Sagrario Vera Cordo en 1943 (I) y abatida en 1945 (D).
Por María Serrano. Público. España
Esposas, madres, hijas, hermanas que actuaban
como enlaces a los guerrilleros en la recién estrenada dictadura. El
investigador José Antonio Jiménez Cubero recuerda los casos de 133 mujeres
detenidas, torturadas y, en algunos casos, muertas por empuñar las armas en
plena posguerra.
Fotografiadas como motín de posguerra. Como
limpieza de todo aquel que se enfrentaba a plantarle cara al recién estrenado
régimen franquista. La imagen de Rosario García, guerrillera y mujer del “Chato
del Cerro Andévalo” sobrecoge. Su muerte a tiros por parte de la Guardia Civil
en 1945 acabó con la vida de esta joven y toda su partida. No fue la única. “La
historia de la participación de las mujeres en la lucha guerrillera
antifranquista ha sido una de esas historias hurtadas dentro de nuestro país”,
señala el investigador José Antonio Jiménez Cubero a Público. Según las últimas
estimaciones, más de sesenta mil personas fueron detenidas en España acusadas
de colaborar con la guerrilla antifranquista.
Cubero acaba de publicar su investigación.
Mujeres guerrilleras en la zona norte de la sierra de Sevilla y Badajoz durante
el franquismo. “A vida o muerte”. Como guerrilleras, es decir “mujeres que
empuñasen las armas”, el investigador aporta tres nombres. María Esquivel
Vizuete “La Culantra”. Josefa Bermejo, compañera del “Chato de Malcocinado” y
Sagrario Vera Cordo, mujer del “Chato del Cerro Andévalo”, asesinada
brutalmente cerca del pueblo onubense de Valdelamusa.
Esposas, mujeres, hermanas de los vencidos:
enlaces en la sierra
“Ninguna organización clandestina de aquella
etapa pudo sobrevivir, en ninguno de los casos en la sierra sin el conocido
papel de los enlaces”. La mayoría, mujeres de vencidos. “Sin la ayuda,
colaboración y apoyo de ellas, no se habría continuado la lucha” aclara Cubero.
Fueron las verdaderas encargadas de “abastecer a los combatientes de lo más
necesario y perentorio para su supervivencia en el monte”. Alimentos,
medicinas, armamento, ropas, información. Añadiendo un elemento fundamental,
“los servicios como correos de y para las comunicaciones propias de aquellos
con sus familiares o las organizaciones políticas clandestinas”. El papel de
aquellas valientes que subían al monte de madrugada, sin apenas equipamiento,
la cumplían esposas, madres, hijas, hermanas o simplemente familiares en algún
grado de los combatientes .
Solo en la zona señalada podemos hacer una
radiografía de las brutales cifras. 133 mujeres fueron represaliadas a lo largo
de once años de guerrilla
Solo en la zona señalada podemos hacer una
radiografía de las brutales cifras. 133 mujeres fueron represaliadas a lo largo
de los once años que duró la guerrilla. Desde 1940 hasta 1951. Además de las ya
nombradas Sagrario Vera, María Esquivel y Josefa Bermejo, otras tres mujeres
perdieron la vida en aquella comarca. El perfil de edad de las mujeres activas
en la lucha armada, comprendía entre los 18 y los 50 años. Antonia León Osorio,
fusilada por ley de fugas a principios de los 50 o Celestina Bazo y Guaditoca
Vera, que fallecieron a causa de las condiciones de insalubridad que se
ubicaban en aquellas cárceles.
De aquellas 54 guerrilleras detenidas, casi el
40 por cientos, nunca llegaron a ser procesadas. Sí pasarían por calabozos,
interrogatorios y torturas. Cubero retrata que “entre las que fueron procesadas
y juzgadas en consejo de guerra, 17 de ellas fueron absueltas”. De las condenadas,
el mayor número, 39 (un 63 por ciento), lo fueron a menos de dos años de
prisión.
El casos de las tres guerrilleras
La Culantra, vecina del municipio de Azuaga, fue
la primera que se “echó al monte” junto a su marido Cipriano Diéguez Bello “El
Perrero” a finales de la primavera de 1941. A los pocos meses sería detenida,
en el mes de diciembre. Tras la muerte de su compañero, fue procesada en la
causa militar 19/42, condenada a muerte y fusilada en Sevilla el 26 de abril de
1943. Nadie conoce a ciencia cierta sus últimos años pero creen que esperaron
este tiempo por su estado de gestación. En prisión amamantaría a su hijo,
dándolo posteriormente obligado en adopción. Sería asesinada en las tapias del
cementerio de San Fernando en Sevilla.
