Por Leonardo Cajal
Con el kirchnerismo salimos de una crisis y a
muchos de nosotros eso nos llevó a suponer, erróneamente, que teníamos ganada
la batalla cultural. Las revoluciones
nacionales, para asegurarse, tendrían que seguir el ejemplo de Cuba. Cuba fue
una Revolución Nacional y anti-imperialista. Era una colonia norteamericana
que, para asegurar la Revolución, tuvo que expropiar y establecer un régimen
fuerte.
Una tarde de marzo.
La tele muestra la marcha de guardapolvos
blancos, que parece no tener fin. “¡Impresionante!” dice el maestro, mientras
se acomoda y se sienta.
Una gata negra sigue su camino entre los pies
distraídos, en busca de cordones para destrozar.
El paisaje se hace libro.
Y me pregunto, antes de iniciar: ¿qué secretos
guardarán las paredes de esta casa de barrio de la Avenida Asamblea?
De repente, el silencio da lugar a la palabra.
¿Qué significa hablar hoy de pensamiento
nacional?
Hablamos de pensamiento nacional porque la
Argentina fue organizada con la llegada de Mitre al poder en 1862 como un país
semicolonial, un país que tiene bandera, himno y escarapela pero su política
estuvo subordinada al Imperio Británico hasta el ´45.
Ya con Yrigoyen se había avanzado algo, pero
después del ’45 vino un período importante, donde se consolida una forma de
encarar los problemas, nuestros propios intereses; ahí nace el Pensamiento
Nacional.
Pero después del ´55 volvemos a caer, otra vez,
en esta situación.
Hay una gran parte de la sociedad argentina,
especialmente en los sectores medios, que están influidos por la clase
dominante vinculada a los intereses extranjeros, como ocurre actualmente y como
ocurrió a través de casi toda la historia.
Entonces, la manera de dominar económicamente un
país es lograr que sus habitantes no tengan un pensamiento nacional, sino que
piensen “al revés”, como decía Arturo Jauretche.
Que cuando un amigo le anuncia a otro que sale
un fin de semana a Mar del Plata o a Córdoba, dice “me voy para afuera”, cuando
en realidad va “para adentro”.
Es decir, tiene un pensamiento “al revés” porque
cree que el “adentro” es el Atlántico, Europa, cree que los principales autores
son los europeos y que la Argentina está “abajo” no solo en el planisferio sino
en el mundo, como un país de segunda categoría.
Se piensa de manera colonial en función de los
intereses que no son los intereses argentinos.
En pocas palabras el pensamiento nacional es el
contra-discurso con respecto a una clase dominante, que persiste en entregar el
país y vincularse económicamente a los intereses anti-nacionales.
¿Tiene algún punto de encuentro esa manera de
pensar antinacional con el momento actual en el que atraviesa el país?
La ciudad de Buenos Aires es una ciudad
esencialmente administrativa y comercial que tiene muy pocas industrias y, por
lo tanto, predominan las clases medias, formadas por los grandes diarios
(Clarín y La Nación); especialmente, por la enseñanza tradicional de los
colegios y por los grandes intelectuales del sistema.
Entonces formulan un pensamiento que hace posible que gran parte de la sociedad piense
no nacionalmente sino en función de los grandes intereses de las empresas
extranjeras, trayendo como consecuencia la llegada de este hombre al poder.
¿Y la izquierda tiene algún rol en esto?
Gran parte de la izquierda ha pensado “en ruso”.
El PC, por ejemplo, ha pensado en chino, no ha
pensado en Latinoamérica.
Recuerdo una anécdota de un amigo que estaba en
esa izquierda no nacional; lo llevaron en una delegación a Vietnam y tuvo la
suerte de conocer al General Giáp, que fue el que “paró” a los yanquis en
Vietnam.
A través de un traductor le preguntó ¿cómo fue
posible defender la soberanía de un pequeño país frente a una gran potencia?
