Por Fernando Bossi/ Resumen Latinoamericano/ 7
marzo 2016.-La política del gobierno estadounidense y sus aliados para nuestra
región tiene un objetivo bien definido: destruir de la raíz lo hecho por los
gobiernos soberanos en esta última década, fundamentalmente, lo concerniente a
los avances en la integración independiente de tutelajes externos.
Si hay algo que ha irritado al Pentágono de
manera significativa, ha sido que los presidentes patriotas hayan retomado las
banderas bolivarianas, el renacimiento de la idea de unidad e independencia en
una región que los yanquis consideran que es exclusivamente suya. En toda
nuestra historia, luego de la primera ofensiva unionista e independentista, las
diferentes potencias imperialistas privaron de soberanía a nuestros países
divididos. Durante más de siglo y medio Inglaterra y luego Estados Unidos controlaron
casi a su antojo la política latinoamericana caribeña. Pero durante esos casi
dos siglos, también irrumpieron gobiernos patrióticos y revolucionarios que
supieron enfrentar –aisladamente pero no por eso con menor convicción–, al
poder imperialista. Sandino en Nicaragua, Lázaro Cárdenas en México, Perón en
Argentina, Arbenz en Guatemala, Fidel Castro en Cuba, Juan Bosch en República
Dominicana, Velasco Alvarado en Perú, Juan José Torres en Bolivia, Allende en
Chile… entre otros.
Pero ningún enfrentamiento con el imperialismo
llegó a la dimensión del encarado por el Comandante Chávez quien desplegó en la
región las banderas de unidad e independencia de Bolívar. Fue el quien puso
sobre la mesa de discusión de la gran estrategia de liberación para nuestros
pueblos: la unidad en una Nación de Repúblicas.
Para mal del imperialismo, Chávez, no sólo
formuló la tesis, sino que trabajó hasta sus últimos días en pos de ese
objetivo. De allí el Alba, la Unasur, Petrocaribe, la Celac y la idea de
reestructurar el Mercosur. Junto a otros pares –Kirchner, Lula, Evo, Daniel,
Fidel y Raúl, Correa, Cristina, Lugo, Zelaya y distintos mandatarios de las
islas antillanas–, el Comandante comenzó a darle forma a lo que tendría que ser
una nueva política para los latinoamericanos caribeños, prescindiendo de la
influencia yanqui y construyendo desde nuestras necesidades la unidad para la
independencia. ¡Hasta la OEA quedó cuestionada y a punto de perecer!
Eso es lo que el imperialismo no lo perdona ni
lo perdonará. Y no se trata de que sean mejores o peores quienes gobiernan los
Estados Unidos o sus países aliados. No lo perdonan por la simple razón que
afecta sus intereses políticos y económicos. El decreto de Obama que señala a
Venezuela como una amenaza extraordinaria e inusual para los Estados Unidos
–para el imperialismo estadounidense–, no exagera un ápice, porque la
Revolución Bolivariana vino a abrir el camino de una revolución continental que
sí afecta sobremanera los intereses yanquis.
El solo hecho de haber planteado con claridad
meridiana –desde la autoridad moral del verdadero líder conectado con los
pueblos–, la necesidad de transitar un camino propio, trascendiendo el
capitalismo y la dependencia, hizo sonar las sirenas de alarma de todos los
gobiernos imperialistas, por supuesto, con el de Estados Unidos a la cabeza.
Es por ello que el imperialismo ha orquestado
todo un plan para retrotraer a la región a una situación anterior a la
irrupción del bolivarianismo del siglo XXI. ¿En qué consiste ese plan?
Consiste en “demostrar” a la opinión pública
mundial que los líderes de esta segunda ofensiva unionista e independentista no
fueron otra cosa que miembros de una asociación ilícita para delinquir,
fundamentalmente dirigida contra los gobiernos de Venezuela, Argentina, Bolivia
y Brasil.
Quieren generar en el imaginario colectivo la
idea de que esa asociación ilícita es la responsable directa de los altos
grados de corrupción e inseguridad que se viven en los diferentes países de la
región, vinculándola con el narcotráfico y sus derivados: tráfico de armas,
lavado de dinero, crimen organizado, negociados con fondos públicos, etcétera.
Para esto, los servicios de inteligencia
estadounidenses, llámense CIA, DEA, FBI y otros aliados, por ejemplo la Mossad
israelí y el MI6 inglés, han venido infiltrando –desde hace ya varias décadas–
a los servicios de seguridad y a los poderes judiciales de los países
latinoamericanos. A estos servicios de inteligencia se le ha sumado con un
papel protagónico, en los últimos años la Red de Control de Crímenes
Financieros (FinCEN) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
Décadas atrás, los imperialistas ponían su
principal esfuerzo en cooptar militares para dar golpes de Estado. Después de
la caída las dictaduras sangrientas del Cono Sur, tan desprestigiadas ante la
opinión pública mundial, la estrategia varió. Losthink tanks estadounidenses
entendieron que su área principal de influencia debía cambiar y se enfocaron en
los ministerios de interior y justicia, más que en los ministerios de defensa, aunque
sin dejar de influir en estos.
