Por Fabián Escalante Font
por Iroel Sánchez
Según el refrán popular, conocer el pasado es
comprender el presente y prever el futuro, por ello, teniendo en cuenta las
perspectivas que se avecinan con una nueva administración norteamericana, se
hace necesario revisar las relaciones con el “vecino del norte” en los últimos
60 años y más allá de las pasiones existentes, calibrar las acciones y
proyecciones emprendidas por las distintas administraciones norteamericanas,
particularmente las del gobierno de Kennedy, que en sus postrimerías tanteó la
alternativa de un arreglo político con Cuba. Conocer cómo fueron sus pasos, qué
perseguían, cuáles eran sus objetivos a
mediano y largo plazo puede resultar de interés.
Probablemente en su administración, más que en
ninguna otra, se produjeron cambios dramáticos en sus posiciones hacia Cuba,
especialmente después de la conocida y aleccionadora “crisis de los misiles”
periodo donde sus proyecciones transitaron de una agresividad superlativa a una
política dual que se proponía, sin abjurar de sus pretensiones, acceder por
canales no oficiales y oficiosos al gobierno de la Isla para por vías políticas
obtener sus objetivos estratégicos.
Es interesante apuntar cómo en ese periodo el
presidente norteamericano transitó de un discurso y acción agresiva en extremo,
a posiciones serenas y reflexivas con relación a la paz mundial y a la
coexistencia entre las dos superpotencias. En el “caso” cubano, su política por
momentos puede dar la impresión de estar “secuestrada” y sujeta a otros
designios, lo que explicaría sus contradicciones y contramarchas.
En 1961, John Fitzgerald Kennedy había alcanzado
la presidencia de Estados Unidos, por un estrecho margen de votos, frente al
candidato republicano, Richard Nixon. Un hombre joven y formado por el
establishment norteamericano, traía nuevas ideas sobre el papel de Estados
Unidos en el mundo y sus relaciones con su contendiente principal, la URSS.
Jerarquizar el enfrentamiento ideológico sobre el tronar de los fusiles fue uno
de sus propósitos, por supuesto, sin abandonar las posiciones alcanzadas.
Una nueva relación con América Latina, por medio
de la modernización de sus estructuras –en muchos casos feudales- que afianzara
el capital norteamericano, e internamente la eliminación de la segregación
racial, el control del monopolio del acero, la lucha contra el crimen
organizado y la ultraderecha, la adecuación a los nuevos tiempos de la doctrina
militar y la modernización del papel hegemónico norteamericano a escala
mundial, fueron sus objetivos.
Se trataba de remozar al Imperio, adecuarlo a
los cambios que el desarrollo científico técnico había alcanzado, en suma,
colocar a Estados Unidos en una perspectiva preponderante de cara al siglo XXI.
En el escenario de la guerra fría, Estados
Unidos había priorizado a los países del denominado “tercer mundo” y la
estrategia de la Administración consistía en organizar junto a los aliados
tradicionales, un consenso para enfrentar esa realidad.
“Las guerras convencionales y las guerras
limitadas o la lucha guerrillera son desde 1945, la más activa y constante
amenaza al mundo libre (….) La seguridad del mundo libre no solo puede peligrar
por un ataque nuclear, sino también ser mordida lentamente en su periferia, no
importa nuestro poder estratégico, por fuerzas subversivas, infiltración,
intimidación, agresiones indirectas o encubiertas, revoluciones internas,
chantaje diplomático, guerra de guerrillas o una serie de guerras limitadas. En
esa área de las guerras locales, debemos contar inevitablemente con el apoyo de
otros pueblos y naciones que comparten nuestra preocupación”[1]
Kennedy había heredado de la administración
Eisenhower el proyecto de “Bahía de Cochinos” y con algunas reticencias dio luz
verde al mismo, que como se conoce devino en la primera derrota imperial no
solo en América, sino también en el mundo.
Así, pocos días después de la debacle de Girón,
en acto público Kennedy explicaba:
“Cualquier intervención unilateral
norteamericana, en ausencia de un ataque externo contra nosotros o un aliado,
sería contrario a nuestras tradiciones y a nuestras obligaciones
internacionales. Pero que quede claro que nuestra restricción no es inagotable.
