Violencia contra la protesta pacífica, nuevos
casos. Ataque a la Carpa docente que hasta Menem toleró. Divisiones en el
oficialismo, el nuevo arte de denunciar al aliado. Avelluto, promotor de
consenso, en su contra. De cómo la política económica y la acción oficial crean
nuevos opositores. Y algo sobre la madre de las bombas.
Por Mario Wainfeld
Espejito, espejito. El gobierno se mira, analiza
la manifestación del primero de abril, se supone fortalecido. El presidente
Mauricio Macri lee los diarios que lo aúpan y las encuestas que paga. La fe del
carbonero envanece y orienta definiciones políticas. Se doblan muchas apuestas.
Las interpretaciones sobre las movilizaciones
son libérrimas. Dan para todo. Equiparar a la movida macrista con el conjunto
de protestas opositoras que se sucedieron en marzo parece un delirio, un
arranque de soberbia… pero es parte de la libertad de opinión.
Las encuestas están cuestionadas en casi todo el
mundo como consecuencia de fallas en grandes elecciones recientes. Ocurre
porque esas predicciones, en un momento preciso, se cotejan con los
escrutinios, que son datos certeros. Las asimetrías se hacen evidentes. Los
consultores, criticados por los medios o por gentes de a pie, echan mano a un
haz de explicaciones. Teléfonos fijos que no expresan a toda la población, una
cosa es la foto y otra la película, cambios súbitos del talante ciudadano,
resultados muy reñidos, el margen de error, caramba. Etcéteras varios.
Dictaminar sobre la aprobación a un paro general
o a la violencia policial es más aliviado para esos profesionales, por no decir
más impune. Salvo que se releve algo inverosímil o imposible (un cero por
ciento o un 104 por ciento de aprobación, fabulemos) cualquier cifra carece de
comparación fáctica certera.
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Agrandar la oposición: Una lectura política
alternativa induce a observar que el macrismo amplía, todos los días, la masa
de damnificados por la política económica, tanto como la de personas
reprimidas.
Una grieta novedosa divide al elenco
gubernamental: funcionarios “del palo”, Ceócratas a carta cabal, renuncian o
son despedidos. Los propios cesanteados verbalizan sospechas o hasta
denuncias. Novedades del momento,
alarmas que suenan.
Cada medida perjudicial para intereses populares
o sectores productivos dibuja crecientes círculos concéntricos de perjudicados. La capacidad instalada ociosa
(el 40 por ciento medido por el INDEC-Todesca) se refleja en mucho más que
industrias cerradas y máquinas que no funcionan: detrás de todo hay gente.
Un joven universitario encanado no es “el
kirchnerismo”: es una persona cuyo círculo familiar sufre y piensa. Por ahí,
recapacita. La agresión tosca y salvaje
sobre comedores comunitarios impacta en la vida y el imaginario de centenares
de personas.
Los números de la economía, menos gaseosos que
los de las encuestas, dan fatal. Poco para jactarse, menos para “sumar”: acaso
solo el blanqueo para evasores, lavadores, fugadores y parentela de
funcionarios.
El Gobierno se interpreta convalidado, da rienda
libre a las fuerzas de seguridad. Los medios dominantes aplauden la oleada
represiva mientras rezongan por la atrabiliaria gestión del titular del Banco
Central, Federico Sturzenegger. Dicho de una vez, sus medidas solo serían
explicables si su principal objetivo no fuera reducir la inflación sino
favorecer la bicicleta financiera. Por ahí, de eso se trata.
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La ideología de los palos: La gobernadora
bonaerense, María Eugenia Vidal, podía ufanarse el domingo pasado a la tarde
por la suspensión de las huelgas docentes, decididas por los sindicatos tras
consultar a sus bases.
La colocación de la Escuela itinerante del
Congreso fue una reacción civilizada, sistémica, un modo de protesta con
historia y no perjudicial para terceros.
La brutal respuesta del gobierno, la
criminalización de la protesta social son repudiables. Funcionarios de postín
alegan que la mayoría de los encuestados las convalidan. Es dudoso pero aunque
fuera verdad no legitima el abuso de la fuerza pública. Los valores fundantes
de la civilización están por encima de eventuales mayorías sociales. Ni la
ética ni una ideología humanista son una rama subalterna de los sondeos de
opinión.
