Por Carlos Heller *
En la actualidad ocho hombres poseen la misma
riqueza que los 3.600 millones de personas más pobres en el mundo, que
representan la mitad de la humanidad. Estos datos fueron revelados por la ONG
española Oxfam -compuesta por 19 organizaciones sociales contra la pobreza en
más de 90 países- en el marco del Foro de Davos que tiene lugar en Suiza.
Hace seis o siete años, para transportar a los
ricos que poseían igual riqueza que la mitad de la población mundial hacía
falta un Boeing 777; el año pasado ya alcanzaba con un ómnibus de dos pisos y
–recuerdo haberlo dicho en varias charlas y entrevistas– ya anticipaba:
“seguramente dentro de poco va a alcanzar con una combi”. Bueno, llegamos a ese
punto: ya alcanza con una combi, e incluso la combi ya queda grande. Los datos
son tremendos.
La velocidad de la información suele conspirar
contra su jerarquización. Datos terribles como estos pasan de modo vertiginoso
sin abrir interrogantes ni análisis. Así, se desvinculan de las discusiones
políticas que deberían estimular. La velocidad los transforma en datos de
color, de impacto, sin demasiada vinculación con la deliberación pública.
Entonces, es necesario preguntarse: ¿porqué se
produce esta hiperconcentración de la riqueza? ¿Qué le ha pasado a la mayoría
de los ciudadanos del planeta?
El informe de Oxfam es muy rico en
explicaciones. En un capítulo que se titula “La causa de la desigualdad” afirma
que es innegable que el poder de la economía globalizada ha beneficiado
principalmente a los más ricos y que en los últimos 25 años el 1 por ciento más
rico de la población ha percibido más ingresos que el 50 por ciento de la
población en su conjunto. Dice puntualmente: “Y que lejos de transmitirse
espontáneamente hacia abajo, en la llamada economía del goteo o del derrame,
los ingresos y la riqueza se vuelcan hacia las capas más altas de la sociedad y
lo hacen a un ritmo alarmante.” Es que, en 2015, las 10 mayores empresas del
mundo tuvieron una facturación superior a los ingresos públicos de 180 países
juntos.
El informe se explaya en que el modelo de
maximización de beneficios conduce a una devaluación salarial sobre los
trabajadores, a una presión sobre los pequeños productores y a sofisticados
esquemas corporativos para tributar menos de lo que les corresponde, eludiendo
el pago de impuestos que beneficiarían al conjunto de la población,
especialmente a los sectores más pobres. Los países en desarrollo pierden cada
año al menos 100 mil millones de dólares como consecuencia de la evasión fiscal
de las grandes empresas a través de los paraísos fiscales. De allí –resalta el
informe– que es una estrategia clave para esta minoría súper rica tributar lo
menos posible, utilizando para ello el entramado mundial de los paraísos
fiscales. En este sentido, los Papeles de Panamá –y otras filtraciones que
salieron a la luz recientemente– demuestran que la evasión sofisticada es una
industria a gran escala.
Agrega Oxfam que las grandes empresas están
reduciendo al mínimo los costos en todo el mundo, impidiendo que trabajadores,
productores y cadenas de suministro se beneficien con el crecimiento económico,
lo cual incrementa la desigualdad y ahoga la demanda.
Finalmente, el informe describe las falsas
premisas sobre las que se basa la economía al servicio del 1 por ciento de la
población más rica: 1. El mercado nunca se equivoca y hay que minimizar el
papel de los gobiernos; 2. Las empresas tienen que maximizar sus beneficios y
la rentabilidad de sus accionistas a toda costa; 3. La riqueza individual
extrema no es perjudicial sino síntoma de éxito y la desigualdad no es un dato
relevante; 4. El crecimiento del PBI debe ser el principal objetivo de la
elaboración de políticas (aún cuando el aumento del PBI por si solo no resuelve
la desigualdad); 5. Este modelo económico es neutral desde el punto de vista
del género; 6. Los recursos de nuestro planeta son ilimitados, aún cuando este
modelo se basa en la explotación sin límites del medio ambiente, lo cual puede
acarrear consecuencias catastróficas para el planeta.
El informe concluye que es necesario desterrar
estas seis premisas y hacerlo rápido.”Son obsoletas, son retrógradas, no han
servido para alcanzar la estabilidad y la prosperidad compartida sino que por
el contrario nos están lanzando al abismo y necesitamos urgente una alternativa
al modelo económico.”
Es claro: es necesario construir otro modelo de
economía y de sociedad sobre la base de otros valores. Un proyecto de sociedad
en el que las empresas funcionen de otro modo.
Y, por supuesto, pienso inmediatamente en un
modelo basado en grandes organizaciones cooperativas, cuyo objeto sea brindar
buenos servicios a los usuarios y no tener a la máxima rentabilidad como
objetivo final.
Cuando la máxima rentabilidad es el gran
objetivo, cuando lo es la maximización de la ganancia, éstas se logran a costa
de la calidad del servicio y de lo que ganan los que trabajan. Si el objetivo
es brindar un servicio de calidad al menor costo posible, la adopción de ese
objetivo modifica todas las reglas sobre las que las empresas funcionan.
Tal como se demuestra en el informe Oxfam, el
modelo actual no tiene solución. ¿Cómo puede el gobierno argentino plantear que
su objetivo es pobreza cero mientras hace todo lo que este informe critica y
recomienda que hay que dejar de hacer?
Tenemos que pensar con audacia otro tipo de
sociedad basada en otros valores. Y hay que hacerlo rápido.
Fuente: Página12