Pudiera parecer que la doctrina interamericana de no intervención simplemente
permite o excusa una política inactiva, si las naciones de este hemisferio
fallan en cumplir sus acuerdos contra una penetración externa del comunismo,
entonces quiero establecer claramente, que este gobierno no dudará en asumir su
obligación fundamental, que es la seguridad de nuestra nación”[2]
En otra referencia al mismo asunto, volvió a
puntualizar sus ideas al respecto:
“Es fácil rechazar como de inspiración comunista
cualquier manifestación antigubernamental o antiamericana, cualquier
derrocamiento de un régimen corrupto, o cualquier protesta masiva contra la
miseria y la desigualdad. Estas no son todas inspiradas por los comunistas. El
comunismo se mueve para explotarlas, para infiltrar su liderazgo, subir en sus
crestas hacia la victoria. Pero el comunismo no creo las condiciones que la
causaron”[3]
La Alianza para el Progreso, un proyecto
político, económico y social para América Latina que contemplaba una inversión
de Estados Unidos por 20 mil millones de dólares en los siguientes diez años,
fue puesta en marcha. Preveía importantes reformas políticas, económicas y
sociales en el subcontinente y así neutralizar los efectos liberadores de la
Revolución cubana.
Sin embargo, los gobiernos locales, muchos de
ellos impuestos a la fuerza por los propios Estados Unidos, no supieron
comprender la importancia de las medidas que se planteaban y en algún sentido,
calificaron las mismas como un signo de debilidad frente a la ya potente
influencia de Cuba en la región. La oligarquía nativa se asustó y miró todo lo
que se decía con profunda desconfianza, a la vez que las transnacionales
norteamericanas devinieron en sus representantes en el Congreso, donde actuaron
para frenar las ideas y proyectos del nuevo gobierno norteamericano.
La doctrina de Kennedy era esencialmente
monroísta, solo que adecuada a los nuevos tiempos. Se trataba de liberalizar el
sistema imperante, dotarlo de un barniz democrático, para reforzar el papel
hegemónico de Estados Unidos por medio de nuevos instrumentos tales como
tratados económicos y políticos bilaterales,
modernizar las fuerzas armadas locales y dirigirlas hacia temas
policiales y represivos, en tanto, los ejércitos norteamericanos destacados en
la región serían los garantes de la seguridad e integridad latinoamericana.
“Debemos rechazar teorías simplistas de la vida internacional –afirmaba en la
Universidad de Berkeley, California- la teoría de que el poder americano es
ilimitado o que la misión norteamericana es rehacer el mundo a su imagen y
semejanza. Debemos tener la visión de un mundo libre y diverso y diseñar
nuestras políticas para acelerar el progreso hacia un orden social más
flexible”[4]
Algunos demócratas continentales confundieron el
discurso y pensaron que la lección de Bahía de Cochinos había sido asimilada.
Nada más lejos de la realidad. Pocos meses más tarde, el 30 de noviembre de
1961 Kennedy aprobaba un nuevo programa agresivo contra Cuba denominado
“Operación Mangosta”, que según la propia documentación desclasificada, en un
plazo de seis meses –marzo a octubre de 1962- pretendía derrocar al gobierno
revolucionario. Treinta y tres tareas contemplaban el operativo, que incluía
desde el bloqueo económico hasta la guerra bacteriológica, pasando por el
terrorismo, la guerra sicológica, los complots de asesinatos y el alistamiento
del teatro de operaciones militares, para en su momento, propinar el golpe
final. Solo en los primeros ocho meses de aquel año, se realizaron en Cuba
5,870 actos de sabotaje, asesinatos, y terror generalizado, mientras que en
veinte ocasiones se intentó asesinar a Fidel Castro, por todos los medios,
incluso mediante la utilización de los más sofisticados productos de la ciencia
y la tecnología provenientes de los laboratorios de la CIA.
Mangosta tuvo tres propósitos esenciales: a.-
sublevar a los cubanos y facilitar una intervención militar, para derrocar a su
gobierno. b.- ubicar el conflicto dentro del contexto de la guerra fría. c.-
alinear a los países del subcontinente al lado de USA.
Menos el primero, los dos restantes fueron
logrados. La crisis de los misiles en octubre de 1962, posibilitó a Estados
Unidos demostrar el peligro comunista en Latinoamérica, a pesar de que desde el
punto de vista operativo, fueron derrotados en su pretensión de deponer al gobierno
cubano.
La infraestructura creada para el proyecto
devino en la unidad subversiva más grande creada en tiempos de paz dentro del
territorio estadounidense, algo por cierto que contravenía la ley fundacional
de la CIA que le prohibía explícitamente actuar desde el territorio nacional.
