Los pueblos originarios reclaman por sus derechos arrasados.
Por Darío Aranda
El dato surge de una investigación de la ong Oxfam. En Argentina, el 1 por ciento concentra el 36 por ciento de la tierra.
El 1 por ciento de las estancias más grandes de
América Latina acapara la mitad de la tierra agrícola y el 80 por ciento de las
fincas cuentan con solo el 13 por ciento del territorio. “América latina es la
región del mundo más desigual en la distribución de la tierra”, asegura una
reciente investigación de la ONG internacional Oxfam. En Argentina, el 1 por
ciento de las estancias más grandes concentra el 36 por ciento de la tierra. La
injusta distribución tiene directa relación con el avance minero, petrolero,
agronegocio y forestal. “El extractivismo ha dado lugar a una crisis de
derechos humanos en la región, amenaza derechos y libertades fundamentales”,
alerta Oxfam.
“Desterrados: tierra, poder y desigualdad en
América Latina”, es el nombre de la investigación que, en base a datos
oficiales, analiza la situación de todos los países de la región. Colombia es
el país más desigual en el reparto de la tierra. El 0,4 por ciento de las
explotaciones agropecuarias domina el 68 por ciento de la tierra del país.
Sigue Perú, donde el 77 por ciento de la tierra
está en manos del 1 por ciento de estancias. Le siguen Chile (74 por ciento) y
Paraguay (71). En Bolivia el 1 por ciento de las chacras maneja el 66 por
ciento de la tierra, y en México el 56 por ciento. En Brasil, el 44 por ciento
del territorio agrícola es para el 1 por ciento de las fincas. En Argentina, el
36 por ciento está en manos de esa mínima porción de estancieros y pooles de
siembra.
“La extrema desigualdad en el acceso y control
de la tierra es una de las causas de los niveles intolerables de pobreza. Sin
políticas que aborden este reto (la tierra) no será posible reducir la
desigualdad económica y social”, afirma la investigación de Oxfam e interpela
la concentración de tierra en pocas manos: “Es un orden social arraigado y más
cercano al feudalismo que a una democracia moderna”.
La investigación, de cien páginas y con extensa
bibliografía de referencia, vincula claramente la extrema desigualdad al modelo
de explotación de recursos naturales. “El extractivismo se ha hecho con el
territorio”, resume la investigación y advierte que tanto gobiernos de
izquierda como derecha han optado por favorecer la explotación petrolera,
minera, forestal y el agronegocio. “La explotación minera y petrolera se
aceleró a partir del 2000. La nueva oleada fue atraída por reformas
estructurales que desprotegían los territorios comunales y relajaban los
controles medioambientales”, explica. Entre los numerosos ejemplos, cita la
situación de Colombia, que en 2002 contaba con un millón de hectáreas en
concesión minera y en 2015 ya era de 5,7 millones de hectáreas (el cinco por
ciento del territorio nacional).
Precisa que la soja, la palma de aceite y la
caña de azúcar tuvieron una “expansión sin precedentes en las últimas dos
décadas”. En el apartado “geopolítica de la soja”, destaca que los gobiernos
“han impuesto un modelo de organización territorial a la medida de las
necesidades de transnacionales”. En base a datos de 2014, precisa los datos del
monocultivo: el 68 por ciento del territorio cultivado de Paraguay tiene soja,
le siguen Argentina (49), Uruguay (45), Brasil (37) y Bolivia (30 por ciento).
“Los cincos países conforman lo que se conoce como ‘repúblicas unidas de la
soja’, producen más de la mitad de la soja del mundo”, detalla Oxfam.
Las pequeñas explotaciones agropecuarias son
mayoría, pero tiene muy poca tierra. En Colombia, el 84 por ciento de las
fincas ocupa solo el cuatro por ciento de la superficie agrícola. Paraguay es
otra mala referencia: el 91 por ciento de las chacras cuenta con sólo el seis
por ciento de la tierra. En Argentina, el 83 por ciento de las explotaciones
agropecuarias tiene sólo el 13 por ciento del territorio.
“La tierra se encuentra cada vez más concentrada
en menos manos y sometida a un modelo de extracción y explotación de los
recursos naturales que, si bien ha ayudado a crecer a las economías de la
región, también ha acentuado la desigualdad. Los beneficios de este modelo
extractivista se concentran en manos de unas élites”, resume la investigación.
El informe llama a una “urgente y necesaria nueva distribución de la tierra en
América latina”.
Entre los sectores más perjudicados se
encuentran campesinos y pueblos originarios. “La impunidad con la que se
asesina a los activistas indígenas debe terminar. Es urgente que los gobiernos
en todo el mundo actúen de forma inmediata para protegerlos”, destaca el
informe
Fuente: Página 12