El actual gobierno neoliberal argentino en el
marco de la militarización imperialista regional
Por Carlos Aznárez *
“Nunca entendí los temas de soberanía en un país
tan grande como el nuestro. Nosotros no tenemos un problema de espacio como
tienen los israelíes y en ese sentido, las Islas Malvinas serían un fuerte
déficit adicional para la Argentina”. Estas palabras surgidas de la boca del presidente argentino Mauricio Macri dan
una pauta del nivel con que la administración argentina define lo que para la
gran mayoría de los argentinos y argentinas es una de sus más grandes
reivindicaciones históricas. En realidad el alto grado de irresponsabilidad y
colaboración pro imperialista con que Macri habla de Malvinas es una
radiografía del comportamiento del actual gobierno neoliberal sobre todos los
temas que implican la controversia entre defensa o cesión de soberanía,
inclinándose siempre por este último concepto. Lo que debería convertirse en
exigencia al Reino Unido por lo que significa ese territorio malvinense convertido en una de las más poderosas bases
militares de la OTAN en el Atlántico Sur, para Macri es solo un escollo en sus
ansias de mostrarse condescendiente con los usurpadores.
Para entender lo que está ocurriendo con las
Islas Malvinas, más allá de la concepción entreguista del macrismo, es
imprescindible entender lo que ocurrió el 2 de abril de 1982. Dos días antes de
esa fecha, los militares de la
dictadura más sangrienta que soportó el país, respondieron con una violenta
represión al alza de la lucha de masas y de resistencia obrera, protagonizada
en una marcha multitudinaria el 30 de marzo. El régimen comenzaba a ser
golpeado y eso aceleraba sus contradicciones internas. La situación del partido
militar no era la de 1976 cuando a punta de terror, asesinatos, desapariciones
e ilegalizaciones habían generado un poder letal y desestructurador.
De allí que era necesario provocar un giro
copernicano poniendo en marcha un operativo de ocupación de las Islas que
terminó en frustración. Lógicamente, esos uniformados dirigidos por el general
Leopoldo Galtieri se burlaron del sentimiento patriótico del pueblo argentino y
condujeron a miles de jóvenes soldados a un sacrificio y una derrota de
magnitud. Si a todo esto se le suman los vejámenes, los malos tratos
permanentes y el abuso de autoridad contra los combatientes por parte de los
oficiales que terminaron rindiéndose vergonzosamente a los ingleses, se puede
comprender por qué se instaló a partir de esa fecha la figura traumática de una
nueva tragedia nacional, por la cantidad jóvenes que pagaron con su vida la
locura de los dictadores.
A 35 años de aquellos acontecimientos es
necesario visibilizar a qué niveles de militarización ha llegado Londres en ese
territorio argentino y cuál es la concepción estratégica que se mueve detrás de
cada una de la decisiones de la Corona en torno al mismo.
Existe en Malvinas, desde 1985, una gran base
militar, denominada Mount Pleasant, ubicada a solo 60 kilómetros de Puerto
Argentino, y a 700 km de la costa patogénica. Este enclave ocupa la región más
llana de la isla Soledad, cercana al mar y apta para el desplazamiento de
aviones y helicópteros. Dicho emplazamiento obedece a un plan estratégico de
dominación de EEUU sobre América Latina que cobró mucho más fuerza después de
la derrota militar sufrida en 1982. La OTAN en ese sentido, y en especial
Inglaterra, son parte fundamental del acompañamiento a la política imperial
estadounidense.
Una muestra transparente de dicha maniobra
agresiva contra la soberanía argentina es el denominado “Plan para el Océano
Libre”, documento aprobado en 1980 por
el Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos donde se explica la
importancia estratégica del Atlántico Sur y la necesidad de una acción
combinada de las flotas de EEUU y sus aliados de la OTAN para el control de los
espacios marítimos, señalando a Inglaterra como el principal de sus aliados,
justamente por su ocupación de los archipiélagos de Malvinas, Georgias y
Sandwich del Sur. Es por ello que el ex presidente Ronald Reagan (1981-1989) no
dudó en apoyar a Inglaterra en la guerra de Malvinas contra la Argentina, a
pesar de que, en virtud del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
(TIAR), debía haberla defendido frente a una agresión extra continental.
