Por Elier Ramírez Cañedo
A solo 23 días del triunfo de la Revolución
Cubana, el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, con la clarividencia que
siempre le caracterizó, en discurso pronunciado en Caracas dijo:
“Venezuela es el país más rico de América,
Venezuela tiene un pueblo formidable, Venezuela tiene dirigentes formidables,
tanto civiles como militares; Venezuela es la patria de El Libertador, donde se
concibió la idea de la unión de los pueblos de América Luego, Venezuela debe
ser el país líder de la unión de los pueblos de América; los cubanos los
respaldamos, los cubanos respaldamos a nuestros hermanos de Venezuela”.
Tendrían que pasar aun 40 años para que
Venezuela ocupara ese lugar tan privilegiado en la historia de América Latina.
Y fue precisamente Hugo Chávez –el más fiel heredero de las ideas de Simón
Bolívar- quien con su fuerza volcánica impulsó un cambio geopolítico en nuestro
continente en favor de las ideas progresistas y de izquierda, como nunca antes
visto, al menos desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Las ideas de
integración y unidad entre nuestros pueblos y gobiernos jamás habían llegado
tan lejos. Como había advertido Fidel en 1959, solo Venezuela, por su historia,
posición geográfica y riquezas naturales, podía imprimirle un impulso
revolucionario de esa magnitud a la historia.
A partir de ese momento, la Revolución
Bolivariana, se convirtió en el principal desafío regional para los intereses
imperiales de la clase dominante en los Estados Unidos, y hacia ese frente
Washington comenzó a dirigir sus ataques principales. Eso fue así –con algunos
pequeños ajustes- durante la administración Bush, continúo durante los dos
mandatos de Obama y lo hemos visto en la actualidad con el nuevo gobierno de
Donald Trump. Es una historia de asedio y agresión similar a la que ha sufrido
el pueblo cubano durante décadas, la que experimentó el gobierno de Salvador
Allende en Chile y la que han enfrentado todos aquellos proyectos alternativos
que se han enfrentado a la lógica imperial que impone el sistema capitalista.
Pero el pueblo y gobierno de Venezuela han dado pruebas de resistencia y lucha
realmente heroicas. Al propio tiempo, el presidente Nicolás Maduro, se agiganta
cada día por su valentía, sentido de la dignidad y el patriotismo. No hemos
visto en él la más mínima sombra de derrotismo, cansancio o debilidad ante los
obstáculos y ataques del imperialismo estadounidense, así como de algunos de
sus lacayos regionales y oligarcas a su servicio.
Hoy la única alternativa posible para los
revolucionarios del mundo es echar rodilla en tierra con la Revolución
Bolivariana y con el presidente Maduro. Ese también es el mejor homenaje que
pudiéramos hacerle a Fidel y a Chávez, junto a la consagración definitiva de
las ideas integracionistas y de unión de nuestros pueblos. Divididos seremos
devorados. La historia latinoamericana y caribeña de los siglos XIX y XX es la
muestra más palpable de esa verdad incontrastable. Así también lo advirtió
Fidel en aquel discurso memorable:
“…si queremos salvar a la América, que si
queremos salvar la libertad de cada una de nuestras sociedades, que, al fin y
al cabo, son parte de una gran sociedad, que es la sociedad de Latinoamérica;
si es que queremos salvar la revolución de Cuba, la revolución de Venezuela y
la revolución de todos los países de nuestro continente, tenemos que acercarnos
y tenemos que respaldarnos sólidamente, porque solos y divididos fracasamos”.
Fuente: La Pupila Insomne