Por Norberto Alayón *
Los conservadores, los liberales, los
socialistas “juanbjustistas”, los anarquistas, los “izquierdistas” siempre se
opusieron y cuestionaron firmemente las medidas populistas que, progresivas
aunque no totalmente suficientes, adoptaron el yrigoyenismo, el peronismo y su
expresión más reciente el kirchnerismo en favor de los sectores más postergados
de la sociedad.
Los “izquierdistas” critican al populismo porque
éste no tiende a erradicar el sistema capitalista. Se muestran incapacitados
para comprender la progresividad histórica de los movimientos nacionales y
populares en los países dependientes como los nuestros.
Por su parte, los conservadores (la derecha,
como la que hoy gobierna la Argentina) lo critican y abominan del mismo porque,
aún incompletamente, defiende más los intereses de los sectores populares.
Aunque malsano, resulta absolutamente coherente
que los sectores de privilegio hayan desplegado una demonización sistemática -a
través de sus diarios, de sus radios, de sus canales de televisión, de sus
intelectuales y académicos orgánicos- del concepto y de las políticas
populistas.
Sin embargo, cuando estos sectores conservadores
acceden al gobierno no dejan de asumir medidas populistas, aunque con objetivos
cualitativamente diferentes. ¿Podríamos hablar, entonces, de la existencia de
un “populismo de izquierda” (progresivo) y de un “populismo de derecha”
(conservador). Creemos que sí, por lo siguiente:
Una cosa es la adopción de medidas populistas
por parte de gobiernos que asuman, de manera estructural, el combate (aunque
parcial) del fundamentalismo capitalista, preservando, ampliando y construyendo
derechos para las mayorías; y otra, muy distinta, las medidas populistas que
adoptan los gobiernos conservadores (como el neoliberalismo actual) que, a la
par de representar y defender obscenamente los intereses de los sectores más
privilegiados del sistema, generando más pobreza y excluyendo a más población,
despliegan políticas asistencialistas en la perspectiva de la mera contención
social, del control social y del disciplinamiento. La asistencia se transforma
en una suerte de práctica bondadosa y caritativa y desaparece toda idea de
derechos para el pueblo en su conjunto.
En el gobierno actual, mientras se avanza
brutalmente con la pérdida de derechos (económicos, sociales, humanos,
culturales) se mantienen ciertas políticas populistas, las cuales adquieren -al
no articularse con procesos estructurales de defensa del bienestar general- un
mero sesgo asistencialista.
Cuando las autoridades y los referentes más
destacados del PRO-Cambiemos (y aún sus adláteres más degradados e
inimputables) afirman, dentro y fuera del país, que se terminó el populismo en
Argentina, ¿qué quieren decir? Avisan, en concreto, que ellos están restaurando
las posiciones y las políticas más conservadoras, en contra de las mayorías
populares.
Con descaro, cínicamente, disfrazan el discurso,
adjudicándole todos los supuestos males al populismo de los proyectos
nacionales y populares, mientras continúan ellos con las prácticas populistas,
pero de derecha.
* Profesor consulto (UBA). Autor del libro
Asistencia y asistencialismo.
Artículo gentileza del Dr. Alayón para Utophia, publicado en Página 12.