Por James Petras.
Resumen Latinoamericano/Lahaine, 7 de mayo 2017.
El llamado “Estado profundo” es en realidad un
estado gobernado por “unipolaristas”. No es una entidad sin rostro: tiene una
identidad de clase, ideológica y económica.
Introducción
EEUU comenzó a construir su imperio a escala
mundial durante la Segunda Guerra Mundial y el periodo posterior a esta.
Washington intervino directamente en la guerra civil china (proporcionando
armas al ejército de Chiang Kai-shek mientras el Ejército Rojo luchaba contra
los japoneses), apoyó la guerra de recolonización de Francia contra el Viet
Minh en Indochina e instaló regímenes títere en Corea del Sur, Taiwán y Japón.
Mientras el imperio se edificaba a trompicones,
con avances y derrotas, el objetivo estratégico seguía siendo el mismo:
prevenir el establecimiento de gobiernos comunistas o nacionalistas laicos
independientes e imponer regímenes vasallos compatibles con los intereses de
EEUU.
Las armas empleadas fueron guerras y golpes de
estado sangrientos (“cambios de régimen”). Los regímenes coloniales europeos
derrotados fueron reemplazados e incorporados como aliados subordinados a EEUU.
Para realizar las conquistas imperiales,
Washington utilizó siempre que estuvo en su mano a ejércitos de mercenarios
entrenados, equipados y dirigidos por ‘asesores’ estadounidenses. Cuando esto
no fue suficiente, por lo general si el régimen clientelista y las tropas
vasallas se mostraban incapaces de derrotar al ejército del pueblo, las fuerzas
armadas de EEUU intervinieron directamente.
Los estrategas imperiales trataban de intervenir
y conquistar brutalmente al país elegido. Cuando no conseguían alcanzar su
objetivo ‘máximo’, iniciaban una política de asedio para cortar los vínculos de
los centros revolucionarios con los movimientos populares de países limítrofes.
Si los países lograban resistir la conquista armada, los constructores del
imperio imponían sanciones económicas y bloqueos para erosionar la base
económica de los gobiernos populares.
Los imperios, como los sabios romanos
reconocieron hace tiempo, no se construyen en un día, en semanas o en meses. Se
firman a conveniencia convenios y acuerdos temporales que se quiebran cuando ya
no resultan útiles porque los diseños imperiales están por encima de todo.
Los imperios fomentan las divisiones internas
entre adversarios y los golpes de Estado en países vecinos. Pero, sobre todo,
construyen una red mundial de avanzadas militares, agentes clandestinos y
alianzas regionales en las fronteras de los gobiernos independientes para
recortar las potencias militares emergentes.
Una vez concluidas con éxito las guerras, los
centros imperiales dominan la producción y los mercados, los recursos y la mano
de obra. Sin embargo, con el tiempo es inevitable que surjan problemas en los
regímenes dependientes e independientes. Los rivales y los competidores ganan
acceso a los mercados y aumentan su poderío militar. Mientras que algunos
estados vasallos sacrificaron su soberanía política-militar para conseguir un
desarrollo económico independiente, otros optaron por la independencia
política.
Las contradicciones primeras y últimas de la
expansión del imperialismo
Las dinámicas inherentes a los estados y
sistemas imperiales experimentan contradicciones que replantean y cambian
constantemente los contornos del imperio.
EEUU ha dedicado inmensos recursos para mantener
su supremacía militar entre los estados vasallos, pero ha experimentado un
grave declive en su cuota de mercado mundial, especialmente con el rápido
aumento de nuevos productores económicos.
La competencia económica obligó a los centros
imperiales a reconfigurar el centro de sus economías: la “renta” (finanzas y
especulación) desplazó a los beneficios del comercio y la producción. Las
industrias imperiales se trasladaron al extranjero en busca de mano de obra
barata.
La economía nacional está ahora dominada por las
finanzas, los seguros, los bienes inmuebles, las comunicaciones y las industrias
militares y de seguridad. Esto ha creado un círculo vicioso: con la erosión de
su base productiva, el imperio ha incrementado aún más su dependencia del
ejército, del capital financiero y de la importación de bienes de consumo
baratos.