La narrativa del oficialismo fue confusa y
acumulativa. Los abogados aconsejan no apilar argumentos cuando se dispone de
alguno muy sólido: la vulgata macrista juntó un montón. Expresó que: a) no hubo
represión, b) los castigados no eran docentes, c) hubo golpizas pero no
lastimados, d) algún docente contuso se vio pero los policías sufrieron más. En
fin.
En definitiva, el gobierno de la Ciudad reconoció tácitamente su sinrazón. Habilitó
la Carpa que cobija un desfile de manifestaciones culturales y políticas que
amplían el foro democrático sin lastimar a nadie, sin obligar a asistir, sin
interferir con los “derechos de los demás”.
En su discurso de apertura de sesiones
ordinarias del Congreso Macri anunció un proyecto de ley agravando penas para
quienes agredieran a maestros. Hasta hoy es otra promesa incumplida o diferida.
Buena nueva para los funcionarios de Seguridad del Gobierno que, de lo
contrario, hoy podrían ser denunciados o procesados en base a esa norma.
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Otra industria en la vereda de enfrente: El
programa económico discierne pocos ganadores y un montón de perdedores,
incluyendo varias ramas de la actividad fabril. Es consecuencia de un rumbo
elegido, de un modelo de país. En estos días, el oficialismo empujó “a la
vereda de enfrente” a la industria cinematográfica, sector que lo acompañaba.
El “casus belli”, valga la expresión, fue el
pedido de renuncia a Alejandro Cacetta, hasta entonces presidente del Instituto
Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). La eyección fue precedida por
una operación mediático-servicial (de Inteligencia) de baja estofa. La repulsa
al ministro de Cultura, Pablo Avelluto, resultó rotunda. Empresarios,
directores, actores, gestores o trabajadores de la cultura se congregaron en
una inédita asamblea y pidieron su renuncia. Motivó reproches de celebrities de
todo pelaje, comprendiendo a personalidades que eran, hasta ahí, aliados y
defensores públicos del macrismo. Referentes en general, “formadores de
opinión” como Juan Carlos Campanella o Adrián Suar.
La torpeza de la jugada es consecuencia del afán
de injuriar o calumniar (acusar de delitos) a cualquiera que marque
divergencias con la Casa Rosada o zonas de influencia.
Este cronista, profano en la cuestión, se
abstiene de formular vaticinios sobre los designios de la operación en el
INCAA. Se irán viendo. Para esta reseña semanal, basta subrayar que el macrismo
engrosa la lista de opositores, aún entre quienes le eran más afines.
La renuncia de José Luis Sureda, ex Secretario
de Recursos Hidrocarburíferos, apenas amerita unas líneas. No moverá el
amperímetro electoral aunque es síntoma de un fenómeno mayor. Quien fuera
“número dos” del ministro de Energía, Juan José Aranguren, dio un portazo
denunciando autoritarismo, sectarismo. Y marcando distancia con el modo de
manejar Vaca Muerta. Dicho en criollo: señalando una política que favorece a
Shell, la empresa a la que perteneció
Aranguren, de la que sigue siendo accionista.
El conflicto de intereses, que también flameó
cuando se hizo dimitir a Isela Constantini en Aerolíneas Argentinas, es una
constante en la gestión de Macri. Desde hace unos meses, agrieta las relaciones
dentro del “mejor equipo de los últimos cincuenta años”.
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Polarizar y reprimir: Cambiemos se empeña en
polarizar con el kirchnerismo como táctica electoral. Es una opción posible,
cuyo éxito se medirá en las urnas. El efecto devastador de la política
económica y la votación dividida en 24 padrones puede determinar que el
macrismo pierda votos respecto de la primera vuelta electoral de 2015 y que
estos no deriven al kirchnerismo sino a otras alternativas electorales.
