por Carlos Aznárez (Resumen Latinoamericano)
El plan imperial de azuzar a los sectores más
fascistas de la oposición venezolana para convertir las calles de Caracas y
otros puntos del país en lo que fueron los inicios de la gran invasión
terrorista en Siria, sigue funcionando a todo vapor. Día a día, a todas las
iniciativas de guerra descargadas sobre Venezuela Bolivariana (la económica y
la mediática como señal más distintiva de la embestida derechista) se suma una
violencia ciega, desalmada, repulsiva, que parece ser la matriz que amenaza
imponerse entre esa mezcla de hordas juveniles de lúmpenes en que se han
convertido Voluntad Popular y otros grupos acicateados por Leopoldo López y
Capriles Radonski.
La tremenda escena de un joven manifestante
quemado vivo, acuchillado, golpeado con saña. Incluso cuando después que el
fuego arrasara sus ropas y su cuerpo fuera destruido casi en un 80 por ciento,
no faltaron energúmenos que lo seguían azotando impidiéndole llegar hasta un
sitio donde pudiera ser auxiliado. Esto no es oposición y mucho menos pacífica
como siguen sosteniendo el secretario de la OEA, Luis Almagro y buena parte de
los presidentes obsecuentes de Washington, con Mauricio Macri , Horacio Cartes
y Pedro Pablo Kuscinsky a la cabeza (Temer está ahora más preocupado en no ir
preso por corrupto) sino que esto es lisa y llanamente la cara más brutal de lo
que siempre auspicia el imperialismo en cada uno de los territorios que intenta
destruir para luego adueñarse de ellos. El Medio Oriente es la mejor matriz
para darnos cuenta de ellos. Practican fascismo puro, de un estilo muy parecido
al que el ISIS ha venido desarrollando en Iraq, Libia y Siria, donde a una
atrocidad se le impone otra.
Es probable que esta escalada violentista
continue, ya que la permanente entrada de paramilitares colombianos no se
detiene y tanto el presidente Juan Manuel Santos como Alvaro Uribe Vélez están
unidos en la cruzada anti chavista. No es casualidad la involución producida
con el aval del gobierno y la justicia colombiana del proceso de paz, tampoco
asombran los consejos dados a Santos por senadores republicanos y por el propio
Donald Trump para que desde Bogotá se generen las condiciones para una eventual
ofensiva final contra el gobierno de Nicolás Maduro. Todo coincide en generar
un clima donde no se tengan en cuenta ninguna de las propuestas de diálogo
realizadas por Maduro, incluida la de la Asamblea Constituyente, que tanto
reclamaba en su momento el arco opositor. Lo que se busca, igual que en Siria
contra Bachar Al-Assad, es el derrocamiento, la humillación, y la posterior
destrucción de todos los avances logradas durante estos 18 años de chavismo.
Frente a esta situación compleja, resulta
asombroso y meritorio comprobar como a pesar de todo, el gobierno sigue
ejerciendo su poder para mantener las conquistas sociales, sacando adelante las
Misiones en sus mas variados aspectos, desde la Salud hasta las de Educación,
terminado de construir 1.600.000 viviendas y entregándoselas a quienes más las
necesitan. Por su parte, los Comités Locales de Abastecimiento y Producción
(CLAP) siguen generando la posibilidad de que los sectores más humildes accedan
a productos alimenticios o medicamentos que les niega la especulación criminal.
Toda esta gobernabilidad social y de
características revolucionarias, atendiendo a como están las cosas en otros
países ganados por el neoliberalismo, son la razón fundamental del continuo
apoyo que el chavismo de abajo le sigue otorgando a Maduro. El otro elemento
que la oposición no ha podido quebrar es la lealtad de las Fuerzas Armadas, y
la conjunción de ambos bloques solidifican el búnker donde hasta ahora se han
estrellado todos los intentos golpistas. Es importante que quienes gobiernan no
pierdan esto de vista, ya que es precisamente desde los barrios y enclaves
militantes del chavismo que se exige que la actual situación se enfrente con
más radicalidad, no cediendo un ápice a las provocaciones derechistas pero
tampoco a los cantos de sirena social demócratas que apuestan a un chavismo
contrario a los que siempre impulsó su gestor, el Comandante Hugo Chávez.
Tampoco hay que descartar que en algún momento
de esta ofensiva reaccionaria, quienes dirigen el plan operacional
contrainsurgente no se conformen con las algaradas de la violencia fascista y
decidan pasar a una etapa superior, invadiendo el país desde Colombia u otras
plataformas similares. Y que lo hagan, tercerizando la intervención directa,
como hizo la OTAN en Medio Oriente a partir de equipar y llenar de dólares las
mochilas de los terroristas. Para ello, en la versión caribeña de este plan
injerencista, intentarían apelar al concurso de los paramilitares buscando la
luz verde del gobierno santista y el uribismo. Es para esa etapa, que más allá
de la respuesta que le ofrezcan pueblo y ejército chavista, se hará
imprescindible la solidaridad internacionalista en todas sus variantes.
Ante esta posibilidad, quienes se reivindiquen
bolivarianos, chavistas y antiimperialistas en todo el continente deberían
estar preparados para estar a la altura de las circunstancias de lo que
Venezuela precise. Sobre todo, sabiendo lo que ha sido y son a nivel
cooperación desinteresada el pueblo y el gobierno venezolano, partiendo de las
veces que la Revolución Bolivariana ha acudido en apoyo a otros pueblos que
sufrían necesidades o eran chantajeados por no someterse al Imperio.
Es por ello, que analizando autocríticamente lo
hecho hasta el presente, se debe fijar -como ya lo han hecho los Movimientos
hacia el ALBA- la prioridad del accionar en sostener el proceso encabezado por
Maduro, a la vez multiplicar la presencia en las calles cada vez que se
convoque a apoyar a Venezuela y repudiar a los fascistas que la atacan. Es indispensable
también denunciar lo que allí ocurre, desmentir con información veraz lo que
los medios hegemónicos de cada uno de los países se encargan de tergiversar, y
por último estar en permanente alerta para evitar que esa guerra imperialista
confunda y aliene a quienes se dicen de “izquierda” y terminan derrapando por
derecha a la hora de hablar de Venezuela. Nadie, absolutamente nadie que se
reclame del campo popular puede ignorar que si cayera el gobierno chavista la
oleada de terror y revanchismo no solo golpearía al pueblo venezolano sino que
se podría extender a todos los países donde el Imperio tiene discípulos y teje
complicidades con EE.UU.
La suerte de la Patria Grande se juega en esta
pulseada entre quienes apuestan a la defensa de la democracia participativa
revolucionaria y aquellos que mediante el terror tratan de implantar el
fascismo y entregarle el país a las corporaciones trasnacionales.
La izquierda mundial en todos sus matices no le
puede fallar al pueblo bolivariano y a sus ansias de paz.