La denominada JM/Wave contaba con una fuerza compuesta por 400 oficiales de
caso y 4,000 agentes de origen cubano, entrenados en subversión y terrorismo;
una red de 55 empresas de cobertura, entre ellas: inmobiliarias, navieras,
astilleros, almacenes, empresas de transportes aéreos y marítimos, talleres de
reparaciones, rentadoras de autos, bancos, encargados de pagos y otras
operaciones financieras, además, una poderosa armada aérea y naval, oficinas de
reclutamientos en la mayoría de los estados, etc. en los que habían invertido
casi 1000 millones de dólares, en fin, un ejército terrorista que en lo
adelante debía desatar la guerra “sucia” en Cuba.
Aun así, armados hasta los dientes, los cientos
o quizás miles de operativos ejecutados ese año, que tuvieron un alto costo en
vidas humanas y daños a la infraestructura socio económico, fracasaron, y al
final de la denominada “crisis de octubre” Mangosta fue desactivada por su
inoperancia.
Las fisuras políticas provocadas por la decisión
soviética de negociar la solución de la crisis por separado con Estados Unidos,
dejando fuera a Cuba, alcanzaron la luz pública. Ya para entonces, la
administración se sentía recuperada del fiasco de Girón y aunque no pudo
conseguir su objetivo fundamental por medio de “Mangosta”, a través de la
negociación política con la URSS había alcanzado un importante y trascendente
triunfo. Por tales razones, en 1963 la administración disolvió las estructuras
agresivas formadas y diseñó un nuevo grupo de trabajo en el Consejo de
Seguridad Nacional (CSN) a cargo del “asunto cubano”, al mando del fiscal
general Robert Kennedy.
Mac George Bundy, asesor de seguridad nacional,
propuso y fue aprobado por el CSN un nuevo proyecto para “resolver” el problema
cubano, que fue denominado: “la doble vía”, pues, flexibilizando sus
estrategias, pretendía utilizar no solo los mecanismos existentes: bloqueo,
aislamiento, terrorismo, guerra sicológica etc, sino también medidas políticas
destinadas a dividir al movimiento revolucionario en Cuba y profundizar las divergencias de ésta con la
URSS, intentando construir una nueva disidencia desde posiciones “revolucionarias”·
que pudiera erosionar a la Revolución, desde dentro, y que preveía incluso, bajo sus condiciones claro
está, iniciar negociaciones con la Isla, que no solo profundizara las
contradicciones internas, sino también “brindara la posibilidad de llegar a
algún arreglo con Castro”.[5]
Tales eran los ánimos en la administración, como
resultado de la victoria obtenida en la solución de la crisis de los misiles,
que en un discurso de entonces, el presiente Kennedy expuso:
“Los futuros historiadores, mirando atrás, a
1962, muy bien pudieran señalar este
año como el momento en que la corriente de la política internacional, comenzó
por fin a fluir, hacia el mundo de la
diversidad y la libertad. A continuación del lanzamiento del sputnik, en 1957,
la Unión soviética comenzó a
intensificar sus presiones contra el mundo no comunista…..Los pueblos de muchos
países comenzaron a aceptar la noción de que el comunismo era el inevitable
destino del ser humano….. 1962 frenó este proceso…. Y nada fue más importante
para desinflar la noción de la invencibilidad del comunismo que la respuesta
americana a las provocaciones soviéticas en Cuba”.[6]
Al unísono, mientras se hablaba públicamente de
paz, flexibilización, arreglos, diversidad, etc., el 7 de abril de 1963 -según
la información desclasificada- el Consejo de Seguridad Nacional analizó y
acordó el siguiente plan de acción con respecto a Cuba:
acumulación de inteligencia,
incrementar las acciones de guerra sicológica
fortalecimiento del bloqueo económico y político
identificar y establecer contactos con los elementos disidentes
potenciales dentro de Cuba.
estimular el sabotaje económico indirecto interno,
potenciar las operaciones de los grupos de misiones especiales de la
CIA, en el aniquilamiento del potencial industrial y energético del país.
incrementar las operaciones autónomas.