Los analistas favoritos de Cambiemos urden una
ecuación rara. Si la inflación sube, aducen que la contrapesa una denuncia
contra Lázaro Báez. Si cierran fábricas, afirman que el efecto sobre los
perjudicados se anula mediante un procesamiento contra la ex presidenta
Cristina Fernández de Kirchner. Peculiar vara de cálculo ese “plan canje”, que
subestima las vivencias e intereses concretos de los ciudadanos que de
ordinario son los que orientan sus votos.
El juego político, hasta con chicanas o
exabruptos, es parte del sistema. La tentación autoritaria represiva, por el
contrario, lo pone en jaque. El macrismo se encrespa y endurece generando un
riesgo sobre el que alecciona la historia de este siglo. Los ex presidentes
Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde prácticamente pusieron fin a su carrera
derramando sangre de argentinos. El radical, cuando ya estaba de salida. El
peronista, cuando la venía piloteando y conservaba chances de ser candidato a
presidente electo y no interino. La intransigencia, la barbarie de entornos
ignorantes, la falta de sentido común contribuyeron a desenlaces atroces.
Levantamos la guardia, previendo la mala fe que
domina las polémicas autóctonas. No estamos profetizando que Macri caerá ni
deseándolo. Es más, pasamos a proponer un precedente para combinar estabilidad,
gobernabilidad y transigencia con la protesta social. Es el ejemplo del
kirchnerismo que se contuvo, estableció protocolos para prevenir desbordes de
fuerzas de seguridad. Hasta contuvo su propia suspicacia, el recelo contra
acciones que estimó destituyentes, auto limitándose. Así se hizo frente a Juan
Carlos Blumberg, la revuelta “del campo”, los cacerolazos por mencionar las
acciones más críticas. Y en el caso de las patronales agropecuarias, las más
agresivas, expandidas y dañinas en este siglo.
La paz interior es un valor enorme. La
delegación de funciones en las “fuerzas del orden”, una defección de los
funcionarios políticos.
Ya que estamos y como comenzamos hablando de
espejos, posiblemente Macri prefiera cotejarse con el ex presidente Carlos
Menem y no con Néstor Kirchner o Cristina Fernández. Hete aquí que el riojano
admitió la instalación de la Carpa Docente por más de dos años sin agredir a
sus ocupantes.
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Palos a la autonomía: Llovieron recriminaciones
por el avasallamiento de la autonomía universitaria en Jujuy, desde un abanico
muy amplio. Hasta la agrupación estudiantil radical Franja Morada puso el grito
en el cielo. Después de tomarse casi tres días y “medir el clima” el gobernador
jujeño Gerardo Morales se sumó a los cuestionamientos, pidió disculpas a “los
compañeros” y prometió investigar. Habrá que ver, no hay grandes motivos para
creerle de volea.
Es que la tropelía en la Universidad “hace
sistema” con otras medidas de Morales. La más grave es una condena severísima,
no firme, a Milagro Sala por ocupar una plaza a modo de protesta. O sea, otra
contravención castigada como si fuera un delito penal, ilegalidad promovida y
homologada por el Ejecutivo provincial.
El furor de la policía jujeña es congruente con
las políticas de estado de Morales. Tal vez al gobernador le dé más escozor que
se apaleen jóvenes estudiantes universitarios que la persecución ilegal a una
mujer de tez oscura, india, militante social.
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Del sectarismo a la penalización: La iniciativa
de reforma del Código Penal, ingresada al Congreso entre gallos y medianoche,
se agrega al combo: es inconstitucional y alocada. Tipifica como delito la
portación de objetos contundentes o la portación de pasamontañas. La primera
interpretación de la norma inquisitorial se deja en manos de las policías
bravas. También se abre el juego a fiscales con berretín de figurar o a jueces
mano duristas.
El designio político oficialista es primero
descalificar al adversario o al aliado crítico, llegado el caso. En el borde,
estigmatizarlo como delincuente, esto es expulsarlo del sistema democrático.
El Estado tiene el monopolio de la violencia
legítima. Solo esa: la sometida a la ley.
Una premisa sencilla de enunciar, difícil de cumplir, que el macrismo
burla cotidianamente, en escalada preocupante.
mwainfeld@pagina12.com.ar
Fuente: Página 12