Justo después de la Segunda Guerra Mundial,
Washington puso a prueba su destreza militar a través de la intervención en
terceros países. Debido a la gran resistencia popular y la proximidad de la
URSS, y más tarde de la República Popular China, la construcción del imperio en
el Asia post colonial se contuvo o fracasó militarmente. En Corea, las fuerzas
estadounidenses alcanzaron transitoriamente un punto muerto después de matar a
millones de personas. En China, su derrota provocó la huida de los
“nacionalistas” a la isla de Taiwán. La resistencia popular y el apoyo material
de las potencias socialistas obligaron a EEUU a retirarse de Indochina. A causa
de ello, no tuvo más opción que recurrir a las sanciones económicas para
estrangular a los gobiernos revolucionarios.
El crecimiento de la ideología unipolar
Ante el creciente poder de sus competidores
económicos en el extranjero y su mayor dependencia de la intervención militar
directa, el imperio de EEUU aprovechó la desintegración interna de la URSS y el
giro de China hacia el “capitalismo de Estado” en las décadas de los ochenta y
los noventa. Con la desintegración forzada de Yugoslavia, EEUU se expandió por
la región del Báltico, Europa oriental y central y los Balcanes. Los estrategas
imperiales anticiparon “un imperio unipolar”, un Estado imperial sin rivales.
Los constructores del imperio eran libres para invadir, ocupar y saquear
estados independientes en cualquier continente e incluso para bombardear una
capital europea, Belgrado, con total impunidad. Se iniciaron múltiples guerras
contra señalados adversarios que carecían de aliados globales fuertes.
Países del sur de Asia, Oriente Medio y el Norte
de África fueron objeto de destrucción. América del Sur estaba bajo el control
de los regímenes neoliberales. La antigua Unión Soviética fue saqueada y
desarmada por vasallos del imperio. Rusia estaba gobernada por gánsteres
cleptócratas aliados con títeres de EEUU. El papel asignado a China era el de
convertirse en un taller de esclavos para producir artículos de consumo baratos
para los estadounidenses y generar grandes beneficios para las corporaciones
multinacionales y minoristas como Wal-Mart.
A diferencia de lo que ocurrió con el Imperio
Romano, la década de los noventa no iba a ser el preludio de un imperio indiscutible
de larga duración para EEUU. Los “unipolaristas” se embarcaron en múltiples
guerras caras y destructivas de conquista y no fueron capaces de confiar en el
crecimiento de las economías industriales emergentes para obtener beneficios;
el poder global de EEUU se deterioró.
La desaparición de la unipolaridad: El siglo XXI
En los primeros diez años del siglo XXI, la
visión de un imperio unipolar indiscutido se vino abajo. La acumulación
“primitiva” de China dio paso a una acumulación interna avanzada de la que se
beneficiaron el pueblo y el Estado chinos. El poder de China se expandió por el
extranjero mediante inversiones, comercio y adquisiciones, desplazando a EEUU
como principal socio comercial en Asia y mayor importador de materias primas de
América Latina y África. China se convirtió en el principal fabricante y
exportador de bienes de consumo para América del Norte y la Unión Europea (UE).
La primera década del siglo XXI fue testigo del
derrocamiento o la derrota de los estados vasallos de EEUU en América Latina
(Argentina, Bolivia, Venezuela, Ecuador y Brasil) y de la aparición de
regímenes agro-minerales independientes dispuestos a formar alianzas
comerciales regionales. Fue un período de aumento de la demanda de sus recursos
naturales y materias primas que coincidió con el proceso de
desindustrialización de EEUU, inmerso en costosas y desastrosas guerras en
Oriente Medio.
En contraste con la creciente independencia de
América Latina, la UE incrementó su participación militar en las brutales guerras
en el extranjero lideradas por EEUU mediante la ampliación del ‘mandato’ de la
OTAN. Bruselas siguió la política sistemática de cercar a Rusia para debilitar
su independencia a través de duras sanciones. La expansión hacia el exterior de
la UE (financiada gracias a las políticas internas de austeridad) acentúo las
divisiones en el seno de la organización, provocando el descontento popular.
Reino Unido votó en un referéndum a favor de separarse de la UE.
En los noventa, los desastres internos del régimen
vasallo de EEUU en la Rusia de Boris Yeltsin empujaron a los votantes a elegir
a un nacionalista, Vladimir Putin. El gobierno del presidente Putin se embarcó
en un programa para recuperar la soberanía de Rusia y su posición como potencia
mundial, contrarrestar la intervención de EEUU en el país y alejar de las
fronteras el cerco creado por la OTAN.