Según un estudio suministrado por el Movimiento
por la Paz y la Solidaridad de los Pueblos: “Dado lo considerable de su
extensión, la base militar malvinense cuenta con una red de avenidas que
comunica las distintas instalaciones: cuarteles, hangares, campos de
operaciones, la base aérea y dos barrios, uno para los militares británicos y
otro para los civiles, un complejo con cines y bares, y el aeropuerto de las
islas que también está dentro de la base. En el complejo hay una estación naval
de aguas profundas –llamada Mare Harbour– que es frecuentada por la flota de la
Royal Navy, usada para patrullar el Atlántico Sur, con un equipamiento similar
al que los efectivos británicos tienen en Irak y Afganistán, y silos y rampas
para el lanzamiento de armas nucleares”.
Es en ese espacio en que se mueven habitualmente
entre 1.500 y 2.000 militares, sobre un total de la población de 3.000
personas, de las cuales alrededor de 500 son civiles británicos, Cada uno de los contingentes se van
renovando trimestralmente y muchos de los uniformados han combatido en Medio
Oriente y utilizan el territorio malvinense para someterse a entrenamientos
propios de tropas de elite.
Se calcula que el gasto militar anual que el
Reino Unido invierte en la base militar es de 150 millones de dólares al año.
Lo que significa que cada uno de los ciudadanos ingleses aportan anualmente
31.000 dólares para mantener una base que está a más de 13.000 kilómetros de
distancia, en donde solamente está la Antártida y el Cono Sur. Otro dato a tener en cuenta es que el 7% del
presupuesto de la OTAN está destinado a Malvinas.
Por otro lado, la flota británica en Malvinas
está integrada por aviones de combate de quinta generación, los Eurosfighter
Typhoon, equipados con poderosos misiles cruceros capaces de alcanzar gran
parte del Cono Sur. Dos helicópteros
Sea King, 2 helicópteros Sikorsky C-61, aviones Hércules, aviones Locked, avión
tanque, protección antiaérea y misiles Reipel, un patrullero, un buque de
apoyo, un buque de investigación, un submarino nuclear con capacidad de portar
armas nucleares, un rompehielos, una fragata tipo 23. La base de Monte
Agradable situada en la Isla Soledad, posee un importante centro de comando y
control y una base de inteligencia electrónica que permite monitorear el
tráfico naval y aéreo de la región; 800 hombres de la Real Fuerza Aérea, más de
500 efectivos del Ejército británico, 30 miembros de la Royal Navy; 2 pistas
aéreas transcontinentales de 2.900 y 1.525 metros aptas para el aterrizaje y
despegue de aviones de gran porte, que habitualmente se emplean para el
transporte de tropas y equipos militares utilizados en maniobras conjuntas o
para la conexión con la red de bases militares de Estados Unidos y la OTAN que
se extienden por casi todo el mundo. Junto con la IV Flota, Malvinas cierra el
círculo de la agresión a todos los pueblos que se defienden y resisten al acoso
imperial.
Sin embargo, como ocurre casi siempre con la
presencia de Estados Unidos o sus aliados guerreristas en una región, también
se juega en Malvinas un tema de mucho dinero, y que tiene que ver con las
regalías pesqueras que le proporcionan a los kelpers entre 1983 y el 2016
ganancias que superan los 160 mil millones de dólares. Gracias a las
concesiones realizadas por el gobierno de Macri, el gobierno inglés en las
Islas no solo controla la pesca que corresponde a Argentina, sino que tienen
luz verde para seguir buscando petróleo en la zona.
Macri de rodillas ante la corona británica
Desde que el imperialismo inglés se apoderó del
archipiélago, en 1833, el reclamo por la soberanía de las islas fue una
cuestión fija de cada gobierno argentino. En los últimos 12 años, inclusive, se
profundizó, pronunciándose ante el primer ministro inglés el reclamo por la
soberanía de las islas.
La política consistente en torno de la causa
Malvinas fue sustentada en la memoria, democracia y soberanía, que reafirma los
derechos argentinos sobre las islas, lográndose el apoyo de toda la comunidad
internacional para promover el diálogo con el Reino Unido, no solo en el
Mercosur, en Unasur, en la CELAC, sino en todo el mundo. Así, todos los países
africanos reconocieron en una cumbre en Guinea Ecuatorial la soberanía
argentina de Malvinas por sobre el Reino Unido, como lo hizo el G77 más China,
Rusia, entre otros.