Y el general Giáp le respondió “Lo fundamental
es conocer profundamente la historia”.
Y cuando volvió a Buenos Aires, cuenta mi amigo,
empezó a estudiar historia, historia vietnamita.
¿Cuáles son los mojones de la argentinidad en
nuestra historia?
Especialmente la resistencia de los pueblos del
interior, la resistencia del Chacho Peñaloza, de Ricardo López Jordán y de
Felipe Varela a la política centralista de Buenos Aires.
Después, todo ese mundo de las montoneras del
interior, que confluye un amplio sector de las clases medias, da origen al
radicalismo, que no tiene nada que ver con el actual.
Es decir, el radicalismo del Yrigoyen
conspirador, el que luchaba por el sufragio libre, el que se consideraba él
mismo como padre de los pobres y que ganó dos elecciones con cifras apabullantes.
Otro mojón es el 17 de octubre de 1945 cuando
esos hombres del interior, que se han vuelto obreros, rescatan a Perón cuando
ha sido desplazado del cargo; y, por último, creo que también el desarrollo que
tuvo el período iniciado en 2003, donde el kirchnerismo surge como una
expresión popular que sacó el país del infierno, como decía Néstor, y lo llevó
a una situación muy favorable, aunque lamentablemente ese proceso ha sido
interrumpido.
Recuerdo que durante esos 12 años las juventudes
cantaban que a los ´90 no se volvía más. ¿Qué pasó?
Creímos que la batalla estaba ganada.
¿Y en dónde estamos hoy entonces?
Estamos en algo muy parecido a la
contrarrevolución, a la recuperación de una política neoliberal que se expresa
en una política dirigida, por un lado, a bajar los salarios, para eso es
conveniente que no haya desarrollo industrial porque tiene que haber desocupación.
Por otro lado, se produce un fenómeno de
trasvasamiento de riqueza, de los sectores populares a los sectores más
concentrados, de algunas empresas nativas u hombres que hace tiempo están en la
República Argentina (como los Macri, los Martínez de Hoz, los Bulgheroni) a las
multinacionales y el dinero, en definitiva, se va al exterior, porque se
endeuda al país para traer dólares.
Dólares que se pasan a pesos, se hace la
bicicleta financiera para obtener intereses aprovechando las altas tasas de
interés, y después se los fugan empresas off-shore, guaridas financieras donde
hay varios países, incluso EEUU y empresas como las que se han creado en Panamá
por este estudio Mossack-Fonseca que le creó 40 empresas off-shore al grupo
Macri.
Estas empresas tienen acciones anónimas,
nominativas, no ejercen actividad industrial ni empresarial, son parte de lo
que se conoce en el mundo como capitalismo financiero sobre el capitalismo
productivo.
Usted llama “nuevo pacto del coloniaje” a la ley
de entidades financieras de Martínez de Hoz, que continúa vigente y supo
sobrevivir a estos 36 años de democracia. ¿Por qué piensa que no se derogó?
Es un poco debido a la crisis que está sufriendo
la dirigencia política argentina, una crisis bastante grande que se manifiesta
incluso en el ámbito gremial.
No se han llevado las cosas hasta las últimas
consecuencias como debieron llevarse, y han quedado algunas cosas en pie, que
son las que han permitido volver a la gente que nosotros decíamos “Se van se
van y nunca volverán” en épocas en que se iba Lanusse.
Lamentablemente hay que tener fuerza para eso,
audacia y dirigentes capaces.
En general esto ocurre en estos países, donde la
mayor parte de los economistas son formados en la Facultad de Ciencias
Económicas, donde yo pasé algunos años.
Tienen un concepción anti-nacional, se los
forman desde una visión de la economía liberal, donde el mercado se regula
solo, donde el Estado no tiene que intervenir, en donde se deben hacer
blanqueos de tanto en tanto para limpiar los dineros negros que se acumulan.
