De Satiricón a Humo(r), un libro de la
investigadora Mara Burkart
La socióloga también sostiene que la revista
dirigida por Andrés Cascioli “delineó el campo de la cultura de la década del
80”. Y considera que no oficiaba como una publicación de vanguardia, sino que
hizo suyos temas y reclamos aparecidos en otros espacios.
Por Andres Valenzuela
No hay dudas de que Humo(r) fue una revista
fundamental en la resistencia simbólica a la última dictadura cívico-militar.
Sin embargo, pocos estudios recorren su historia. Hay algunos artículos, el
recopilatorio de su director Andrés Cascioli (por Colihue) y poco más. Por eso
es tan importante De Satiricón a Humo(r), el libro de la investigadora Mara
Burkart que publicó Miño y Dávila Editores y que hoy a las 19 se presenta en el
Museo del Libro y de la Lengua (Av. Las Heras 2555). Burkart cuenta que comenzó
indagando lo que significaba la revista para sus antiguos lectores y de pronto
se encontró investigando, no sólo su desarrollo, sino también el recorrido que
llevó a ella.
Burkart presenta su libro hoy, a las 19, en el
Museo del Libro y de la Lengua.
(Imagen: Pablo Piovano)
En el libro, la socióloga postula algunas ideas
particularmente interesantes. La primera sostiene que Humo(r) supone la
“domesticación de la irreverencia de Satiricón”. La segunda afirma que la
publicación “delinea el campo de la cultura de la década del ochenta”. Además,
considera, Humo(r) no oficiaba como una revista de vanguardia, sino que
retomaba temas y reclamos una vez aparecidos en otros espacios.
–¿Cómo es esa idea de que Humo(r) es una
domesticación de la irreverencia de Satiricón?
–Bueno, es muy interesante que en los primeros
años de Humo(r) varios de los que ya los conocían empiezan a exigir la chispa
de Satiricón, de esa irreverencia, y ellos no se hacen cargo. Plantean un
“bueno, nosotros también tenemos una propuesta y es diferente”. Satiricón a comienzos
de los ‘70 engancha un grupo de periodistas y humoristas muy, muy jóvenes y su
irreverencia tiene que ver con cuestionar las estructuras sociales de la época,
en el espíritu de las revoluciones culturales de los 60, de la revolución
sexual, que la dictadura de Onganía había restringido bastante y que a
comienzos de los 70 había tenido una especie de recuperación. Ahí Satiricón
aparece generando malestar entre los sectores más conservadores.
–¿Y Humo(r)?
–Creo que Humo(r), varios años después, y con la
violencia política de por medio por la Triple AAA y la dictadura militar,
aplaca un poco sus risas. Ya no es tan irreverente. Sí es satírica, sí tiene un
blanco bien preciso, dirige sus sátiras y ataques a los militares y sus
aliados, los sectores liberales del plano económico, las figuras del
espectáculo: vedettes, deportistas, todas las figuras como Palito Ortega, que
aparecen como muy cercanas al poder. En un momento hace humor con los
dirigentes políticos, pero luego lo abandona, sobre todo a partir de 1981,
cuando estos vuelven a la escena política, un poco convocados por los
militares, otro poco porque ya se había creado la Multipartidaria. De esto
entiendo que hay una decisión de “con ellos no” porque apuestan al retorno de
la democracia, ya están pensando en el después y ahí el partido político es
fundamental.
–Ese es el quiebre del ‘81 para la revista, del
que usted habla.
–Sí, empieza antes de forma más difusa, más
errática, y a partir del 81 se va sistematizando. A partir del 81 la revista
tiene más presente un programa político. Ahí se incorpora Enrique Vázquez como
el analista político y Mona Moncalvillo empieza a entrevistar a figuras de la
política, radicales, peronistas, pero también sindicalistas. Antes, entre el 78
y el 80, la revista publica más bien reportajes a figuras de la cultura que
habían quedado relegadas o con poca visibilidad en los medios y que la revista
consideraba muy valiosas o de gran calidad.
–¿Cómo se da ese pasaje entre Satiricón y
Humo(r)?
–Por un lado hay una diferencia entre Oscar
Blotta y Cascioli. Ambos están juntos en el surgimiento de Satiricón, Blotta
fue su director, Cascioli quedó como director de la gráfica. Blotta estuvo más
vinculado o más identificado con una línea más liberal. Eso se va a ver en
quiénes incorpora en la revista: periodistas liberales en términos de cultura,
pero más conservadores en términos políticos, como Hanglin. Mi sensación es que
Cascioli sigue ahí, pero no comparte esa mirada. Y empieza a vislumbrarse eso
en Chau Pinela, que es su propia revista y es la antecesora de Humo(r). Ahí hay
una vocación de compromiso con la realidad que lo circunda. Con Blotta hay referencias
a la realidad, pero no desde el compromiso. Con Blotta podemos ser
irreverentes, burlarnos de Perón, de Lanusse, de Balbín, es todo lo mismo.
–Usted también plantea que Humo(r) delinea el
campo de la cultura de la década del 80.
–Primero creo que Humo(r) fue mucho más que una
revista de humor gráfico, de humor político o de sátira. En ese sentido jugó un
rol social y cultural muy importante, que fue reconstruir la trama cultural que
la Triple A primero y la dictadura después, destruyeron. Desde la violencia más
física, más extrema, como la desaparición de personas, hasta personas
marginadas de los espacios de trabajo, otro de los mecanismos que tenía la
dictadura para seleccionar y quedarse con los que representaban su imaginario.
Humo(r) con herramientas como la sección de reportajes fue construyendo y
reconstruyendo redes culturales y de sociabilidad, que después se ven mucho más
claramente en los 80. La editorial fue sacando otras revistas con ejes
temáticos muy específicos: Superhumor para la historieta en la primera etapa y
después más política, el Péndulo para la ciencia ficción, Humi para los niños,
toda una propuesta muy coherente con Humo(r). También patrocinó recitales y ahí
aparecían todos los cantantes populares, toda la música perseguida o segregada
por el resto. Fue nucleando a lo que después se llamó “el progresismo”, que en
ese entonces no era una palabra tan común como ahora. Sectores de la cultura
que compartían una visión del mundo con productos de calidad, cierto compromiso
político social con la democracia y ya no con la revolución, una afinidad en el
reclamo por los derechos humanos y rechazo a la violencia estatal, fin de la
censura, la denuncia de que la dictadura militar propiciaba la mediocridad
cultural.
–Señala que algunos la criticaban como si fuese
“lo que la dictadura nos dejaba leer”.