Sin embargo, todos estos argumentos contrastan
con la doctrina Macri para Malvinas. El de Cambiemos es el primer presidente
que en su discurso al asumir el mandato no mencionó en ningún momento el
reclamo de la soberanía sobre las Islas, desconociendo el derecho inalienable
de los argentinos sobre ese territorio que tanto duele a quienes siguen
creyendo que la Patria no se vende.
Demostrando hacer buena letra ante lo que le
marcaba el imperio, Macri prometió un “nuevo tipo de relación” con el Reino
Unido, de nuevo sin exigir el derecho a la soberanía sobre las Islas Malvinas.
Así, se dio un giro en el tratamiento del reclamo, suavizando las discusiones
con los británicos para abrir un “diálogo”, basado en una posición de sumisión
a los designios imperiales.
Parte de los nuevos acuerdos, según informaron
ambos países es el compromiso de tratar temas bilaterales como el comercio y
seguridad y la explotación de hidrocarburos y la riqueza ictícola de la
plataforma continental, medidas que marcan un cambio rotundo de rumbo y que
denotan que Macri no tiene el más mínimo interés de reclamar soberanía en
detrimento de los intereses de sus amos. La anuencia a la creciente
militarización de la zona, además, pone en peligro a toda la región, dejándola
a la merced de los designios bélicos de los imperios.
Otro signo del giro y enfriamiento del reclamo
fue la decisión de quitarle el rango ministerial a la Secretaria de Asuntos
Relativos a islas Malvinas que paso a ser Subsecretaria de Malvinas y Atlántico
sur. En esa misma línea la canciller Susana Malcorra decidió despedir a todo el
personal de la ahora subsecretaría, en el marco de más de 100 despidos que hubo
en cancillería. La reciente colaboración militar entre las bases británica en
Malvinas y el ejército de la dictadura brasileña también pasó inadvertida para
la canciller, que actúa como una broker de los intereses del imperio en
Latinoamérica.
En ese marco,
hace pocos meses, el Gobierno de Macri protagonizó un bochorno
internacional. Durante una de las tantas reuniones de Naciones Unidas, el
presidente afirmó haber hablado con la primera ministra de Gran Bretaña, Teresa
May, sobre la posibilidad de discutir la soberanía argentina sobre Malvinas.
La potencia imperialista se ha negado, desde
hace décadas, a poner este tema en discusión. Mal podría haberlo hecho, de
manera informal, en una charla de minutos, como la que sostuvo con Macri. La
desmentida llegó desde diversos lugares, dejando en ridículo al mandatario
argentino. Casi en simultáneo, Malcorra
firmaba un acuerdo con su par británico, en el que todo indicaba que se
renunciaba al reclamo de soberanía. La resolución despertó críticas incluso
dentro del espacio político oficialista.
La frustrada aspirante a la secretaría de la
ONU, prometió un “nuevo tipo de
relación” con Reino Unido, de nuevo sin exigir el derecho a la soberanía sobre
las Islas Malvinas. Así, se dio un giro en el tratamiento del reclamo,
suavizando las discusiones con los británicos para abrir un “diálogo”, basado
en una posición de sumisión a los designios imperiales.
Parte de los nuevos acuerdos, según informaron
ambos países, es el compromiso de tratar temas bilaterales como el comercio y
seguridad y la explotación de hidrocarburos y la riqueza ictícola de la
plataforma continental, medidas que marcan un cambio rotundo de rumbo y que
denotan que Macri no tiene el más mínimo interés de reclamar por nuestra
soberanía en detrimento de los intereses de sus amos. La anuencia a La
creciente militarización de la zona, además, pone en peligro a toda la región,
dejándola a la merced de los designios bélicos de los imperios.
Otro signo del giro y enfriamiento del reclamo
fue la decisión de quitarle el rango ministerial a la Secretaria de Asuntos
Relativos a islas Malvinas que paso a ser Subsecretaria de Malvinas y Atlántico
sur. En esa misma linea Malcorra decidió despedir a todo el personal de la
ahora subsecretaría, en el marco de más de 100 despidos que hubo en
cancillería. La reciente colaboración militar entre las bases británicas en
Malvinas y el ejército de la dictadura brasileña también pasó inadvertida para
la canciller, que actúa como una broker de los intereses del imperio en nuestra
América.