Ese mismo año en 1941, también “se echó al
monte” Josefa Bermejo Grueso, compañera del Chato de Malcocinado. Por entonces
contaba con 20 años de edad. Tras la muerte de este en 1944 pactó su entrega
con las autoridades franquistas poco después del nacimiento de su hijo Manuel,
que fue criado por la familia paterna en Malcocinado. Cubero recuerda que
Bermejo rehízo “su vida casándose y teniendo otros tres hijos”. Fue una de
aquellas mujeres brutalmente represaliadas de la aldea de Malcocinado
(Badajoz). Falleció en Gerona en el año 1991.
La tercera guerrillera Sagrario Vera Cordo,
marcharía al monte dos años más tarde con apenas 18 años. Murió en el Collado
de las Ratas de Valdelamusa en 1945 junto a su compañero “El Chato del Cerro
Andévalo”. Toda la familia Vera participaría en la lucha activa de la guerrilla
como enlace tras la muerte del padre de Sagrario, José Vera Parra, bracero y
carbonero de profesión muerto por “enfermedad de guerra”, después de largo
tiempo recluido en las cárceles de la dictadura.
Cubero recuerda que “indudablemente el caso de
Sagrario Vera es especial. Una vida dura como pocas”
Cubero recuerda que “indudablemente el caso de
Sagrario Vera es especial. Una vida dura como pocas”. Con apenas 11 años, en
1936, vagó con la “Columna de la Muerte” junto a su madre y sus hermanas. A los
16 años, fue detenida junto a su madre y su hermana Salvadora, aunque no llegó
a ser procesada por ser menor de edad. Solo cuatro años más tarde, en 1945,
moriría en combate. Los testigos que tuvieron la oportunidad de conocerla aún
la recuerdan vestida con el mono azul de miliciano. “Tocada con boina y armada
de una pistola de calibre pequeño, bajo el nombre de guerra de «Paco»”, añade
Cubero.
En su investigación “A vida o muerte” ha logrado
recuperar las atroces imágenes tras su muerte en la aldea minera del Perrunal,
donde fueron llevados los cadáveres del Chato y de Sagrario para ser enterrados
en el cementerio municipal. “En el sumario sólo aparece la fotografía de ella”,
aclara. Sin conocer bien la intención de aquellas instantáneas, “me impactaron
mucho aquellas fotos que pudieron servir de advertencia o amenaza a quienes
tuvieran la tentación de enfrentarse al régimen franquista”, recalca. Poco a
poco la guerrilla se fue diluyendo en la zona. “Las últimas detenciones de
mujeres acusadas de colaborar con la guerrilla antifranquista tienen lugar en
1951” recuerda el investigador.
45 mujeres detenidas en la aldea de Malcocinado
El municipio de Malcocinado en Badajoz sufrió
una venganza atroz en plena posguerra. Tan solo de mujeres guerrilleras. Una
pequeña aldea, hoy con menos de 500 habitantes, llegó a detener a 45 mujeres
implicadas como enlaces a los guerrilleros “del monte”. Detenciones,
torturas... Malcocinado era un pueblo activo en la lucha antifranquista.
Cubero destaca a Público el “curioso el caso de
esta localidad cuyas cifras de represión son porcentualmente muy elevadas en el
número de personas (tanto mujeres como hombres)” implicadas en la ayuda a los
del monte. “Los lazos familiares y de parentesco pueden ayudarnos a interpretar
los hechos, pero no creo que sea todo. Hablamos de 45 mujeres detenidas, un
número que dobla al de quienes lo fueron en Azuaga o Cazalla de la Sierra,
poblaciones que doblaban o incluso triplicaban en número de habitantes de
Malcocinado”.
En esta aldea destaca los casos de enlaces, ya
incluso de avanzada de edad, como el de Felicitas Bermejo Sánchez, tía de
Josefa Bermejo y detenida a los 54 años. Residente y nacida en Malcocinado fue
detenida en 1944 por ayuda a la partida del Chato. Pasaría por la prisión de
Badajoz. En julio de 1944 la trasladarían a Madrid para ser juzgada en Consejo
de Guerra.
Fuente: Publico