Por Ángel Guerra Cabrera
Hoy se cumplen 15 años de la gran derrota del
golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contra el presidente Hugo Chávez. Lo
recuerdo como si fuera hoy pues apenas dormí hasta el 13 pegado a la tele y a
la compu. Por primera vez en nuestra región era aplastado un golpe planeado por
Estados Unidos ante el fulminante contraataque del pueblo y los militares
patriotas. También habían sido derrotados el prolongado paro patronal de 2001
y, meses después del golpe, el paro petrolero de los gerentes y empleados de
confianza, medidas de fuerza que ocasionaron pérdidas multimillonarias a la
economía venezolana.
La evidencia de los hechos hasta la fecha es la
genética tendencia golpista de la oposición, que siempre ha querido conseguir
por la fuerza lo que no es capaz de conquistar con votos. Recuérdese que en las
48 horas que duró el golpe, sus autores, varios de ellos cabecillas opositores
en la actualidad, decretaron la abolición de la Constitución y de todas las
instituciones republicanas. Esta conducta es reforzada por las instrucciones de
Washington, encaminadas primero al derrocamiento de Chávez y desde 2013 al de
su sucesor Nicolás Maduro.
La batuta imperial se aplica a través de la
operación Venezuela Freedom, elaborada por el Comando Sur(CS) de las Fuerzas
Armadas estadunidenses y debía haber culminado con un golpe de Estado e
insurrección contra Maduro en julio-agosto de 2016 pero fracasó pese al enorme
apoyo exterior que ha recibido y a la desenfrenada campaña mediática contra la
Revolución Bolivariana, que forma parte de ella. Otro intento golpista
frustrado fue el plan La Salida, que llevó en febrero de 2014 al hoy
encarcelado líder golpista Leopoldo López a desencadenar una criminal ola de
violencia causante de la muerte de 43 venezolanos. Los fracasos se deben a la creciente debilidad de la oposición y
a la renovada fortaleza, capacidad de respuesta y de gobernar en condiciones de
constante hostigamiento demostradas por el chavismo después de su derrota en
las elecciones parlamentarias de 2013.
Acicateada por la conciencia de que el tiempo
corre en su contra la oposición no ceja en sus acciones golpistas, como se
aprecia en la actitud anticonstitucional de su mayoría en la Asamblea Nacional,
declarada en desacato por el Tribunal Supremo de Justicia. La mayoría opositora
no solo desobedeció la orden impartida por ese órgano de retirar la investidura
de tres diputados cuya elección fue impugnada por fraude electoral, sino que,
entre otras acciones demenciales llegó a declarar la “ausencia” de Maduro de
sus funciones cuando el presidente viajaba por países de la OPEP en busca de un
acuerdo que hiciera subir los precios del crudo.
Con el pretexto de rechazar un supuesto golpe de
Maduro contra el órgano legislativo en rebeldía, la contrarrevolución ha
convocado a numerosas marchas en las últimas semanas, cada vez menos nutridas
pero más violentas. Vuelven las guarimbas y otras acciones de violencia
fascista que han costado cientos de millones de bolívares en pérdidas. Es tan
evidente la participación de Estados Unidos en la escalada que ha llevado a
Rusia a expresar su preocupación por las acciones de la oposición en Venezuela,
“que recuerdan los acontecimientos trágicos… en Chile en los años 1970”, en
alusión al golpe orquestado por la CIA contra el presidente Allende. En obvia alusión a la reciente comparecencia
del almirante Kurt Tidd, jefe del CS, ante la influyente Comisión de Servicios Armados
del Senado estadunidense, la vocera rusa expresó que “la declaración de un
representante del mando de EE.UU. de que el empeoramiento de la crisis en
Venezuela ´requeriría una respuesta a nivel regional´, (…) aumenta la
inestabilidad en el país”.
A Luis Almagro, secretario general de la OEA,
encargado por Tidd de articular esa respuesta a nivel regional de que habla la
vocera rusa, y a Marco Rubio, congresista cubanoestadunidense, no les alcanza
el tiempo más que para conspirar contra Venezuela. El muro y otras ofensas
mayúsculas de Trump contra México y América Latina no son su problema. Lo
estrujante es que su escudero sea el gobierno de México, país tapizado de fosas
de asesinados y desaparecidos y acusado por casi todos los organismos especializados
de masivas violaciones a los derechos humanos. Haría mejor en no señalar la
paja en el ojo ajeno…
Fuente: La Pupila Insomne. Cuba