La cooperación en la lucha contra el
narcotráfico pasó a ser la primordial excusa para colocar sus fichas en cada
país y cooptar así jueces, fiscales, auditores, agentes, policías, como también
y por supuesto, periodistas y políticos venales.
El operativo contra el presidente paraguayo
Fernando Lugo es un ejemplo de esta variante golpista, confirmada también, con
el golpe institucional contra la presidenta Dilma Rousseff en Brasil. El papel
jugado por la Policía Metropolitana en el golpe de Estado contra el Comandante
Chávez, así como los alzamientos policiales contra los presidentes Correa en
Ecuador y Morales Bolivia, tienen similares características.
¿Cuál es la táctica desplegada contra los
líderes progresistas de la región? Ensuciar su imagen, involucrarlos en actos
ilícitos que lleven a vincularlos con lavado de dinero y corrupción. De ahí a
relacionarlos con el narcotráfico y el terrorismo internacional hay solo un
paso. La Red de Control de Crímenes Financieros (FinCEN) del Departamento del
Tesoro de Estados Unidos cumple un papel estelar en esto. El caso contra el
vicepresidente de Venezuela forma parte de esta operación, pretendiendo culpar
a Tarek el Aissami de corrupción, vínculo con el narcotráfico y lavado de
dinero, aprovechando su apellido árabe para relacionarlo de paso con diversos
grupos terroristas.
Desde el Pentágono se está operando en esa
dirección, cientos de especialistas tejen a diario el andamiaje de noticias
forjadas para presentar la asociación ilícita de la manera más convincente ante
la opinión pública, mientras una cantidad inusual de periodistas y
comunicadores al servicio de los intereses imperialistas propagan por altavoces
los avances de las “investigaciones”.
En Argentina, el ataque es directamente contra
la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, tratando de involucrar en actos
de corrupción a Julio De Vido, ex titular del
Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios; en
Brasil, a través de la llamada operación Lava Jato y la empresa Odebrecht se
pretende inhabilitar a Ignacio Lula da Silva para que no se pueda presentar
nuevamente a elecciones; en Venezuela, a partir de las acusaciones a diferentes
funcionarios del gobierno bolivariano que van desde simple corrupción hasta
lavado de dinero y narcotráfico (Cartel de los Soles); en Bolivia, se
“investigan” irregularidades administrativas en los contratos de suministro de
gas con Argentina.
Lo que les interesa a los imperialistas es
presentar “vínculos delincuenciales” entre los presidentes progresistas
latinoamericanos, no sólo su condena a nivel local, sino el nexo entre ellos.
Quieren estigmatizar los temas que hacen a la integración, soberanía,
bolivarianismo y de lucha por un mundo multicéntrico y pluripolar, haciéndolos
aparecer como excusas para operar una red de corrupción ligada a los grandes
carteles de la droga y a grupos terroristas pertenecientes al “eje del mal”.
Al imperialismo no le interesan los actos
repudiables de corrupción, sean de Petrobras, Odebrecht u otras empresas. Lo
que buscan es el desprestigio de los líderes antiimperialistas. En esta
dirección se montó –con involucramiento de abogados, periodistas y políticos venales–,
la “telenovela” del supuesto hijo de Evo Morales y el tráfico de influencias
entre funcionarios del gobierno y la examante del presidente boliviano.
Para defenestrar a los presidentes progresistas
hoy, no se recurre solo a los medios de comunicación y la guerra económica. El
modus operandi se implementa sustancialmente a través de los órganos de
seguridad y justicia, que suministran información “elaborada”, “procesada” y
distorsionada a fin de desprestigiar a esos mandatarios, en lo posible para
encarcelarlos, y de no llegar a ese extremo, al menos, conseguir restarles
apoyo popular, envolviéndolos en un manto de dudas con respecto a su moral
ciudadana.
La maniobra es de singular envergadura y
podríamos afirmar que recién empieza. Por ahora se va atacando lugar por lugar,
líder por líder, pero la proyección o la estocada final es lograr demostrar la
supuesta asociación ilícita latinoamericana conformada por Lula, los Kirchner,
Evo y Chávez-Maduro.
En los meses que se avecinan no faltarán nuevos
“escándalos”, denuncias de “arrepentidos”, vínculos de dirigentes populares con
narcos y lavado de dinero, propiedades y fondos en el exterior de funcionarios
de gobiernos progresistas, etcétera. Ante todo esto, es necesario tener una
buena lectura de los hechos, saber separar la “paja del trigo”, entender que
esto, en gran medida, responde a una operación bien planificada por el
imperialismo y no caer, en ningún momento, en el juego que pretenden ellos:
ensuciar a los líderes populares de la región con el fin de enterrar las ideas
unionistas e independentistas.
Fuente: Resumen Latinoamericano