinformación contra ex funcionarios,
contra la ex presidente, contra Milagro Sala, por ejemplo. Yo no estoy de
acuerdo con muchas prácticas de Milagro Sala pero, en todo caso, prefiero
discutirlo con ella en libertad. ¿Se entiende? Expresado en lenguaje maoísta
podríamos decir: es otro plano de la contradicción, no es la contradicción
principal.
Te decía: la política burguesa es
estructuralmente corrupta, agrego: cuando más a la derecha, cuanto más
intensamente burguesa, más corrupta. La política de Macri es corrupta en lo
general: endeudamiento externo, pago a los fondos buitres, el blanqueo de
capitales, ajuste brutal, transferencia de recursos a los sectores
concentrados, más todo lo que te comentaba antes. La deuda en sí misma es una
fuente inagotable de corrupción. Un gran negocio para los bancos y otros
intermediarios que cobran suculentas comisiones por destruir a la nación y
hambrear al pueblo.
Pero la política burguesa también es corrupta en
el “detalle”: las sociedades off shore en Panamá, las generosas “donaciones”
recibidas por la Vicepresidente de la Nación, el mundo de las fundaciones
privadas y un largo etcétera. Además, no podemos olvidar que la corrupción del
krichnerismo, en buena medida, está vinculada a la obra pública e involucra
directamente a socios de Macri como Nicki Caputo y Angelo Calcaterra. Del mismo
modo, muchos de los que se beneficiaron con el dólar a futuro, están vinculados
al actual gobierno. Al lado de estos tipos, Lázaro Báez es casi la Madre Teresa
de Calcuta. Claro, en una sociedad donde predomina la lógica del espectáculo
tiene más impacto un ex funcionario lumpen, un sujeto despreciable que arroja
bolsones de plata al interior de un convento, que una política global basada en
el endeudamiento externo, el pago a los fondos buitres, el blanqueo de
capitales, el ajuste brutal, la transferencia de recursos a los sectores
concentrados, etcétera, etcétera, etcétera.
Yendo al meollo de tu pregunta: yo creo que el
kirchnerismo tiene chances de recomponerse, de sumar aliados que podríamos
llamar “neo-kirchneristas”, de alinear a buena parte del peronismo, y de ser
opción de poder nuevamente. Este es mi punto de vista, aunque muchos de mis
compañeros y muchas de mis compañeras no están de acuerdo conmigo.
PRR: En un nivel muy general ¿Cómo
caracterizarías la situación política de los sectores populares y progresistas
en la argentina? ¿Cuáles serían a tu criterio los espacios y proyectos en
pugna?
MM: Existe Un espacio dizque nacional popular,
tibio, papal. Podríamos llamarlo para-kirchnerista. Por ahora sin mucha
Cristina y sin la organización “La Campora”. Pero… ¿quién sabe si en corto
plazo no será con ambos en un gran frente anti-macrista?
Este es un espacio absolutamente a-crítico de la
democracia delegativa-representativa. Es más, es cultor de todos sus fetiches.
Allí te podés encontrar con compañeros y compañeras que consideran a PODEMOS de
España como una referencia política, casi como un oráculo, y a Iñigo Errejón
como un “cuadrazo”. Esto lo digo con mucho respeto por esos compañeros y esas
compañeras, y también por Errejón, pero la verdad me parece de una candidez
enorme. Me parece una posición política naïf. Sobre todo si, al mismo tiempo,
se pretende refundar un proyecto socialista. Demasiado poco para un horizonte
tan ambicioso. Todo indica que no se asumen las implicancias de ese horizonte.
No hay lugar para Don Quijote, el modelo político es Sancho Panza. ¡Qué mal que
estamos!
Por supuesto, rescato a buena parte de la
militancia de base de estos espacios, pero lamento su escasa incidencia en el
trazado de las líneas políticas principales. Me inquieta la mezquindad política
de sus principales referentes y me preocupa el nivel de conciencia política de
sus activistas. Veo a una parte importante de una generación militante que, por
ahora, no cuestiona los sistemas de legitimación de las clases dominantes, que
se adaptan a ellos. Veo un grado importante de conformismo, y hasta un cierto
despotismo de lo superficial.