Días después el 3 de junio, El Grupo Especial
acordó que sería un esfuerzo útil explorar “las variadas posibilidades para
establecer canales de comunicación con Castro”, en dos palabras, expresaría
Bundy: “Kennedy estaba examinando la posibilidad de inclinarse a abrir una
brecha con Cuba, sacar a Castro del
abrazo soviético y quizás olvidarse de Bahía de Cochinos y hacer volver todo a
su estado normal”[7]
Siete días más tarde, Kennedy, en la Universidad
Americana pronunció un trascendente discurso sobre la paz y la guerra a escala
mundial, destacando entre otros argumentos los siguientes:
“En pocas palabras, tanto los Estados Unidos
como sus aliados, como la Unión Soviética y sus aliados, tienen un interés
profundo y mutuo en que exista una paz justa y genuina y en detener la carrera
armamentística. Los acuerdos en este sentido redundan en interés de la Unión
Soviética igual que en el nuestro. Podemos confiar en que incluso las naciones
más hostiles aceptarán y respetarán aquellas obligaciones de los tratados, y
únicamente aquellas obligaciones de los tratados, que redunden en su propio
interés.
"Así pues, no seamos ciegos a nuestras
diferencias, pero dirijamos también la atención a nuestros intereses comunes y
a los medios que nos pueden permitir resolver esas diferencias. Y aunque no
podamos poner fin ahora mismo a nuestras diferencias, al menos podremos ayudar
a que el mundo sea seguro para la diversidad. Porque el análisis final es el
siguiente: nuestro vínculo común más básico es que todos vivimos en este
pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire. Todos apreciamos el futuro de
nuestros hijos. Y todos somos mortales…….”
Probablemente aquellas declaraciones devinieron
en su sentencia de muerte, en tanto para el establishment como para el complejo
militar industrial financiero y congresional aquellos conceptos y novedosas
estrategias eran inaceptables a sus intereses guerreristas financieros y
hegemónicos.
Mientras, la CIA y los halcones a partir de las
experiencias adquiridas en la manipulación de los grupos CR, se percataron de
su relativa penetración por los servicios de seguridad cubanos y decidió
implementar lo que se dio en llamar las grandes y pequeñas redes de
inteligencia, abastecimiento y subversión, construidas sobre los restos de los
grupos contrarrevolucionarios. Varias de ellas tuvieron buen éxito, al menos
aquel año: la red organizada por la inteligencia española, desde su embajada en
la Habana buscaba inteligencia política; otra organizada desde la embajada
italiana tenía la misión de abastecer a
sus principales agentes que operaban dentro de la capital; la denominada “rat
line” que operaba en la central provincia de Villa Clara tenía entre sus
misiones abastecer a los grupos armados que operaban en el macizo montañoso del
Escambray, y la de “Polita” Grau y Alberto Cruz, dedicada a la obtención de
inteligencia y a urdir complots para asesinar a Fidel.
Una de las más peligrosas y eficientes de estas
redes lo fue la denominada “Frente Unido Occidental, FUO”, que logro
estructuras en el occidente de país a más de 1000 hombres para labores de
inteligencia, alzamiento y sabotaje. Organizó tres centros de comunicaciones
clandestinas y se mantuvo activo por casi dos años. Planeó y casi llegó a
ejecutar el ataque a los principales campamentos militares en Pinar del Rio y
realizó numerosos sabotajes al sistema eléctrico y contra importantes objetivos
económicos.
El programa de “guerra sicológica” avanzaba sin
grandes contratiempos. La VOA, Voz de América, había devenido en una estación
dirigida esencialmente contra Cuba, mientras que un aparato especialmente
formado, desde la JM Wave, dirigía campañas publicitarias anticubanas a escala
continental, mediante la utilización de todos los medios a su alcance, entre
ellos el cine, la TV, los periódicos y revistas locales, conferencistas para
universidades y otros escenarios etc. Incluso, se llegó a aprovechar el curso
de las corrientes del golfo de México, para hacer llegar propaganda impresa a
nuestras costas, cuando no era enviada
por globos aerostáticos.
El bloqueo político, económico y comercial se
arreció. Los medicamentos, las piezas de repuesto para la industria, los
alimentos, en fin todo lo que antes provenía de Estados Unidos y de Europa, fue
eliminada. Los barcos mercantes que tocaran puertos cubanos eran colocados en
una lista negra y tenían prohibido atracar en puertos norteamericanos. Las
exportaciones cubanas eran sistemáticamente saboteadas, cuando por alguna razón
los barcos que la transportaban llegaban a puerto extranjero. Incluso, varias
compras realizadas por el gobierno cubano, fueron saboteadas mientras se
dirigían a Cuba, al no poder frustrar la negociación en curso. Los principales
gobiernos latinoamericanos, presionados por Estados Unidos y con la excepción
de México, finalmente romperían sucesivamente las relaciones con Cuba,
completando así el aislamiento político, económico y cultural.