Los defensores del imperio unipolar continuaron
iniciando múltiples guerras de conquista en Oriente Medio, África del Norte y
sur de Asia, con un coste de billones de dólares, que provocaron una pérdida de
los mercados globales y de competitividad. A medida que los ejércitos del
imperio se expandían por todo el mundo, la economía doméstica (“la República”)
se contrajo. EEUU quedó atrapado en la recesión y asediado por el aumento de la
pobreza. La política unipolar creó una creciente economía global multipolar,
mientras imponía rígidas prioridades militares.
El Imperio contraataca: La opción nuclear
La segunda década del siglo XXI marcó el
comienzo de la desaparición de la unipolaridad ante la consternación de muchos
‘expertos’ y la negación ciega de sus arquitectos políticos. El advenimiento de
una economía mundial multipolar intensificó el impulso desesperado del imperio
por restaurar la unipolaridad por medios militares, a cargo de militaristas
incapaces de adaptarse o evaluar sus propias políticas.
Bajo el régimen del “primer presidente negro”,
Barack Obama, elegido bajo la promesa de refrenar a los militares, los
estrategas imperiales intensificaron su belicismo, enfrascándose en siete
guerras, nuevas y antiguas. Para los legisladores y los propagandistas de los
medios de comunicación de masas de EEUU y la UE, fueron guerras imperiales
exitosas, que vinieron acompañadas de declaraciones prematuras de victoria en
Somalia, Irak y Afganistán. Estos delirios de grandeza llevaron a la nueva
administración a poner en marcha nuevas guerras en Ucrania, Libia, Siria y
Yemen.
Cuando la nueva ola de guerras y golpes de
Estado (de “cambio de régimen”) para volver a imponer la unipolaridad fracasó,
se pusieron en marcha políticas belicistas aún mayores que desplazaron a las
estrategias económicas para conseguir la dominación mundial. Los militaristas
que dirigen el aparato de Estado permanente, siguieron sacrificando mercados e
inversiones con total inmunidad, a pesar de las desastrosas consecuencias de
sus fracasos en la economía nacional.
Breve renacimiento de la unipolaridad en América
Latina
Argentina, Brasil, Paraguay y Honduras han
sufrido golpes de Estado o cambios de régimen y los gobiernos progresistas de
Bolivia, Venezuela y Ecuador han estado a punto de sufrirlos. Sin embargo, el
retroceso a favor del imperio en América Latina no es política ni
económicamente sostenible y amenaza con socavar cualquier restauración de la
dominación unipolar en la región.
EEUU no ha proporcionado ninguna ayuda económica
ni ampliado el acceso a los mercados para premiar y apoyar a sus recientes
regímenes clientelares. Su nuevo vasallo en Argentina, Mauricio Macri,
transfirió miles de millones de dólares a los banqueros depredadores de Wall
Street y entregó a EEUU el acceso a sus bases militares y sus recursos
lucrativos sin recibir por ello flujos recíprocos de capital de inversión. De
hecho, las políticas serviles del presidente Macri han creado mayores niveles
de desempleo y han reducido el nivel de vida, creando descontento popular. El
“chico nuevo” del imperio unipolar en su feudo de Buenos Aires se enfrenta a
una defunción temprana.
Del mismo modo, la corrupción generalizada, una
profunda depresión económica y los niveles de dos dígitos de desempleo sin
precedentes en Brasil amenazan al ilícito régimen vasallo de Michel Temer con
la crisis permanente y el aumento de la lucha de clases.
El efímero éxito en Oriente Medio
El poder devastador de los bombardeos aéreo y
naval de EEUU y de la OTAN pareció otorgar un breve triunfo a la nueva ola de
guerras revanchistas en Oriente Medio y África del Norte. Luego, esa aparente
victoria se desvaneció en medio de la destrucción y el caos, inundando Europa
con millones de refugiados.
Importantes brotes de resistencia a la invasión
estadounidense de Irak y Afganistán precipitaron el retroceso hacia un mundo
multipolar. Los insurgentes islamistas obligaron a EEUU a refugiarse en sus
guarniciones fortificadas y tomaron el control del campo y las ciudades
cercadas en Afganistán; en Irak, Siria, Yemen, Somalia y Libia forzaron la
huida de los regímenes y mercenarios respaldados por EEUU.
