Por RICARDO RAGENDORFER | 10 de Abril de 2017
El respaldo del Presidente Macri y la
gobernadora Vidal a Grindetti en Lanús luego del ataque al comedor Los
Cartoneritos es la cara obscena de una política de seguridad en la que Policía
Local se traduce como Guardia Pretoriana del intendente. Los oscuros vínculos
de Diego Kravetz, cuestionado en su cargo como responsable de la seguridad del
municipio y recaudador de emergencia en la campaña del intendente Grindetti: su
vice es “el gordo” Villoldo, un exonerado de Arslanián por el robo de 200 kilos
de cocaína, y su jefe policial, Marcelo González, fue acusado de cobrarle 2.000
dólares mensuales a “kioscos” de venta de droga en su puesto anterior.
Al filo del primer paro nacional contra su gestión, Mauricio Macri se dejó caer en Lanús con María Eugenia Vidal. La excusa protocolar: recorrer el Centro Unificado de Comando y Control del municipio –que coordina las acciones de la llamada Policía Local– junto al intendente Néstor Grindetti. La razón real: respaldarlo tras el ataque represivo del 30 de marzo a niños y adolescentes en el comedor Los Cartoneritos, de Villa Caraza.
Ese acto de salvajismo extremo ya le había
deparado a Grindetti un ruidoso escrache que malogró su discurso en la apertura
de las sesiones ordinarias del Concejo Deliberante. Y la siguiente escala de su
calvario fue una tumultuosa manifestación -con alrededor de diez mil personas–
ante la sede del gobierno comunal para exigir la inmediata renuncia del
secretario de Seguridad, Diego Kravetz, por haber encabezado aquel jueves la
horda de uniformados. Eran los primeros efectos de un escándalo que se extendía
como una mancha venenosa.
De modo que tales circunstancias requirieron la
presencia del propio Macri y la señora Vidal en dicha sala de monitoreo. Ambos
chorreaban simpatía y, con sonrisas de oreja a oreja, se fingían gratamente
impresionados por el panóptico de pantallas que les exhibía un tipo con chaleco
fluorescente al cual Grindetti trataba con forzada confianza. ¿Acaso los
ilustres visitantes creían realmente que esa impostura borraría el impacto del
episodio criminal que involucraba al anfitrión por su responsabilidad política?
De ser así, aquella ilusoria esperanza tuvo un final abrupto. En ese preciso
instante –era la mañana del 5 de abril– trascendía públicamente que la cocinera
de Los Cartoneritos, Laura Zaracho, apaleada por la policía a pesar de su
embarazo, había perdido su bebé.
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En consecuencia el fiscal Pablo Rossi, del
cuerpo de Instructores contra la Violencia Institucional, añadió ese desenlace
a una denuncia preexistente de los abogados del Movimiento de Trabajadores
Excluidos (MTE) –a cargo del comedor infantil– por vejaciones, apremios
ilegales y desaparición forzada de personas (en referencia al secuestro con
torturas de un joven y un menor). Tal acusación no sólo involucra a los
policías que participaron del operativo sino también, al jefe del Comando de
Prevención Comunitaria, comisario inspector Marcelo González, al secretario
Kravetz y al mismísimo Grindetti. En estos tres personajes anida una ominosa
trama que merece ser explorada.
El camaleón
¿Qué extraña vuelta del destino llevó a Kravetz,
un vecino de Puerto Madero, hacia el escarpado territorio de Lanús? ¿Qué
capricho del azar hizo que este político de segunda línea terminara gestionando
la seguridad de una comarca del Gran Buenos Aires con casi medio millón de
habitantes sin tener ningún antecedente en la materia? Sobre las razones de
semejante milagro solamente existen ciertas presunciones.
Al respecto, no está de más retroceder al 4 de
noviembre de 2015. Aquel día Grindetti –ya como intendente electo de Lanús–
anunció el nombramiento de Kravetz en la Secretaría de Seguridad. Una semana
después, el Ministerio de Hacienda porteño –aún en manos de Grindetti– hizo un
pago de 896 mil pesos a la ignota consultora Signica SRL por un supuesto
estudio sobre “satisfacción de contribuyentes”. Y el viernes 20 efectuó otro
pago de 972 mil pesos a dicha firma, esta vez por un presunto estudio sobre
“satisfacción de proveedores”.
¿Acaso había alguna relación entre tales pagos y
la designación de Kravetz? Un pequeño detalle sugiere eso: el socio gerente de
Signica SRL es –según el portal Nueva Ciudad– nada menos que Kravetz. A su vez
en Lanús es un secreto a voces que la campaña de Grindetti quedó sin fondos en
las postrimerías de su carrera electoral. Y –tal como sostiene una fuente
próxima a su despacho– fue ahí cuando apareció la figura salvadora de Kravetz, quien
entonces se habría convertido en su recaudador de emergencia. Un gesto que a
Grindetti no le salió gratis.