Dentro de Cuba, varios intentos para reorganizar
a la contrarrevolución fueron puestos en marcha, desde la JM. Wave.
Probablemente el más importante dirigido hacia el denominado Movimiento de
Recuperación Revolucionaria MRR, entonces dirigido por Luis David Rodríguez,
que había logrado formar un bloque o unidad contrarrevolucionaria, -la
Resistencia Cívica Anticomunista, RCA- que agrupó a los rezagos de los grupos
conspirativos que aún sobrevivían y restos de alzados en armas en el Escambray,
al mando de Tomás San Gil. El eje
central de sus planes era asesinar a Fidel durante un acto público, propiciar
un levantamiento armado en las principales provincias del país y provocar un ataque al enclave militar
norteamericano de Guantánamo, que sirviera de pretexto para una intervención de
ese país.
En el sabotaje interno la CIA llegó a planear
todo tipo de artilugio y mecanismo que directa o indirectamente afectara la
producción, la economía u otros medios vitales de los servicios públicos. Uno
de sus agentes, organizó una red para sabotear el transporte público a escala
nacional, al verter virutas de acero en los motores de los vehículos. Otras
acciones como roturas de maquinarias, daño a los neumáticos, fueron puesta en marcha, debidamente
ilustrada por medio de instrucciones detalladas en panfletos, que les hacían
llegar a sus colaboradores, utilizando principalmente la correspondencia
nacional.
Los grupos de misiones especiales (GME), o
comandos de infiltración para el sabotaje, abastecimiento y la subversión que
operaban desde la JM Wave, fueron
desarticulados cuando intentaban dinamitar las minas de cobre en la provincia
de Pinar del Rio. En su lugar la CIA,
formó los denominados comandos mambises, con su campamento
principal en las inmediaciones del lago
Porchartrain en Nueva Orleans. Las grandes embarcaciones o buques madres,
seguirían en su fondeadero de Miami, desde donde, puntualmente, según la
operación en curso, se trasladarían para recoger a los comandos y realizar las
acciones encomendadas.
Varios operativos fueron realizados con éxito,
entre los que se encontraron el ataque al puerto de Casilda y la agresión
perpetrada contra instalaciones portuarias de Santa Lucía en la occidental
provincia de Pinar del Rio. Adicionalmente realizaron 22 operaciones de sabotaje
aprobadas por el CNS, en su mayoría fracasadas por las medidas de seguridad
tomadas y participaron en 137 acciones terroristas contra objetivos costeros y
embarcaciones cubanas, además de las infiltraciones de armas y pertrechos de
guerra, que constantemente hacían para los grupos internos.
El 22 de octubre el buque REX, nave insignia de
la CIA, fue sorprendido, mientras realizaba
una importante infiltración de armas y pertrechos bélicos en la costa
sur de la provincia de Pinar del Rio.
La “joya de la corona” de esta guerra sucia
fueron sin dudas las denominadas operaciones autónomas: Estas consistieron en
un “invento” subversivo de nuevo tipo, que pretendía desviar el accionar de los
principales grupos CR controlados por la CIA fuera del territorio
norteamericano para así poder negar “plausiblemente” sus acciones. Aquí se puso
de manifiesto como quizás nunca antes, la política de doble rasero adoptada por
la administración norteamericana desde épocas pretéritas. El comité Church, que
en 1975 investigó a nombre del Congreso de Estados Unidos los complots de la
CIA para asesinar dirigentes políticos extranjeros definía la “negación
plausible, de la siguiente manera:
“el concepto original de la negación plausible
preveía realizar acciones encubiertas de una forma calculada para ocultar la
participación americana si las acciones fueran descubiertas. La doctrina era
por momentos una ilusión y en otros, un engaño (……) Cualquier teoría que
coloque a los funcionarios elegidos en la periferia del proceso de la toma de
decisiones, es una invitación al error, o un abandono de la responsabilidad y
una perversión del gobierno democrático. La doctrina es la antítesis de la
responsabilidad”(….)