La pulsión unipolar y el Estado permanente:
Reagrupamiento y ataque
Frente a sus fracasos, los defensores del
imperio unipolar se reagruparon para poner en marcha una estrategia militar aún
más peligrosa: el aumento de su potencia nuclear de “primer ataque” dirigida a
China y Rusia.
En una maniobra orquestada por los políticos
designados por el departamento de Estado de EEUU, el gobierno de Ucrania fue
sustituido por vasallos de EEUU dando lugar a la ruptura de ese país, todavía
en marcha. Temerosos de los neofascistas y los rusófobos, los ciudadanos de Crimea
aprobaron en referéndum su unión con Rusia. Las mayorías étnicas rusas de la
región de Donbass en Ucrania entraron en guerra con Kiev, lo que ha provocado
miles de muertos y millones de desplazados que buscan refugio en Rusia. Los
imperialistas de Washington financiaron y dirigieron el golpe de Estado de Kiev
liderado por cleptócratas y fascistas siendo inmunes, como siempre, a sus
consecuencias.
Mientras tanto, EEUU está aumentando su número
de tropas de combate en Afganistán, Irak y Siria para apuntalar a sus poco
fiables aliados y mercenarios.
Lo que es crucial para la comprensión de la
ascensión y caída del poder imperial y de las eufóricas declaraciones
unipolares de la década de 1990 (especialmente durante el apogeo del reinado
sangriento del presidente Clinton), es que los avances militares y políticos no
han sido apuntalados en ningún momento por la construcción de economías
fuertes.
EEUU derrotó y posteriormente ocupó Irak, pero
también destruyó sistemáticamente su sociedad civil y su economía, creando un
terreno fértil para la limpieza étnica, las oleadas de refugiados y el
levantamiento islamista posterior que se extendió por los territorios
adyacentes. De hecho, han sido las políticas deliberadas de EEUU en Irak y
otros lugares las que han creado la crisis de refugiados que agobia a Europa.
Durante las dos primeras décadas de este siglo
se ha producido una situación similar: las victorias militares han instalado
líderes impopulares e ineficaces respaldados por el imperio. Los estrategas
unipolares dependen cada vez más de la chusma tribal más retrógrada, los
extremistas islamistas, los cipayos de ultramar y los mercenarios. El ataque
deliberado de EEUU a las mismas personas capaces de liderar naciones
multiculturales modernas como Irak, Libia, Siria y Ucrania es una caricatura de
los notorios ataques de Pol Pot a las clases educadas de Camboya. Por supuesto,
EEUU perfeccionó sus habilidades especiales para “matar a los profesores de
escuelas” cuando entrenó y financió a los muyahidines de Afganistán en la
década de los ochenta.
El segundo punto débil, lo que llevó al colapso
de la ilusión unipolar, ha sido su incapacidad para replantear sus supuestos y
reorientar y reequilibrar su paradigma militarista estratégico tras el
increíble desorden mundial que crearon.
EEUU se negó rotundamente a trabajar con las
élites económicas educadas en los países conquistados y promoverlas. Ello
habría requerido mantener intacto el sistema económico de la seguridad social
en los países que habían triturado de manera sistemática. Habría supuesto
rechazar el paradigma de guerra total, rendición incondicional y ocupación
militar pura y dura, con el fin de permitir el desarrollo de aliados económicos
viables, en lugar de imponer regímenes vasallos flexibles pero grotescamente
corruptos.
El enorme aparato de inteligencia
policial-militar, profundamente arraigado y fuertemente financiado, con
millones de empleados, ha creado un estado imperial paralelo al régimen civil
elegido en EEUU
El llamado “Estado profundo” es en realidad un
estado gobernado por “unipolaristas”. No es una “entidad sin rostro”: tiene una
identidad de clase, ideológica y económica.
A pesar del grave coste que supone perder una
serie de guerras catastróficas y el robo de miles de millones de dólares
perpetrado por los regímenes vasallos cleptocráticos, los unipolaristas han
permanecido intactos, e incluso aumentado sus esfuerzos para conseguir una
conquista o una victoria militar temporal.
Digámoslo abierta y claramente: los
unipolaristas se dedican ahora a culpar de sus terribles fracasos militares y
políticos a Rusia y China. Esta es la razón por la que buscan, directa e
indirectamente, debilitar a los aliados internos y externos de Rusia y China.