La jura de Kravetz como secretario de Seguridad
y Movilidad Sustentable (sí, ese es el nombre completo del cargo) tuvo lugar el
9 de diciembre de 2015 en el Concejo Deliberante de Lanús bajo el tenue vitoreo
de un grupo reducido de adláteres. Lo cierto es que aquel hombre de 45 años con
mirada huidiza y sonrisa de roedor no es muy apreciado en los círculos de la
política debido a su naturaleza camaleónica.
Ya en noviembre de 2008, cuando él pugnaba por
perfilarse como figura del Frente para la Victoria (FpV), Néstor Kirchner fue
tajante: “Ojo con Kravetz, que labura más para Macri que para nosotros”. Pero
Macri tampoco confiaba en él. Eso bien lo sabe su ex mujer, la actual ministra
de Educación porteña Soledad Acuña, quien en 2011 vio desplomarse sus
intenciones de llegar a conducir la cartera de Desarrollo Social justamente por
su cónyuge. Y eso a pesar de que Kravetz –desde su alianza electoral con Jorge
Telerman– ya jugaba abiertamente a favor del PRO.
Pero una fama aún más estrepitosa merece su
persona en los organismos de derechos humanos; en esos ámbitos se lo recuerda
por una estafa en perjuicio de integrantes de HIJOS, a quienes les birlaron
dinero de sus indemnizaciones luego de que él los convenciera de invertirlo en
una empresa recuperada. Pero su participación en el asunto no pudo ser
esclarecida por vía judicial dado que tales aportes se hicieron sin su
correspondiente documentación.
Eso ocurrió en plena crisis de 2001. Por
entonces, Kravetz era un referente del Movimiento Nacional de Empresas
Recuperadas (MNER). Fue el primer paso de su cambiante carrera hacia el poder.
Ya en 2003, encandiló a Miguel Bonasso, quien lo sumó como candidato a diputado
de la Ciudad en las listas del Partido de la Revolución Democrática. Así fue
que durante dos períodos hizo de la Legislatura su base con sus consabidas
migraciones partidarias. Y en 2012, ya con mandato cumplido, tuvo la ocurrencia
de inventar el Instituto de Políticas de Pacificación, un sello que lo acercó
al Frente Renovador. Esa pertenencia parecía ser definitiva. Gran sorpresa
experimentó Sergio Massa tres años después, al enterarse por los diarios que
Kravetz asumía como funcionario del PRO en Lanús.
Movilidad sustentable
Kravetz lo vio por primera vez el día de su
debut en el cargo. Ese tipo ancho, rozagante y ya maduro –tiene 60 años– le
cayó en gracia desde el principio, aunque su presencia fuera producto de una
imposición ajena a su voluntad. El propio Grindetti le dijo que él debía estar
allí. Razón no le faltaba, dado que Daniel Villoldo se terminó por convertir en
una pieza clave de su gestión: sabe del oficio policial como ninguno y conoce
hasta el último rincón de Lanús. Es nada menos que el subsecretario de
Seguridad. Y con el paso del tiempo lo fue iniciando a Kravetz en algunos
secretos del lugar.
En realidad el “Gordo” Villoldo es un hombre de
cuidado. Su paso por las filas de La Bonaerense –era comisario en Esteban
Echeverría– había cesado abruptamente por orden del entonces ministro León
Arslanián por robarse 200 kilos de cocaína. Y ahora, arraigado en Lanús –vive
en una lujosa casona de la calle Ministro Brin– reparte sus tareas entre esa
zona y Lomas de Zamora. Dicho sea de paso, aquellas tareas incluirían variados
negocios; entre ellos, un prostíbulo en la esquina de Cosquín y Azamor.
De su mano fue rescatado del ostracismo Marcelo
González, el comisario a cargo de la Policía Local. Su pasado no es menos
sinuoso. Alguna vez estuvo al frente de la DDI de Lanús hasta que resultó
involucrado en una millonaria estafa con fondos de la policía adicional. A raíz
de ese affaire fue transferido a la comisaría 4ª de Remedios de Escalada. Sin
embargo, de allí fue eyectado al comprobarse que cobraba 8 mil pesos semanales
–dos mil dólares, según la cotización de la época– en todos los kioscos de
droga desparramados en la jurisdicción.
Durante 2016 los negocios policiales palpitaron
en Lanús con una intensidad por demás notable. Y en los últimos meses hasta
hubo desinteligencias algo estruendosas entre los recaudadores de La Bonaerense
con los de la Local. ¿A Kravetz entonces que le queda? Su pasión por
fotografiarse con chalecos antibala durante los “controles poblacionales” en
arrabales pobres es notoria. ¿Acaso ignora la cara oculta de su tropa o
participa de sus ganancias? Eso solo Dios lo sabe. ¿Y Grindetti? Es improbable
que no practique la vieja fórmula de la gobernabilidad: presencia policial en
las calles a cambio de vista gorda con los negocios sucios.
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Fuente: Nuestras Voces