Cuando me pongo extremadamente pesimista pienso
que sus principales referentes se mueven sólo por cierta voracidad
institucional o presionados por mandatos de clase que los obligan a obtener
algún “éxito” en tiempos individuales que, como bien sabemos, no coinciden con
los tiempos de los pueblos. Entonces, lo que es realmente importante de cara a
un proyecto emancipador pasa a ser parafernalia, adorno, artificio. Y lo
accesorio se convierte en estratégico. De ahí la mística impostada, el
deterioro ético que es proporcional al realismo de corto plazo. Pienso que por
cuatro cargos de morondanga en alguna lista de una alianza pseudo progresista
van a desilusionar a miles de pibes y pibas que se sumaron a militar con las
inquietudes más sanas y las mejores intenciones. Los y las van a condenar a morirse
vírgenes de auténtica rebeldía. Pero pienso en estas cosas eso sólo cuando me
pongo extremadamente pesimista. Cosa que no ocurre muy a menudo. Me refiero al
grado extremo.
Lo que sí pienso más seguido es que un proyecto
emancipador no necesita tanto de los políticos profesionales, menos en este
tiempo histórico que nos toca vivir. Necesita imperiosamente lo que Enrique
Dussell llama políticos críticos: luchadores y luchadoras populares; dirigentes
sociales, territoriales, sindicales, campesinos, estudiantiles; comunicadores y
comunicadoras, educadores y educadoras populares y otras categorías por el
estilo, ecologistas, feministas… Políticos críticos o intelectuales orgánicos,
que es más o menos lo mismo. Tal vez en algún momento los políticos profesionales
sean un mal necesario. No estoy tan seguro de que alguna vez podamos prescindir
de esa especie. Sólo aspiro a que su intervención mediadora se dé en el marco
de otras relaciones sociales de fuerzas, pero dudo que los políticos de
superestructura logren modificarlas apareciendo seguido en los grandes medios
de desinformación o desde algún espacio institucional marginal.
Retomo el hilo de la respuesta. Dentro de este
espacio existen importantes movimientos sociales, me refiero a sindicatos y
organizaciones territoriales. Pero considero que las organizaciones más
desarrolladas están priorizando lógicas verticales, de fortalecimiento del
aparato, buscan consolidarse como elite mediadora entre los pobres y el Estado.
Por eso hoy se presentan como garantes de la gobernabilidad. Creo que hay
muchos dirigentes y empleados y pocos voceros. Una especie de “vandorismo de
pobres”. Te aclaro que Vandorismo viene de Augusto Vandor, poderoso dirigente
que fue un emblema de la burocracia sindical argentina en la década del 60.
Luego está la izquierda que siempre es igual a
sí misma. La vieja izquierda, envasada en partidos o en otros formatos.
Relativamente desarraigada, sectaria, anodina. Con su media lengua
revolucionaria. Con su conciencia crítica anestesiada por su tendencia a
aferrarse a sus viejas estructuras ideológicas dogmáticas. Fijate que dije
“relativamente desarraigada”, porque considero que el aporte de esta izquierda
al desarrollo de corrientes sindicales combativas y antiburocráticas, ha sido
muy importante, muy valioso. Aunque arrastre viejas taras y también sea, a su
modo, conformista.
Con solo escuchar o leer lo que han dicho en
torno a la muerte de Fidel alcanza para reafirmar su carácter absolutamente
contingente respecto de los procesos históricos populares, plebeyos. Y no estoy
hablando de eludir la crítica a la Revolución Cubana.
Finalmente existe otra izquierda más rebelde e
inadaptada, que posee potencia emancipatoria, pero está fragmentada, ha perdido
autoestima, carece de la confianza necesaria, se encuentra tironeada por las
dos alternativas de las que te hablé antes y también ha estado y está expuesta
al conformismo. Porque el conformismo a veces va de la mano de la incapacidad
de desarrollar una gran política, o si preferís, una política de masas,
apelando a un lenguaje un poco viejo. Al mismo tiempo esta izquierda, por lo
menos en Argentina, debe lidiar con aparatos políticos, sindicales y
territoriales más consolidados a la hora de desarrollar el tipo de inserción
social que mejor se aviene a sus fundamentos ideológicos, a sus horizontes
políticos y su perfil militante.
Pero yo creo que sólo de este espacio puede
salir algo que nos entusiasme y nos apasione, esto es, que plantee realmente un
proyecto emancipador, antiimperialista, anticapitalista, antipatrialcal,
etcétera; que sea la expresión de la nación clandestina; que encuentre el
adjetivo que nos coloque por fuera del orden establecido. Es más, confío en que
pueda influir en los otros espacios donde las bases son, digamos, de “izquierda
natural”, de “izquierda práctica”, para contrarrestarles las cargas
reformistas, burocráticas o sectarias y para sacarlas del pantano del
pragmatismo de una elite política apurada por ocupar espacios de poder
institucional.