De hecho, la campaña salvaje para “culpar a los rusos” de la elección del
presidente Trump refleja su profunda hostilidad hacia Rusia y su desprecio por
los votantes de clase trabajadora y media baja (la “canasta de deplorables”)
que eligieron a Trump. La incapacidad de esta élite para reconocer sus propios
fracasos y la incapacidad del sistema político para eliminar a estos estrategas
desastrosos es una seria amenaza para el futuro del mundo.
La fabricación de pretextos para la guerra
mundial
Mientras el Estado unipolarista sufría
predecibles derrotas militares y guerras prolongadas al tiempo que una
dependencia de inestables regímenes civiles, los ideólogos continúan echando la
culpa a Rusia y China por todas sus derrotas militares. Su monomanía se ha
transformado en un aumento provocativo de su capacidad nuclear a gran escala en
Europa y Asia, lo que aumenta el riesgo de una guerra nuclear al participar en
un letal “juego de la gallina”(1).
Los veteranos físicos nucleares que editan el
Boletín de los Científicos Atómicos publicaron una importante descripción de
los planes de guerra unipolaristas. Según ellos, “el programa nuclear en marcha
ha implementado nuevas tecnologías revolucionarias que aumentarán enormemente
la capacidad letal del arsenal nuclear. Estas nuevas tecnologías triplican la
potencia letal global de los actuales misiles balísticos de EEUU” . Esto es
exactamente lo que un observador objetivo podría esperar de unos EEUU provistos
de armas nucleares dispuestos a iniciar una guerra que desarme a China y Rusia
al lanzar un sorpresivo primer ataque.
El estado unipolar se ha centrado en varios
países como pretexto para lanzar una guerra. El Gobierno de EEUU ha instalado
bases de misiles en los países bálticos y Polonia a modo de provocación. Estos
regímenes han sido elegidos por su afán de violar las fronteras o el espacio
aéreo de Rusia y porque su locura les predispone a aceptar la inevitable
respuesta militar y la reacción en cadena en contra de sus propias poblaciones.
Otro lugar con enormes bases militares estadounidenses y dispuesto a albergar
una expansión de la OTAN es la región de los Balcanes, especialmente las
antiguas provincias yugoslavas de Kosovo y Montenegro. Se trata de Estados
mafiosos etno-facistas en bancarrota y potenciales polvorines de conflictos
provocados por la OTAN, que justificarían un ataque de EEUU. Esto explica por
qué los más furibundos militaristas del senado estadounidense han estado
presionando para lograr la integración de Kosovo y Montenegro en la OTAN.
Pero es en Siria donde los unipolaristas están
creando un pretexto para la guerra nuclear. El senado de EEUU ha enviado más
fuerzas especiales a zonas altamente conflictivas para apoyar a sus mercenarios
aliados. Esto significa que las tropas estadounidenses se encontrarán
(ilegalmente) cara a cara con el avance del ejército sirio, respaldado
(legalmente) por la fuerza aérea rusa. EEUU planea apoderarse de Raqqa en el
norte de Siria, controlada por ISIS, para convertirla en base de operaciones
con la intención de negar la victoria del gobierno sirio sobre los yihadistas-terroristas.
La probabilidad de “incidentes” armados entre EEUU y Rusia en Siria es cada vez
mayor para satisfacción de los unipolaristas estadounidenses.
EEUU ha financiado y apoyado a los combatientes
kurdos en su avance por territorio sirio bajo control de los
yihadistas-terroristas, especialmente a lo largo de la frontera con Turquía.
Esto está provocando un conflicto inevitable entre Turquía y los kurdos
apoyados por EEUU.
Otro sitio probable para la expansión de la
guerra es Ucrania. Después de tomar el poder en Kiev, los clepto-fascistas
lanzaron una guerra y un bloqueo económico contra los ucranianos bilingües de
origen ruso de la región de Donbass. Los ataques de la junta de Kiev, las
innumerables matanzas de civiles (incluyendo la quema de decenas de
manifestantes de habla rusa desarmados en Odessa) y el sabotaje de los envíos
de ayuda humanitaria rusos podrían provocar represalias por parte de Rusia y
ser el pretexto de una intervención militar de EEUU contra Crimea a través del
Mar Negro.