Esta noción de la política exterior fue
complementada en el terreno operativo, con el diseño que en 1963 la CIA plasmó
en una normativa bautizada con el
eufemismo de “operaciones autónomas” que en su preámbulo instruía:
“las operaciones autónomas serán ejecutadas
exclusivamente por nacionales cubanos, motivados por la convicción de que para
desalojar al régimen debían actuar los cubanos de adentro y de afuera, en
consonancia. El esfuerzo, probablemente costará muchas vidas cubanas, que se
vuelve inaceptable para la conciencia de Estados Unidos… El gobierno
norteamericano debe estar preparado para negar públicamente cualquier
participación en este tipo de actos… Todas las operaciones autónomas serán
montadas fuera del territorio norteamericano…Después de entrar en relación con
un grupo, el representante de Estados Unidos debe dejar claro que el gobierno
no tiene intención de intervenir militarmente, excepto para enfrentar a los
soviéticos….Un experimentado oficial de la CIA será asignado para trabajar con
el grupo. Él dará la información general y los apoyos materiales necesarios. Él
debe influir, pero no controlar el curso de las operaciones”.
A partir de tales indicaciones las operaciones
autónomas se proyectaron en diferentes ángulos o vertientes de la estrategia
planeada. Entre sus objetivos se encontraron: La obstaculización del comercio
marítimo; la organización y estabilización de un “foco” guerrillero” interno;
las acciones contra objetivos costeros; el sabotaje o destrucción del potencial
industrial y energético cubano; los atentados contra Fidel Castro; la reorganización
de la contrarrevolución interna; la división del movimiento revolucionario; la
penetración en el ejército rebelde con fines diversionistas y la preparación de
un golpe de estado interno, que facilitara una acción definitiva de Estados
Unidos contra Cuba.
Varios comandos contrarrevolucionarios,
constituidos al amparo de estas “normas”, comenzar su actuar, entre ellos el de
Manuel Artime Buesa, quien desde
Nicaragua con el apoyo de su dictador Anastasio Somoza desarrollo la “II
Guerrilla Naval”, que tenía como misión obstaculizar y detener el comercio
naval hacia y desde Cuba, principalmente proveniente de los países socialistas,
por medio del ataque y destrucción de sus naves. Según participantes de ese
proyecto[8],
“a ese grupo se integraron unos 500 hombres,
contando con dos bases y un centro de comunicaciones, en Nicaragua, un almacén
de armas en Costa Rica y oficinas en Miami, donde radicaba la jefatura.
Llegaron a disponer de dos buques madres de 250 pies de eslora, una docena de
lanchas rápidas de desembarco, con motores silenciosos, un avión C-47, dos
avionetas Cesna y un hidroavión, 200 toneladas de armas y un sofisticado
sistema de comunicaciones que incluía el contacto permanente con la CIA. En dos
años y medio de operaciones costaron a la CIA alrededor de 7 millones de
dólares”.
La administración seleccionó a Manuel Ray
Rivero, un ex ministro del primer gobierno revolucionario cubano para construir
una nueva organización en el exterior, la Junta Revolucionaria en el Exilio,
JURE, que uniera a los grupos CR más “razonables” y menos intransigentes en la
búsqueda de una solución pacífica al “asunto cubano”, que estratégicamente
debía devenir en el momento adecuando, instrumento en las negociaciones que se
proyectaban con Cuba. Sería una exigencia de Estados Unidos para que los
cubanos aceptaran como representante del exilio a una organización opositora de
corte socialdemócrata en un eventual gobierno “reconciliación nacional” en la
Isla.
Otro proyecto, el liderado por Enrique Ruiz
Williams, ex mercenario de Girón, se puso en marcha aliado a los líderes
contrarrevolucionarios Eloy Gutiérrez
Menoyo y Antonio Veciana Blanch y su grupo Alfa 66, el cual se proponía
organizar un destacamento armado en Santo Domingo para en su momento,
desembarcar por las costas de Baracoa en la provincia de Oriente para
desarrollar allí la lucha de guerrillas.
El denominado Directorio Revolucionario
Estudiantil, DRE una típica operación autónoma de la CIA, desde su formación en
1961 se unió a los empeños ya descritos. Sus misiones estaban relacionadas con
dos vertientes: La terrorista, mediante ataques comandos a las costas habaneras
principalmente con fines publicitarios, destinados a darle protagonismo público
y la otra, una cuidadosa campaña publicitaria y de guerra sicológica, destinada
a subvertir la imagen de la revolución cubana en los medios estudiantiles del
continente americano.