Entonces, son varias las razones que se conjugan
para que algunas cosas que debieron hacerse no pudieran realizarse.
¿Y qué ocurre en el campo de la historia?
Ocurre algo similar.
Se ha dado margen a quienes creemos que la
historia oficial es falsa para que podamos hablar y hacer cursos en las
universidades, pero no se ha logrado desplazar a la vieja escuela.
Y ahora los tenemos otra vez en las
universidades con los viejos próceres como Rivadavia y Mitre que, prácticamente
con Martínez de Hoz, han sido exponentes del capital extranjero.
Usted también realiza una crítica a la escuela
social y económica que hoy domina la enseñanza en los profesorados y en la
universidad.
¿Por qué piensa la Educación Superior enseña
desde una Historia Oficial reformada?
La universidad se ha enriquecido en la
metodología, tanto José Luis Romero como Tulio Halperín Donghi empezaron a
tomar en cuenta a la Escuela de los Annales de Francia, que era una escuela que
decía algo correcto, porque no se puede hacer historia sin conocer la
geografía, la estadística, la demografía, es decir, todas las circunstancias en
las que se desarrolla la historia, enriqueciendo la investigación.
Por lo cual Halperín, que siempre fue
antiperonista, mejora y moderniza la historia oficial: ya no se trata de
“civilización o barbarie”, como decía Sarmiento, se trata de una historia donde
el pueblo no es el protagonista principal, sino las minorías enriquecidas de la
Pampa Húmeda.
Dije muchas veces que Halperín Donghi trampeaba
al hablar del 16 de junio del ´55.
Omitía la enorme mortandad que provocó la
masacre de la aviación con los bombardeos, dejando cerca de 400 muertos.
Nadie de sus discípulos recogió el guante, hasta
que Fernández Díaz, del suplemento Enfoques del diario La Nación, le hace un
reportaje a Halperín y le comenta lo siguiente: “dicen que Ud. es tendencioso
en la interpretación de la Historia, dicen que conoce los hechos pero algunos
los omite y otros los menciona”.
Y Halperín Donghi, quizá por su edad (cuando uno
está pasando los 80 y ve que “se va acabando el piolín” se sincera), dice: “Yo
soy tendencioso, todos los historiadores somos tendenciosos.
Lo que pasa que me ha salido un rival, un tal
Galasso, que dice que yo soy tendencioso porque hago referencia a la quema de
las iglesias y no a los 400 muertos durante todo el día; y sí, efectivamente,
soy tendencioso”.
Es por tal motivo que en la enseñanza de la
historia debería decírseles a los chicos “Hoy vamos a ver historia según la
interpreta tal o cual, y mañana veremos a otro”, sea a José María Rosa, Fermín Chávez y demás.
Eso no se hace porque los maestros lo
desconocen, tampoco tienen por qué saberlo.
En cuanto a la formación para la enseñanza de la
historia, ¿piensa que nos sobra un poco de Gramsci y nos falta algo de
Jauretche?
Claro, Jauretche es siempre una mala palabra.
Scalabrini Ortíz lo mismo, y Hernández Arregui más aún, porque quizá sea el
intelectual de mayor nivel cultural del siglo XX.
Y los chicos seguro que no saben quién es.
Se da un hecho extraordinario: porque habiendo
televisión desde 1951, y habiendo muerto Scalabrini en 1959, no aparecieron
nunca en la pantalla chica.
Peor aún Arregui, que murió en 1974.
El único que rompió con ese cerco fue Jauretche,
por su carácter enérgico y hasta agresivo.
Además era polemista.
Iba siempre con un cuchillito debajo del saco.
Lo invitaron un día a una polémica, y terminó
corriendo por el set a un tipo con el cuchillo, y eso daba rating.
Al mismo tiempo Jauretche publicaba “El Medio
Pelo en la sociedad argentina”.
Logró vencer por su carácter, por su tozudez,
pero los otros dos no.