No satisfecha con haber acompañado al Presidente
en poner al país de rodillas frente al Imperio, Malcorra ideó una nueva
estrategia contemporizadora con Inglaterra, ofreciendo incluso “servicios” que
ni siquiera los ocupantes de Malvinas se animarían a reclamar. Se trata de un
“plan de base humanitaria” como lo bautizó la canciller. Esto implica un amplio
abanico de propuestas en marcha: desde el restablecimiento de nuevos vuelos de
Malvinas a la Argentina hasta la asistencia sanitaria de los kelpers en
hospitales argentinos en casos de salud esencial, el intercambio de productos
alimenticios, la cooperación en materia educativa y, quizás más hacia adelante,
la posibilidad de establecer negocios compartidos en el área marítima y petrolera, justamente en momentos
que Inglaterra sufre el agotamiento del llamado oro negro en el Mar del Norte y
necesita imprescindiblemente salir en busca de reservas.
Todo lo que el tándem Macri-Malcorra ha puesto
en marcha en los últimos meses, son gestos obsecuentes muy parecidos a los que
el ex presidente Carlos Menem realizó en otra oportunidad colocando los
reclamos por soberanía en un cajón de su escritorio y apostando por el ridículo
internacional.
En ese sentido, Macri se parece mucho a Menem,
no sólo por el tratamiento sobre las Malvinas sino en aspectos fundamentales de
la política económica y social en contra de la mayoría de los argentinos. Para
Malcorra, en cambio, “los tiempos de belicosidad impuesto por el gobierno de
Cristina Kirchner contra los malvinenses cambiaron”, confundiendo la defensa de
la soberanía realizada por el anterior gobierno con lo que ella denomina
“políticas caprichosas y aislacionistas”. En su afán de satisfacer a Londres,
la canciller agrega que “estamos en un
momento donde impera un mayor reconocimiento a la participación de la sociedad
civil en distintas formas”, refiriéndose a los usurpadores kelpers.
Si faltaba algo, el 13 de septiembre de 2016 se
produjo una declaración conjunta entre la Cancillería argentina y el encargado
del Commonwealth, que sin ningún tipo de dudas retrotrae los acuerdos firmados
por Menem en los 90.
En base a esta nueva claudicación, que reinstala
la política de “relaciones carnales” con los invasores, se formaliza que todas
las políticas y acuerdos entre Argentina y el Reino Unido puedan realizarse sin
mencionar bajo ningún aspecto la palabra “soberanía”. “Eso no está en
discusión” dicen los ingleses, y el gobierno de Macri baja la cabeza, acepta la advertencia y para sellarlo se
inclina a manera de los eunucos.
Por otra parte, se pone en marcha una iniciativa
para facilitar a los habitantes ingleses de Malvinas la comunicación directa de
las islas con el resto del continente. De esta manera, se posibilita de hecho
la idea de que es un territorio totalmente separado de Argentina.
En plan de dar facilidades se acepta colaborar
con la explotación de los recursos de las islas, mejorando las perspectivas de
los inversionistas, ya que la colaboración del continente es muy importante en
el caso de que haya gas y/o petróleo al menos para toda la etapa inicial.
En su tradicional impulso destructivo con todo
lo que se puso en marcha en la época kirchnerista, ahora el macrismo decidió
eliminar las trabas legales, de tránsito, económicas y diplomáticas a las
empresas que operen directamente con Inglaterra o con los kelpers. Por último,
en el colmo de la involución, se puntualiza que Argentina y el Reino Unido
trabajarán en conjunto en investigaciones y proyectos científicos y de todo
tipo en el territorio antártico argentino, que por supuesto, si Macri perdura
en el Gobierno, terminará entregándolo a cambio de nada.
Macri y más bases militares
No conforme con profundizar la entrega de la
soberanía en las Islas Malvinas, el gobierno de Mauricio Macri también abre sus
puertas a la posibilidad de instalación de nuevas bases militares
estadounidenses en Argentina. La fecha clave en que este proyecto comenzó a
tener visos de concreción gira alrededor del 10 de mayo de 2016 cuando una
delegación del Ministerio de Defensa argentino viajó a Estados Unidos a
entrevistarse con integrantes del Pentágono y del Departamento de Defensa
norteamericanos para realizar una serie de encuentros y fijar una cooperación
militar entre Argentina y Estados Unidos. Entre los distintos puntos que se
trataron surgió el tema de las bases pero también la realización de ejercicios
militares conjuntos como en las mejores épocas de la relación Bush-Menem.
La excusa siempre es la misma: antes el tema de
la “narco-guerrilla” impuesta como matriz por los asesores del Pentágono a los
ejércitos del continente, y ahora la idea de que el “terrorismo” (vinculado al
ISIS que los mismos norteamericanos dieron vida) y sus contactos con los
narcos, están a punto de operar en Latinoamérica. Tras esa hipótesis
apocalíptica, otra vez se piensa en el territorio de la Triple Frontera entre
Argentina, Brasil y Paraguay, país este último donde ya está operando una
guerrilla. Con toda esta ensalada de datos, y la voracidad de Estados Unidos
por controlar el Acuífero Guaraní, el cuarto reservorio de agua subterránea más
importante del mundo que comparten Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y al
que también se denomina acuífero del Mercosur.
A pesar de que todos los informes elaborados por
investigadores y expertos en el accionar del ISIS u otras células terroristas
internacionales descartaban que en la Triple Frontera se estuviera generando un
santuario para esas organizaciones, a mediados de 2016 un informe del
Departamento de Estado vuelve a prender luz roja sobre el tema. Confirma de
alguna manera que la zona en cuestión alberga actividades peligrosas, como
tráfico de drogas y de armas, y advierte sobre que es muy probable que desde
los países que comparten la Triple Frontera “se podría estar financiando a
organizaciones fundamentalistas”. Con esos datos, y la confirmación por parte
de Argentina, ya en épocas de Macri, de que efectivamente se han detectado
operaciones de transacciones de dinero hacia quienes están combatiendo en Medio
Oriente, se arma el tablero de la necesidad de mayor “protección” a dicha área.
Así como en plena invasión a Iraq, el presidente George W.Bush puso a la Triple
Frontera como “objetivo” e incluso ordenó a sus asesores militares pensar un
inminente plan de ataque, ahora el comportamiento obsecuente de Macri vuelve a
colaborar con la posibilidad de la instalación de bases militares tanto en la
provincia de Misiones (para cubrir la citada Triple Frontera) pero también en
Tierra del Fuego (para complementar el accionar de la base de la OTAN en
Malvinas) y una tercera en Jujuy, zona fronteriza con Bolivia y muy rica en un
mineral que las multinacionales ambicionan, el litio.
Una vez conocida la información sobre estas
instalaciones, organizaciones populares de Misiones pusieron en marcha una
campaña de visibilización del peligro que la llegada de una base militar podría
entrañar para la población, y se produjeron importantes movilizaciones. Se vio
como necesario agitar fuertemente a la opinión pública, ya que se tenía el
antecedente de lo ocurrido en épocas del gobierno kirchnerista, cuando en la
provincia del Chaco, el gobernador Jorge Capitanich autorizó una base militar
yanqui en el aeropuerto local, y el pueblo en la calle logró forzar que el
gobierno de Cristina Kirchner diera marcha atrás con ese proyecto.
Sin embargo, Misiones sigue estando en la mira
del aparato militar estadounidense, y si bien hasta ahora no se ha concretado
la instalación, sí se han detectado movimientos en la zona de asesores de
Estados Unidos y del ministerio de Defensa, estudiando posibilidades de lugares
y de oportunidades de fechas para poner en marcha la iniciativa.
En cuanto al extremo sur argentino, los ojos de
Estados Unidos están puestos en la localidad de Ushuaia, desde donde se tiene
el control de los Estrechos de Magallanes, del Canal del Beagle, del Pasaje de
Drake, y la conexión, la vinculación, entre los océanos Atlántico y Pacífico.
Allí se instalaría una “base científica” que complementaría la proyección hacia
el Océano Índico que se tiene desde la base de Malvinas. La investigadora y
experta en temas de Defensa, Elsa Bruzzone, del Centro de Militares por la
Democracia (Cemida) de Argentina, apunta en un “paper” elaborado sobre esta
problemática que “cuando desde Malvinas y también desde Ushuaia tenemos control
sobre la plataforma continental argentina, porque irradiamos, sobre las
riquezas hidrocarburíficas que están en la plataforma, sobre los nódulos
polimetálicos que se encuentran en el fondo del Atlántico Sur, que son
concentraciones de minerales altamente estratégicos para el desarrollo de
cualquier industria, incluida la industria aeroespacial y militar. El control
de lo que es la pesca, el Atlántico Sur es la zona de mayor volumen y de mayor
riqueza no solamente en peces sino también en crustáceos y mariscos. Observamos
además lo que es la proyección hacia la Antártida tanto desde Malvinas, las
Georgias y las Sándwich del Sur como desde Ushuaia, que no es solamente la
mayor reserva de agua dulce congelada del plantea sino que es una zona con
riquezas hidrocarburíferas y minerales altamente estratégicos”.
Cada uno de estos proyectos, que indudablemente
cuentan con el aval gubernamental de Argentina, pero también con el visto bueno
del gobierno derechista y neo-colonial de Paraguay, el de la dictadura de Temer
y el silencio cómplice del Uruguay presidido por Tabaré Vázquez, siguen
teniendo prioridad para Estados Unidos. Son parte de su estrategia de ocupación
del extremo sur latinoamericano en que como todos saben no solo hay petróleo y
gas, sino que es una zona riquísima en agua,
un elemento por el que hoy países con ambiciones expansionistas no dudan
en ir a la guerra.
Macri está en guerra
Así como en los años de la dictadura militar, el
ejército argentino utilizó la excusa de posibles escenarios de conflicto
militar con países vecinos, como Chile, para reequiparse, y utilizar parte de
ese armamento para seguir aplicando la denominada “Doctrina de la Seguridad
Nacional” por la que se hizo desaparecer prácticamente a toda una generación de
luchadores y luchadoras populares, ahora el gobierno de Macri vuelve a darle la
posibilidad a esas mismas Fuerzas Armadas para que jueguen el papel de
represores internos. De hecho, gran parte de los barrios de la Capital y el
Gran Buenos Aires ya sufren un proceso de militarización y policialización
masiva. Operativos de control y disciplinamiento poblacional son evidentes y
están generando incursiones represivas que casi siempre y con una periodicidad
alarmante dejan un saldo de muertos, heridos y detenidos entre la población más
humilde.
Si a esta necesidad de aplacar represivamente
las protestas que surgen en Argentina por las políticas económicas aplicadas
por el Gobierno se le suma el acicate del “peligro terrorista internacional”,
la mesa está servida para que se decida, como ahora se ha hecho, comprar toneladas de armamento para rearmar
a los uniformados de las tres armas. Otra vez la irresponsabilidad de Macri
pone al país en el marco de alimentar guerras internas y fomentar alineamientos
internacionales con el Imperio, lo que a la luz de lo que está ocurriendo en el
mapa global de las confrontaciones bélicas es altamente peligroso.
Es así como se produjo a pocos días de comenzado
2017 la millonaria adquisición de armamento a Estados Unidos –la mayor de los
últimos 40 años- en nombre del “combate al terrorismo”. Se trata de un extenso
listado de equipamiento militar que solicitó a mediados de 2016 el ex-embajador
argentino en ese país, Martín Lousteau, al Parlamento estadounidense, y que
incluye tanques, aviones y helicópteros utilizados en distintas guerras.
Mientras el ministro de Defensa, l Julio
Martínez, se llamó a silencio, se conocieron detalles de las armas adquiridas
por más de dos mil millones de dólares, una cifra que supera ampliamente las
proyecciones del Gobierno para los próximos dos años. La nómina incluye desde
aviones de caza, tanques de guerra y misiles de mediano y largo alcance hasta
helicópteros similares a los utilizados en la guerra de Malvinas.
El Ejército argentino solicitó, entre otras
cosas, 12 helicópteros de ataque Cobra AH1, utilizados por el Ejército
estadounidense durante la Guerra de Vietnam, la del Golfo y la del Líbano; unos
10 helicópteros modelo Chinook, utilizados en la guerra de Malvinas; otros 16
Black Hawk UH60, otro tipo de aeronave de transporte táctico, conocido
mundialmente por su rol en la Guerra de Irak; y por último unos 26 helicópteros
Bell 412.
Además de los helicópteros, también se
solicitaron unas 182 tanquetas de guerra tipo StryKer, modelos M1128, M1130,
M1132, M1134 y M1139, que son utilizadas por las fuerzas armadas de Estados
Unidos e Israel. Las mismas están equipadas con ametralladoras calibre 50,
lanzadoras de granadas y cañones de 105 milímetros. El listado incluye también
80 lanzamisiles Javelin, un modelo portátil desarrollado por el gobierno
estadounidense para derribar tanques y avionetas.
Por su parte, la Fuerza Aérea encargó unos 24
aviones de caza Texan T6, de los cuales ya se compraron unos 12, según se
anunció oficialmente hace tan sólo un mes. Los Texan son aviones de
entrenamiento avanzado para pilotos, que fueron utilizados en la Segunda Guerra
Mundial y durante las décadas posteriores. Se agregaron además otros 12 aviones
de caza F-16 FightingFalcon, desarrollados por EEUU como material exclusivo de
exportación y de carácter supersónico (viajan más rápido que la velocidad del
sonido), utilizados en la Guerra del Líbano, de Afganistán y en la invasión de
Estados Unidos a Irak, entre otros conflictos armados.
Por último, la Marina requirió, entre otras
cosas, unos dos aviones Orion, utilizados habitualmente para patrullaje
marítimo. Éstos fueron utilizados por los norteamericanos en la década del ‘60,
cuando realizaron numerosas patrullas de bloqueo en las proximidades de Cuba,
así como también fueron partícipes en las guerras de Vietnam y del Golfo. La
lista se cierra con unos 24 vehículos blindados Anfibios modelo AAVR7A1,
utilizados en la actualidad para el transporte de tropas del cuerpo de marines
estadounidenses.
Complementando esta carrera armamentista, la
ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, adscripta fervorosamente a quienes en
Argentina hacen lobby para el sionismo, viajó a principios de enero a Israel a
comprar más insumos bélicos. Pero no sólo eso, sino que debido a su público
compromiso con la causa de los invasores del territorio palestino fue recibida
como una “dilecta amiga” y a partir de sus contactos pudo participar de
ejercicios militares ofensivos por parte del Ejército israelí. Luego, en
primera instancia desembolsó de las arcas del Estado argentino 80 millones de
dólares (precio extremadamente sobrevaluado) por la compra de cuatro lanchas de
patrullas costeras artilladas para que naveguen por el río Paraná con la excusa
de “combatir el narcotráfico”. La teoría de esta Ministra es que por esa vía
fluvial “entran al país cargamentos de marihuana”, la misma que fuman muchos
funcionarios macristas y políticos de varios partidos, pero ese es otro cantar.
También Bullrich dice estar preocupada por el auge de la circulación de jefes
narcos, cuando es archisabido que algunos de estos personajes o sus esposas
están cómodamente instalados en mansiones del llamado Nordelta bonaerense,
gracias a los buenos oficios de un ex intendente y actual líder de un partido
de derecha amparado por la embajada norteamericana.
Finalmente, Israel también suministrará aviones
espías y helicópteros, además de equipos de radares y artilugios de alta
tecnología para realizar escuchas y espionaje en zonas altamente pobladas. Es
decir, gran parte de todas estas armas volverán a integrar, como en épocas que
se creían superadas, los arsenales de combate contra las protestas populares
opositoras al gobierno.
Para concluir, en el marco de una gigantesca
ofensiva regional pero también de la grave situación internacional, Estados
Unidos aprovecha el cambio de rumbo políticos que se ha producido en países
sudamericanos a partir de golpes palaciegos o maniobras electorales y montajes
mediáticos, para producir un mayor avance político, económico y militar. En
este último aspecto, la venta de armamento, la futura instalación de bases bajo
diversas excusas, entre ellas la de las “intervenciones para ayuda
humanitaria”, son un signo del presente. Frente a ello, los pueblos del
continente se hacen una necesidad movilizarse por todos los medios para cumplir
los mandatos tanto del ALBA, como de Unasur y la CELAC, de que el continente es
“un territorio de paz” y no el campo de cultivo de las potencias imperiales. En
ese camino estamos, con la seguridad, como afirmara el Comandante Fidel Castro,
que estamos librando un combate en defensa de la humanidad y las futuras
generaciones. Se trata de vencer o vencer, si no queremos que la actual
civilización desaparezca.
*Periodista, analista de política internacional,
escritor. Director de la plataforma comunicacional Resumen Latinoamericano.Fuente: Resumen Latinoamericano