Mientras, las contradicciones existentes entre
el exilio y la CIA con el proyecto dual gubernamental de la doble vía, hizo
nacer la Junta de Gobierno Cubana en el Exilio, JGCE, una formación que debía
reunir a los grupos más recalcitrantes del exilio y el sindicato del crimen
organizado, la Mafia. Estos sujetos encabezados por el ex presidente Carlos
Prio pretendían capitalizar al exilio, -aquel que no aceptaba el JURE, ni
medias tintas-, en la solución del “caso cubano”. Decían contar con un presupuesto de 50 millones de dólares
entregados por el “sindicato”, para derrocar al gobierno cubano y recobrar sus
antiguos casinos de juego en la Habana. Lo cierto es, que posteriormente, tras
el asesinato de JFK, investigadores de la comisión Warren y luego del comité
Selecto de la Cámara de Representantes, lo vinculó con señales y amenazas
contra la vida del presidente, demostrando que la vida orgánica de la JGCE duró
el tiempo que media entre mayo y noviembre de 1963. Con la muerte e Kennedy, el
mismo desapareció misteriosamente.
Entre los “afiliados” más activos de la JGCE se
encontraban el Movimiento de Recuperación Revolucionaria Insurreccional, MIRR
de Orlando Bosh y Posada Carriles; el Movimiento Nacionalista Cubano, MNC de
los hermanos Novo Sampol, Comandos L de Antonio Cuesta y otros más, que tenían
como misión esencial atacar y aterrorizar a las instalaciones y funcionarios
cubanos en países extranjeros.
Nuevas reuniones del CNS el 19 de junio
presidida por Robert Kennedy evaluaron los objetivos de la administración en su
guerra contra Cuba, al tiempo que aprobaba 24 grandes sabotajes dentro de la
Isla. Los aspectos priorizados fueron: 1.- incrementar las operaciones
autónomas (antes descriptas). 2.- fortalecer el desarrollo de las operaciones
Am/Truck y Am/Lash (golpe militar y de estado en Cuba.). 3.- incrementar el
bloqueo económico y multilateral. 4.- acrecentar el aislamiento político de
Cuba en el continente y fuera del mismo. 5.- priorizar el asesinato de Fidel,
6.- ampliar los objetivos y fines de la guerra sicológica: (calumniar
internacionalmente al proyecto revolucionario,
desacreditar a las FAR, romper la alianza con la URSS, aislar a Cuba, agudizar las contradicciones
políticas entre las organizaciones revolucionarias.) 7.- explorar
conversaciones de paz, que desde posiciones ventajosas resolvieran el diferendo
existente y aparata a Cuba del bloque
soviético.
En octubre, según la información desclasificada
por el gobierno de Estados Unidos sobre este asunto, el Presidente, a
sugerencia del CSN aprobó 9 sabotajes a
grandes instalaciones energéticas y productivas en el interior de Cuba.
Las operaciones Am-Truck y Am-Lash estaban
dirigidas contra las FAR y las ORI (organizaciones revolucionarias integradas)
a los fines de captar y reclutar adeptos en el ejército y los mandos políticos
para un eventual golpe de estado dentro del país, asesinado a Fidel como paso
previo a ello.
Para esos fines el 29 de octubre Desmond
Fitzgerald jefe de la CIA a cargo de Cuba, se entrevistó en Paris, Francia, con
su veterano agente el excomandante Rolando Cubela Secades (Am/Lash) quien había
sido jefe militar del Directorio Revolucionario durante la insurrección contra
Batista y luego presidente de la FEU a quien le propuso, en unión con el ex
comandante Ramón Güin Díaz (Am/Truck) el asesinato de Fidel y el golpe militar
con las fuerzas que ambos decían tener para tales empeños. Se acordó que de
resultar exitoso el golpe podía contar con el apoyo y respaldo del Gobierno de
Estados Unidos.
En las discusiones de Paris para puntualizar los
planes de asesinato a Fidel Castro, Cubela exigió a Fitzgerald una confirmación
de la anuencia presidencial al proyecto golpista y solicitó la inclusión en un
discurso de Kennedy de la siguiente idea: “una banda de conspiradores se
apoderó de la Revolución cubana y la entregó al imperio ruso”.
Pocos días más tarde el 18 de noviembre, en la
Sociedad Internacional de Prensa en la ciudad de Miami, el Presidente expresaba
en un discurso, “es un hecho que una pequeña banda de conspiradores han
despojado al pueblo cubano de su libertad y entregado la independencia y
soberanía de la Nación cubana a fuerzas más allá del Hemisferio”. Cubela en
Paris acompañado de su oficial de caso, tuvo noticias del discurso y ratifico
su disposición para continuar el complot golpista y homicida.