Es increíble…
¿Ese desconocimiento del docente a la hora de
enseñar historia hace de él un ser incompleto, un ser inacabado?
No, lo que ocurre con el docente es lo que
ocurre con el periodista.
Puede saber muchas cosas pero si el dueño del
diario tiene una orientación distinta no puede pelear, está en debilidad para
decir lo que él quiere, tiene que decir lo que el diario piensa.
En los docentes jóvenes, por el contrario, ha habido cambios muy importantes.
Durante el kirchnerismo hemos dado charlas en
universidades, en facultades.
Recuerdo una en el ND Ateneo colmado con 700
personas; era un momento en que salíamos de una crisis.
Eso nos llevó a suponer, erróneamente, a muchos
de nosotros, que teníamos ganada la batalla cultural.
Pero no la teníamos ganada porque los canales de
televisión han preferido llamar a Marcos Aguinis y no a mí, que desde el año
’63 escribo y he publicado 71 libros.
¿En los 12 años de kirchnerismo lo llamaron de
la TV pública?
Del Canal Encuentro nunca.
Un director de ahí hizo la película donde
aparece San Martín, me mostró mi libro sobre San Martín todo marcado, y me dijo
que se había guiado con mi obra.
Hay que entender que el kirchnerismo surgió como
algo improvisado.
Nadie sabía quién era Kirchner; entonces, es ahí
donde empiezan a aparecer los trepadores.
Gente como Pacho O´Donnell por ejemplo, o
Gabriel Di Meglio, un historiador joven y que se ubica rápidamente, acen
elogios y van a todas las reuniones.
A mí no me gusta ir a ver un cantante en la
Rosada, además no me gusta usar saco y corbata.
¿Cómo ve la realidad del campo nacional hoy?
Si Cristina Fernández decidiera no ir, no hay
segunda línea.
Ella hizo a un lado a Jorge Taiana, que era uno
de las personas de mayor prestigio, serio.
Consideran también que Agustín Rossi no tiene
tanto alcance, si bien se desarrolló muy bien como diputado y como ministro.
Ahora, yo pregunto ¿será Daniel Scioli quien se
enfrente al macrismo en las próximas elecciones?
Si se pierden las legislativas de octubre,
tenemos macrismo hasta el año 20.
Jauretche en su última charla plantea que la
historia debe tratársela desde un método inductivo y en relación con la cultura
del lugar. ¿Hay un método para el estudio de la historia?
Te voy a ser absolutamente franco, cosa que en
público es más difícil.
Creo que tanto Jauretche como Scalabrini habían
leído mucho marxismo.
Scalabrini lo dice, que fue marxista de joven.
Por ejemplo, el “medio pelo” es un análisis en
función de las clases.
Hay un marco teórico en el cual las clases se
enfrentan. Jauretche decía que sí, que la lucha de clases existe.
No estaba de acuerdo con que éstas llevaran al
socialismo, pero si éste viene en forma de socialismo nacional, de ninguna
manera iba a estar en contra.
Lo que temía era que el socialismo fuera como en
otros países, un socialismo antinacional, el de Nicolás Repetto, el de
“Norte-Américo” Ghioldi y el de todo ese mundo.
Creo que dentro del peronismo se cuidaban de
nombrar a Marx, cosa que no hacía Arregui, porque él decía “soy peronista
porque soy marxista”.
Deberíamos discutir si se puede ser las dos
cosas al mismo tiempo, ¿no?
¿Sera por eso el peronismo una Revolución
inconclusa?
Claro, un camino.
Las revoluciones nacionales, para asegurarse,
tendrían que seguir el ejemplo de Cuba.
Cuba fue una Revolución Nacional y
anti-imperialista.
Era una colonia norteamericana que, para
asegurar la Revolución, tuvo que expropiar y establecer un régimen fuerte.