Pero el lugar que cuenta con más probabilidades
de convertirse en el inicio de la Tercera Guerra Mundial es la península de
Corea. Los unipolaristas y sus aliados en el aparato del Estado han creado
sistemáticamente las condiciones para desencadenar una guerra con China usando
el pretexto del programa de armas defensivas de Corea del Norte.
El aparato estatal de los unipolaristas ha unido
a sus aliados en el Congreso y a los medios de comunicación para crear histeria
generalizada. El congreso y la administración del presidente Trump consideran
el programa de misiles de Corea del Norte “una amenaza para EEUU” . Esto ha
permitido que el estado unipolarista ponga en marcha una estrategia militar
ofensiva para contrarrestar esta falsa “amenaza”.
La elite ha descartado todas las negociaciones
previas y los acuerdos diplomáticos con Corea del Norte con el fin de
prepararse para la guerra – en última instancia contra China. Esto se debe a
que China es el adversario económico global más dinámico y exitoso al que se
enfrenta EEUU para mantener su hegemonía mundial. EEUU ha sufrido una derrota
económica pacífica, pero humillante, a manos de una potencia emergente de Asia.
La economía de China ha crecido tres veces más rápido que la de EEUU durante
las últimas dos décadas. Y el banco de desarrollo de infraestructuras de China
ha atraído a decenas de participantes regionales y europeos después de que el
muy publicitado acuerdo comercial de EEUU en Asia, desarrollado por la
Administración de Obama, se viniera abajo. En la última década, mientras los
sueldos y salarios se han estancado o retrocedido en EEUU y la UE, se han
triplicado en China.
Si la tendencia continúa, la economía china
superará a la de EEUU en el futuro cercano y lejano. Eso supondrá que China
sustituya inevitablemente a EEUU como potencia económica más dinámica del
mundo… a menos que se produzca un ataque nuclear por parte de EEUU. No es de
extrañar que China esté embarcada en un programa para modernizar sus sistemas
de misiles defensivos y su seguridad marítima y fronteriza.
Mientras los unipolaristas se preparan para la
“decisión final” de atacar a China, se dedican a instalar sistemáticamente sus
misiles nucleares más avanzados en Corea del Sur bajo el absurdo pretexto de
contrarrestar al régimen de Pyongyang. Para exacerbar las tensiones, el alto
mando de EEUU ha iniciado ataques cibernéticos contra el programa de misiles de
Corea del Norte. Ha participado en descomunales maniobras militares con Seúl,
lo que provocó que el ejército de Corea del Norte “probara” cuatro de sus
misiles balísticos de medio alcance en el Mar de Japón. Washington ha ignorado
los esfuerzos del gobierno chino para calmar la situación y persuadir a Corea
del Norte de que resistiera las provocaciones de EEUU en sus fronteras e
incluso redujera su programa de armas nucleares.
La maquinaria de propaganda de guerra de EEUU
afirma que la respuesta nerviosa de Pyongyang a los provocadores ejercicios
militares de Washington (apodados “Foal Eagle“) en la frontera de Corea del
Norte son una “amenaza” a Corea del Sur y una prueba de la locura de sus
líderes. En última instancia, Washington tiene la intención de dirigirse a
China. Para ello, ha instalado su Terminal High Altitude Area Defense System
(THAAD), un sistema de vigilancia y ataque ofensivo (a pesar de su nombre),
diseñado para atacar las principales ciudades de China y complementar el cerco
marítimo estadounidense a China y Rusia. Utilizando a Corea del Norte como
pretexto, instaló el sistema THAAD en Corea del Sur, cuyo alcance supera los
3.000 kilómetros, lo que le permite llegar a los centros vitales de China en
cuestión de minutos. Los misiles dirigidos del THAAD están diseñados
específicamente para identificar y destruir el sistema de misiles de defensa de
China.
Con la instalación del THAAD en Corea del Sur,
el extremo oriental de Rusia está ahora rodeado de los misiles ofensivos de los
EEUU, lo que complementa su potencia de ataque desde Occidente.
A los estrategas unipolares se les ha unido
ahora el gobierno japonés, cada vez más militarista, una circunstancia de lo
más alarmante para los coreanos y los chinos dada la historia de brutalidad
japonesa en la región. El Ministro de Defensa de Japón ha propuesto dotarse de
capacidad para un “ataque preventivo”, una repetición imperial de su invasión y
esclavización de Corea y Manchuria. Japón apunta a Corea del Norte, pero a
quien amenaza realmente es a China.