Un análisis del panorama político operativo de
entonces nos mostraba dos estrategias bien definidas, la de la CIA y sus
aliados de la Mafia y el exilio que operaban libre y agresivamente sin control
alguno, que tenía como finalidad
-mediante una guerra sin cuartel- provocar un conflicto político-militar que
obligara al gobierno norteamericano a intervenir militarmente en la solución
definitiva del “asunto cubano”, y el de la administración Kennedy caracterizada
por golpes selectivos contra Cuba, para destruir su potencial energético e
industrial; el bloqueo, las presiones políticas y económicas, mientras que
actuaba decididamente contra las acciones independientes de la CIA y el exilio
cubano, a los fines de poder controlar y dirigir la política hacia la Isla.
Dentro de la estrategia kennediana, se destacó
una nueva vertiente. En los inicios de 1963 habían comenzado delicadas e
importantes conversaciones sobre las relaciones Estados Unidos y Cuba entre el
abogado James Donovan, responsable de las negociaciones que liberaron a los
mercenarios capturados en Girón y el Comandante René Vallejo, ayudante de Fidel
Castro. Más tarde en abril la periodista Lisa Howard de la cadena
norteamericana ABC News después de una entrevista a Fidel confeccionó un
extenso artículo publicado en Nueva York en el cual daba cuenta de la
disposición del líder revolucionario para normalizar las relaciones entre ambos
países.
Meses después, en septiembre y en aquella misma
ciudad sede de la ONU, la Howard propició un encuentro entre los embajadores
Carlos Lechuga de Cuba y William Atwood de Estados Unidos, quienes conversaron
sobre una eventual normalización de las relaciones entre ambos países quedando
éste último en comentar la posición cubana al fiscal general Robert Kennedy,
con el cual tenía una reunión pautada para esos días, ocasión que aprovechó
para solicitar autorización de continuar los contactos, recibiendo la anuencia
para ello, pero con la advertencia que debía extremar la secretividad de ellos.
Fue en aquellos días, según Atwood, que informando de tales eventos al
secretario de estado Dean Rusk, de paso por la ciudad, este le confirmó que su
departamento nada tenía que ver con la política hacia Cuba, pues esta estaba en manos exclusivas de la CIA.
El 24 de octubre, Jean Daniel, periodista
francés de paso por Nueva York rumbo a Cuba con el propósito de entrevistar a
Fidel Castro, a sugerencia y mediación de Atwood se reunió con el presidente
Kennedy quien le solicito que en la planeada entrevista, indagara las opiniones
del líder cubano sobre el desenlace y lecciones de la crisis de los misiles y
cuáles eran sus opiniones con respecto a Estados Unidos. Le explicó que a su
regreso de Cuba, se reuniera nuevamente con él para intercambiar opiniones del
viaje y conocer sus impresiones, pero lamentablemente el presidente sería
asesinado pocos días después, el 22 de noviembre, en Dallas, Texas.
Como antes se expresó, pareciera que la política
de Estados Unidos estaba secuestrada. Por un lado, una agresión que ese año
alcanzó niveles insospechados, mientras que por otro, se realizaron acciones
concretas por parte de Kennedy para explorar caminos de paz y arreglos
políticos con Cuba. ¿Acaso todo aquello era una muestra más de la política de
doble rasero del Imperio norteamericano?. ¿Acaso la política hacia Cuba del
presidente estaba relacionada con una nueva perspectiva pacifica, la misma
expuesta en su discurso de la Universidad Americana?. En realidad nunca
tendremos respuestas a esas interrogantes, pues Kennedy fue asesinado, “más allá
de la duda razonable” por sus políticas internas y externas, particularmente
aquellas relacionadas con la paz y el desarme mundial y la posición que en los
últimos tiempos asumió hacia Cuba.
[1] “special
message to the congress on the defense budget, march 28 1961, en public papers
of de Presidents of the Unite Stated, ed. Cit. pp 229-240
[2] Address
before the American Society of Newspaper Editors, april 20 1961, Puplic Papers
of the President of the United State, ed pag. 304.
[3] Radio al TV
Report to the American People on Returning from Europe, jun 6 1961, en Public
Papers of The President of the United State, ed. Cit, p, 445.
[4] Address in
Berkeley at the Univerisity of California, march 23 1962, Public Papers of de
Presindent of de United States, pag. 266
[5] Proyecto de la doble vía.
[6] Foreword en
Public Papers of President of the United States, United States Government
Printing Office, Washington Enero 1963 pp V y VI
[7] William Atwood, embajador alterno de Estados
Unidos en la ONU.
Fuente: La Pupila Insomne