¿Cómo ve la CGT después de la movilización del 7
de marzo y el paro del 6 de abril?
Yo soy naturalmente muy optimista.
Creo que el fenómeno de aparición de algunos
sindicalistas nuevos va a producir cambios.
Por ejemplo, Daniel Catalano de ATE.
Otro ejemplo, insólito, es el radical Sergio
Palazzo de los bancarios, que es una de las mejores figuras.
Pero estamos en una crisis de dirigencia.
Lo conocí personalmente a Juan Carlos Schmid, lo
he tratado, hice un prólogo a un libro suyo y, bueno, personalmente le tenía
una confianza tremenda.
Lo vi el otro día hablando con Marcelo
Zlotogwiazda sobre Cristina, sobre que era parte del pasado.
“¿Quién cree usted que podría ser la figura?” le
pregunta Zlotogwiazda.
-“Y, podría ser Randazzo”.
Me dejó una decepción idéntica a la que tuve con
Facundo Moyano.
Facundo vino un día al café de la esquina e
hicimos un curso de capacitación para los chicos del peaje.
Estaba obsesivo con John William Cooke y, mirá
vos, adónde fue a parar, jugando al truco con Susana Giménez…
Lo atrapa el espectáculo.
Yo recuerdo que en aquel tiempo decíamos que
Pablo Moyano era una desgracia por lo derechoso; y resultó ser más combativo
que Facundo.
Recuerdo al sindicalismo peronista, a toda una
generación que levantó las banderas de los documentos de La Falda, Huerta
Grande e intentaron sintetizar figuras tan opuestas como Tosco y Rucci. ¿Qué
pasó?
Los tienta el sistema, no hay vuelta que darle.
¿No hubo algo de incomprensión por parte de la
clase política?
También la hubo, porque muchos dirigentes
pensaban que Hugo Moyano era el “negro”.
Hay que recordar que el “negro” Moyano armó el
MTA (Movimiento de Trabajadores Argentinos), le hizo la oposición a Carlos
Menem y le llenó de trabajadores la 9 de julio para la reelección de Cristina.
Después empiezan las tentaciones, rodearse de
tanta gente, ir a una estancia para un asado, empiezan todas las tentaciones
del sistema, hoy son las obras sociales.
Sus obras suelen adelantarse a todo. “Discépolo
y su época” marcó una manera distinta de contar la historia, el “Socialismo que
viene” fue previo al triunfo de Hugo Chávez Frías en Venezuela, y en 2014
escribió “Mauricio Macri, la vuelta al pasado”.
¿Cuál será el título de su próxima obra? (Así
tenemos la primicia de lo que vendrá)
La obra que viene es “El pueblo que vuelve”.
Puede tardar poco o mucho, pudiera ser que el
fracaso y la idiotez de Macri lleve a que Sergio Massa lo pueda reemplazar, ya
que como hombre de la clase dominante es mucho más inteligente y más rápido.
Pero igual no tiene futuro porque el país
funciona gracias a la gente que trabaja, y esa gente va tomando más conciencia.
Tengo un gran optimismo por lo que pueda traer
el futuro, pero como ya tengo 81 años, si el futuro tarda estoy frito.
Destacados
“La
manera de dominar económicamente un país es lograr que sus habitantes no tengan
un pensamiento nacional”.
“Soy
peronista porque soy marxista, decía Hernández Arregui. Deberíamos discutir si
se puede ser las dos cosas al mismo tiempo, ¿no?”
“Es
extraordinario que habiendo televisión desde 1951, y muerto Scalabrini Ortiz en
1959, no haya aparecido nunca en la pantalla chica. Peor aún Hernández Arregui,
que murió en 1974. El único que rompió ese cerco fue Arturo Jauretche, por su
carácter enérgico y hasta agresivo.”
“Juan
Carlos Schmid me dejó una decepción idéntica a la que tuve con Facundo Moyano”.
Fuente: Nac & Pop