PRR: ¿Que opinas del crecimiento de la derecha a
nivel mundial? Podríamos tomar como referencia el triunfo de Donald Trump en
los Estados Unidos.
MM: Más allá de las cuestiones geopolíticas, y
de otras tantas que desconozco, yo creo que hay que hablar de un avance de una
nueva forma de fascismo, un neo-fascismo. Una forma que tiene mucho de las
formas clásicas pero que ahora es mucho peor. El viejo fascismo doctrinario
permanece como expresión de minorías, aunque encuentre en este contexto
histórico un ecosistema cada vez más propicio. El fascismo que debería
preocuparnos es el fascismo que promueve el mercado. Porque ya está claro que
el mercado ha comenzado a asumir abiertamente su incompatibilidad con la
democracia, incluso con la democracia en dosis bajísimas y formales, su incompatibilidad
con la naturaleza y la belleza, su incompatibilidad con la vida misma. En
realidad, viene profundizando esa incompatibilidad que ha estado presente desde
los orígenes del sistema capitalista.
A diferencia del fascismo clásico, el neo-fascismo
no se puede reducir a un fenómeno de pequeños burgueses asustados o confundidos
por un avance popular, aunque esto último, sin dudas, lo exacerba.
El neo-fascismo propone vender y comprar todo,
por eso, a diferencia de los fascismos clásicos, no invoca patria, religión,
nada. A todo lo que se resiste a ser vendido y comprado le responde con la
guerra.
La trilogía sería: neoliberalismo, neofascismo,
neocanibalismo.
Se trata de un neo-fascismo que inocula el
mercado y que arraiga en amplios sectores de la sociedad. Sus personeros son
las grandes corporaciones que están dispuestas a arrasar con los seres humanos
y la naturaleza, también los grandes medios de desinformación que son la capa
emergente de una internacional de la derecha y del neo-fascismo. Pero el
neo-fascismo opera sobre un colchón social a-crítico, inconsciente, constituido
por sociedades de espectadores y consumidores pasivos que el propio
neo-fascismo se encarga de reproducir. Y como el neo-fascismo también exacerba
la oscuridad, el miedo a la muerte, entonces hay seres humanos que se
auto-esclavizan o se mueren de miedo a la muerte.
PRR: ¿Cuáles serían para ti los signos más
visibles del avance del neo-fascismo?
MM: Hay muchos signos evidentes del avance de
este neo-fascismo. Habría que fundar un observatorio del fascismo societal
promedio [Risas]. Determinar que variables (conductas, prácticas, etc.) medir y
establecer algunos índices. Desde la violencia contra las mujeres a la
prepotencia del capital financiero, desde la violencia de los automovilistas al
sadismo de los gerentes de las multinacionales y los narcotraficantes, desde
los linchamientos a las guerras llamadas preventivas, desde el bulliyng a las
políticas represivas en relación a los pobres y la contrainsurgencia, desde la pérdida
de códigos en los barrios populares a la absoluta falta de ética de las clases
dirigentes y buena parte de los políticos profesionales…. Sin obviar el
incremento del grado de imbecilidad de los turistas [Risas].
El neo-fascismo se caracteriza por hacer que los
seres humanos desarrollen su voluntad de odio. Es la estrategia del odio
permanente. Es una estrategia que te succiona toda la humanidad. Y la bomba de
succión la maneja el mercado.
El neo-fascismo es ese tipo en Miami celebrando
la muerte de Fidel con una remera con el rostro del genocida Jorge Rafael
Videla. O el núcleo duro de la oposición anti-chavista en Venezuela. Sí claro,
eso es indiscutible. Pero el neo-fascismo es, básicamente, un modo de
producción de verdugos y, al mismo tiempo, de víctimas, en todos los planos y
grados imaginables. Un modo de producción de olvido, silencio, humillación
desprecio por el otro/la otra, deprecio por lo colectivo, en fin: miedo y
muerte.
Claro está, existen espacios de resistencia,
ámbitos colectivos contenedores y afectuosos, donde la vida se expande. Allí se
gestan nuevos códigos, que debemos aprender a reconocer y en los que debemos
empezar a reconocernos.
PRR: Hablemos un poco sobre los intelectuales…
¿cuál es tu posición sobre el sobre el rol de los intelectuales?, me refiero
específicamente al rol político.
MM: En primera instancia uno tiende a pensar que
los intelectuales de la derecha carecen de capacidad de hegemónica, porque su
relato es de un anacronismo y una superficialidad increíble y porque además su
proyecto no tiene costados de integración de capas sociales subalternas, es un
proyecto lisa y llanamente depredador. Pero a veces me pregunto, horrorizado,
si no cabe pensar en nuevas hegemonías basadas directamente en disvalores. Esto
de que el odio colonice el sentido común. Tal vez el sistema desarrolle una
destreza hegemónica basada en su propia monstruosidad. En ciertos planos, eso
ya viene ocurriendo.
Como sea, lo que queda claro es que han sido
eficaces en el corto plazo.
Hablo de los intelectuales en sentido gramsciano
y detengo la mirada en la TV, en la radio, en los grandes diarios, en las redes
sociales. Hablo del enorme poder de los medios de desinformación como
generadores de un sentido común reaccionario e impiadoso. Han logrado disfrazar
el odio con la ropa de la libertad de expresión.
Por ejemplo, aquí, en Argentina, Jorge Lanata
puede ser considerado un intelectual orgánico de las corporaciones, de la
derecha. Bueno…. más que un intelectual “orgánico” Lanata sería un intelectual
“transgénico” [Risas].
Pero no tiene sentido centrarse en la persona de
Lanata. Lamentablemente abundan los personajes como él. Hablo de Lanata como
expresión de una estrategia comunicativa vendedora de mentiras, de mierda… que
se desplaza de la ironía al desprecio por la humanidad; en fin, la expresión de
la voluntad de odio a la que hacía referencia. Esos tipos han traicionado a la
vida, no pueden entenderla y no saben respetarla. Lo han hecho por dinero, por
egocentrismo, por idiotez moral, tal vez por todo eso junto. No lo sé.
Luego noto que, en una capa de intelectuales,
existe una gran capacidad de amoldarse al nivel de “progresismo promedio” como
una forma de cotizar sus saberes técnicos. Me refiero a cotizarlos material y
simbólicamente, a la posibilidad de ser contratados y/o reconocidos.
Existe una corrección política progresista
standard que apela a lo nacional popular, a la democracia, pero que ya es
absolutamente insuficiente para mantener alerta a la conciencia. No obliga a
exponer el cuerpo, a exponerse.
Ese “progresismo promedio” les puede garantizar
a los intelectuales cargos públicos y/o prensa. Claro, los expone a ciertos
vaivenes. Por ejemplo, del Estado (cuando asoman gobiernos progresistas) a los
movimientos sociales y a las organizaciones populares (cuando adquieren
protagonismo histórico y gobierna la derecha) o la inversa. Tiendo a pensar, de
todos modos, que fuera del Estado, la conciencia se les sacude un poco. Pero no
demasiado. No lo suficiente para dejar de lado el interés por la acumulación de
capital curricular o prestigio. No lo suficiente para desarrollar una auténtica
pasión intelectual.
Una auténtica pasión intelectual no contempla
modas; corre el riesgo del ostracismo, el silencio, la soledad, la
indiferencia, y hasta la incomprensión y el olvido, pero de ningún modo los
vive como una frustración. Porque es una pasión y punto. No se padecen las
pasiones.
Respecto del rol de los intelectuales críticos…
Me parece que no hay mucho que inventar al respecto. Y nosotros no estamos para
inventar la pólvora o el agua tibia. En todo caso, lo nuevo que puede decirse
se vincula a la sutileza cada vez mayor de los mecanismos de integración de los
intelectuales desarrollados por el sistema de dominación. En concreto, se
pueden aportar análisis de procesos asociados al transformismo.
Yo sigo pensando que el rol del intelectual
crítico (y ético) es desnudar la burguesía y al poder (al poder de verdad).
Ponerla en pelotas en medio de calle, desprovista de todo concepto, y que el
pueblo pueda verla tal como es: cruel, impiadosa, psicópata. Se trata de
sacarle las máscaras a la burguesía y de crearle una intemperie. Al mismo
tiempo creo que el intelectual crítico (y ético) debe desarrollar alguna
interioridad respecto de alguna comunidad popular concreta, aunque sea pequeña
y modesta. Sistematizar sus prácticas, deducir los saberes y valores no
enajenantes implícitos y celebrar los explícitos. También aportar a la
construcción de lenguajes que les permitan a los pueblos constituirse como
sujetos históricos y entenderse como colectivos capaces de edificar un orden
justo e igualitario y una civilización profundamente humana. Sin esta vocación
de los y las de abajo, la burguesía podría pasearse en pelotas tranquilamente
por los siglos de los siglos y terminaría convirtiendo su aberración en sentido
común o utopía. Aclaro que se trata simplemente de una metáfora, no quiero
ofender a los nudistas de buena voluntad y, nunca dicho más literalmente, de
carne y hueso [Risas]. Claro está, en paralelo hay que denunciar los mitos
enajenantes que, lamentablemente, son muchos y se reproducen como hongos
después de la lluvia.
No creo que los intelectuales puedan hacer mucho
más. Y me incluyo, claro. No hay que sobredimensionar el papel de los
intelectuales, salvo que se incluya en esa categoría a los poetas. A los poetas
de verdad, escriban o no. Esos que logran instalarse en la memoria rebelde de
los pueblos. No a los que escriben versitos y arman juegos de palabras
ingeniosos.
Eso sería más que suficiente. Sería una forma de
acercarse al terreno de la praxis y salir un poco del campo especulativo y
burocrático de la academia, el Estado o las organizaciones sindicales y
políticas convencionales… También una forma de exponer un poco más el cuero.
PRR: En tu último libro, El hereje, apuntes
sobre John William Cooke, vuelves sobre los pasos de esa figura emblemática de
los años 60, un precursor de la izquierda peronista… ¿Por qué hablar de Cooke
en el 2016?
MM: Siempre regreso a Cooke. Una y otra vez.
Busco claves para entender este país y el tiempo histórico que me tocó. Y, a
medida que pasan los años, siempre descubro claves nuevas. Cooke sigue siendo
importante, por ejemplo, para no idealizar la destreza pragmática del peronismo
y para darse cuenta que como materialidad concreta hace rato que no está en
condiciones da ofrecerle al conjunto del pueblo argentino un proyecto rebelde,
radical, transformador. Cooke, además, suministra elementos para una crítica al
populismo, desde una visión popular.
PRR: ¿Podrías explicar mejor esa contraposición
entre populismo y lo popular? Me resulta un tanto confusa. ¿Tú no coincides
acaso con los autores posmarxistas?
MM: Bueno… el término populismo, el concepto de
populismo, es muy ambiguo. Existe una definición de la derecha ultraliberal,
del estilo Miami o CNN, que considera que populismo es, lisa y llanamente, el
gasto público, la inversión estatal en desarrollo social y la redistribución
equitativa del ingreso, aunque esta sea redistribución secundaria del ingreso.
Para ese tipo de personas un poco de piedad ya es populismo.
Ahora se habla de un populismo cool. El
populismo puesto en práctica por la derecha liberal que debe garantizar
condiciones de gobernabilidad y que tiene que hacer algunas concesiones hacia abajo.
Luego, autores como Ernesto Laclau, ya
fallecido, y otros autores y autoras posmarxistas han resignificado
positivamente el concepto de populismo. También están quienes lo reivindican
por pura inversión simbólica. O sea, trastocan el sentido que le asigna la
derecha más troglodita. Este gesto es entendible, y hasta posee núcleos de buen
sentido, para usar una expresión gramsciana. Sobre todo por lo que rechaza, no
tanto por lo que afirma.
Por lo demás, yo no soy pos-marxista, ni
pos-nada. Detesto las modas “pos”, porque son solo eso, modas pasajeras. Y no
adhiero a ningún enfoque determinista, incluyendo el determinismo de los
símbolos.
En términos bien cookistas –ya que estamos con
Cooke– y en relación al populismo yo suelo plantear lo siguiente: si el
populismo es una estrategia para diluir los contenidos populares más radicales
en una totalidad que los incluye pero los subordina a través de significantes
flexibles, lo popular aspira a una totalidad pero con predominio de la clase
trabajadora y con subordinación de los contenidos burgueses. Si el populismo es
una estrategia de regulación de la lucha de clases, lo popular es una
estrategia de profundización de la lucha de clases. Si el populismo es una
estrategia de politización social limitada y controlada, en cuenta gotas, lo
popular es una estrategia que lleva al punto máximo esa polarización. Si el
populismo es una articulación interclasista, lo popular es una articulación
intraclasista.
Ocurre que muchas veces esta tensión entre lo
populista y lo popular atraviesa los procesos históricos populares que suelen
ser impuros y poco lineales. La Revolución Bolivariana de Venezuela es un
proceso atravesado por esta contradicción y su futuro depende de cómo se salde
la misma.
Como podrás apreciar, mi idea del populismo no
tiene nada que ver con la de la derecha y tampoco se puede emparentar a la de
los posmarxistas.
PRR: Algo más que quieras agregar…
MM: No. La verdad que no. Ya tomamos muchas
cervezas. Y puede que el grado de alcohol en palabra sea excesivo.
Fuente:
Resumen Latinoamericano