Corea del Sur, un régimen profundamente corrupto
y ciegamente sumiso, aceptó de inmediato el sistema THAAD en su territorio.
Washington encontró al dócil ‘Estado profundo’ de Corea del Sur dispuesto a
sacrificar sus cruciales vínculos económicos con Pekín: China es el mayor socio
comercial de Corea del Sur. A cambio de servir como plataforma para futuras
agresiones de EEUU contra China, Corea del Sur ha sufrido pérdidas en el
comercio, las inversiones y el empleo. Incluso si llegara el caso de que un
nuevo gobierno de Corea del Sur quisiera revertir esta política, EEUU no
trasladaría su instalación THAAD. China, por su parte, ha reducido en gran
medida sus relaciones económicas y de inversión con algunos de los mayores
conglomerados empresariales de Corea del Sur. El turismo, los intercambios
culturales y académicos, los acuerdos comerciales y, sobre todo, la mayor parte
de las exportaciones industriales de Corea del Sur se enfrentan a importantes
pérdidas.
En medio de un gran escándalo político que
involucra a la presidenta de Corea del Sur (que se enfrenta a la destitución y
el encarcelamiento), la alianza militar entre EEUU y Japón ha incorporado
brutalmente al desafortunado pueblo de Corea del Sur a una escalada militar
contra China. Dicho proceso pone en peligro las pacíficas relaciones económicas
de Seúl con China. Los surcoreanos son abrumadoramente partidarios de la paz,
pero se encuentran en primera línea de una potencial guerra nuclear.
China ha respondido a la amenaza de Washington
incrementando enormemente su propia capacidad defensiva en términos de misiles.
Los chinos afirman ahora poseer la capacidad de destruir rápidamente las bases
THAAD en Corea del Sur, si EEUU les obliga a ello. Asimismo, China está
reequipando sus fábricas para compensar la pérdida de las importaciones
industriales de Corea del Sur.
Conclusión
La ascensión y caída del imperio estadounidense
unipolar no ha desplazado al aparato de Estado permanente, que sigue adelante
con sus estrategias alucinantes.
Por el contrario, los unipolaristas están
acelerando su campaña de conquista militar global apuntando a Rusia y China, a
los que acusan insistentemente de ser la causa de sus guerras perdidas y de su
declive económico global. Ellos viven en sus delirios de la “edad de oro” de
los noventa, cuando George Bush padre podía devastar Irak y Bill Clinton
bombardear ciudades yugoslavas con total impunidad.
Atrás han quedado los días en que los
unipolaristas podían hacer pedazos la URSS, financiar antiguos regímenes
soviéticos separatistas y violentos en Asia y el Cáucaso y organizar elecciones
fraudulentas para sus cipayos borrachos en Rusia.
Los desastres de la política de EEUU y su
decadencia económica interna han dado lugar a rápidos y profundos cambios en
las relaciones de poder en las últimas dos décadas, haciendo añicos cualquier
ilusión de un “siglo americano” unipolar.
La unipolaridad sigue siendo la ideología del
aparato permanente de seguridad del Estado y sus élites en Washington. Ellos
creen que la unión del militarismo en el extranjero y el control financiero en
casa les permitirá recuperar su “Jardín del Edén” unipolar perdido.
China y Rusia son los nuevos protagonistas
esenciales de un mundo multipolar. Las dinámicas de la necesidad y su propio
crecimiento económico les han empujado a buscar con éxito estados y mercados
alternativos e independientes.
Esta realidad obvia e irreversible ha hecho que
los unipolaristas se obsesionen con prepararse para una guerra nuclear mundial.
Los pretextos son infinitos y absurdos; los objetivos son claros y globales;
los medios militares ofensivos y destructivos están disponibles; pero también
lo están las formidables capacidades defensivas y de represalia de China y
Rusia.
El Estado unipolarista acaricia el delirio de
ganar una guerra nuclear global, lo que pone a los estadounidenses en la
disyuntiva de resistir o rendirse ante un imperio en decadencia, demencialmente
peligroso, que está dispuesto a iniciar una guerra que traería la destrucción
mundial.
—-
Nota del traductor: