La masificación de las redes sociales, foros y
distintas plataformas virtuales ha servido como marco para la propagación y
difusión de nuevos sentidos comunes que segmentan la ciudadanía en individuos
de primera y de segunda.
Por: Ava Gómez y Bárbara Ester / Investigadoras
Celag
En contextos de polarización y frente a
gobiernos progresistas que han regido prolongadamente, las derechas han
radicalizado su discurso de odio.
Nuevos discursos emergen en la derecha regional.
En contextos de polarización y frente a gobiernos progresistas que han regido
prolongadamente, las derechas han radicalizado su discurso de odio. Aun en los
casos en que han retornado al poder (Brasil y Argentina) su revanchismo se ha
exacerbado a límites inimaginables. El avance de las nuevas tecnologías de
información y comunicación (NTIC) y la proliferación de las redes sociales han
sido un territorio fértil a la hora de propagar el imaginario político de los
sectores que, aunque no necesariamente acomodados, al menos creen serlo,
incorporando nuevos estratos a la clase media). Como estrategia de distinción
en sociedades de consumo, al igual que en la guerra, todo vale.
La masificación de las redes sociales, foros y
distintas plataformas virtuales ha servido como marco para la propagación y
difusión de nuevos sentidos comunes que segmentan la ciudadanía en individuos
de primera y de segunda. Así, términos como chori-planeros, cucas, piqueteros,
el populacho, negros, macacos, hordas, malandros, chaburros, zarrapastrosos,
perraje, cachifas[1] y cartoneros constituyen los nuevos estigmas que
entrelazan pobreza, fenotipos y adscripciones políticas. Una constelación de
representaciones sociales de fuerte contenido político que se propaga con
rapidez, va conformándose como sentido común y normalizando simbólicamente
situaciones de violencia física y exclusión extrema. A este fenómeno se lo
conoce como “aporofobia”, en alusión al rechazo, miedo y desprecio hacia el
pobre, al desamparado, ese amplio segmento social que queda fuera del contrato
tácito entre individuo y sociedad, en el que hay que dar para recibir. Ellos no
dan, ergo, no merecen[2]. Y, en consecuencia, hay que anular a sus líderes y
derribar o impedir gobiernos que los incluyan.
El punto álgido de los imaginarios que se crean
y recrean a través de estos discursos es su materialización por medio de la
aplicación de prácticas de “limpieza social” llevadas a cabo por parte de
organizaciones paraestatales –bandas criminales, paramilitarismo urbano-
quienes buscan en la alteridad un enemigo común, cuya desaparición se ejecuta
dentro de un proceso de tolerancia institucional y aceptación “incómoda” de las
ciudadanías identificadas con este tipo de discursos.
Métodos
I Lawfare, la guerra sucia
Uno de los más efectivos recursos esgrimidos por
las derechas latinoamericanas es la práctica conocida como lawfare[3], es decir
el uso instrumental de artilugios jurídicos que tienen como objeto la
persecución política, destrucción de imagen pública e inhabilitación de un
adversario político. La Justicia, en consonancia con los medios de comunicación
hegemónicos, ha logrado de este modo redireccionar la opinión pública e
inclinar la balanza a favor de sus intereses económico-políticos. Este modus
operandi ya ha sido aplicado con éxito en países como Brasil, Argentina y
Perú[4].
II Trolls, influencers y la guerra de las memes
Para autores como Manuel Castells[5], nos
encontramos ante un nuevo mundo en donde la información ya no es unidireccional
sino multiaxial, evidenciando cada vez más nuevas formas de los ciudadanos de
acceder a la información. La prensa en papel se encuentra en vías de extinción
y en su lugar aquellos mismos periódicos han devenido en multimedios con
plataformas digitales. Asimismo, el uso de las redes sociales ha facilitado
enormemente la difusión de noticias, lo que ha llevado a nuevas formas de
dirigir la opinión pública mediante la proliferación de trolls[6], comentadores
y foreros cuyos posts sesgados por el odio y los prejuicios buscan instalar
distintas posiciones frente a temas de actualidad. Sumado a la falta de
legislación sobre la veracidad de la información, la cual se mueve a un ritmo
cada vez más vertiginoso, proliferaron ejércitos de generadores de noticias
falsas que difunden y “comparten” velozmente, logrando influenciar los humores
y pasiones de la población. Por lo general se trata de fotos adulteradas,
caricaturas, o fotos con expresiones desfavorables y un mensaje corto y
contundente - los denominados “memes”-.
III Fuerzas de choque: Paramilitares y
mercenarios
Las derechas, o al menos una masa de ciudadanos
dispuestos a movilizarse por el principal trending topic de la derecha: el
antipopulismo. Este concepto opera a dos niveles, por un lado bajo la
construcción de un relato al que los medios -financiados por los grupos
económicos concentrados- le aportan espectacularidad; por otro como estrategia
de distinción de las clases medias adictas al consumo de dicho relato.
Las consignas antipopulistas enarboladas por las
derechas regionales, que a priori pueden ser muy convocantes como “lucha contra
la corrupción”, “lucha contra el narcotráfico”, “eficiencia estatal” logran
aglutinar adhesiones ciudadanas. Cuando sus estrategias de desestabilización no
logran ser efectivas, el clima de hostilidad aumenta. Llegado el caso, han
demostrado capacidad de articulación internacional, de desabastecimiento para
quebrar el umbral de resistencia, e incluso el ejercicio de la violencia.
Asesinato a líderes campesinos, activistas, militantes o meros manifestantes.
Los tradicionales grupos ilegales de extrema
derecha están en alza. El paramilitarismo es el último eslabón del relato del
odio cuando no logra imponer su victoria. Adicionalmente, el asesinato de
referentes populares alcanza su máxima expresión al ser perpetrado por
individuos que ni siquiera son partidarios de una ideología acorde, sino
simplemente mercenarios en post de un rédito económico[7].
Los prejuicios
I Discriminación y xenofobia
Los discursos de la derecha tradicional han
tenido un claro tinte xenófobo y racial acompañado, en muchos casos, por
políticas que apuntan en este sentido. Cierre de fronteras, construcción de
muros, mayor control del flujo migratorio, entre otras. Lo nuevo es la
viralización de propuestas cada vez más subidas de tono y el empleo de términos
peyorativos cada vez más deshumanizantes –perros, macacos, cucarachas-.
Desde la época colonial, la mal llamada raza ha
sido el principio ordenador de las relaciones sociales en América. Aún continúa
operando. El imaginario es recreado incluso por funcionarios públicos, en la
Argentina este discurso ha sido utilizado para justificar el mal estado de los
Hospitales Públicos, convirtiendo a los migrantes de países limítrofes en
chivos expiatorios de la crisis sanitaria, encubriendo así el recorte
presupuestario.
II Violencia
Distintos comunicadores han hecho uso y abuso de
su palabra para marcar tendencia destilando racismo y xenofobia. El conductor
radial Baby Etchcopar -quien en muchas ocasiones ha manifestado su apoyo al
oficialismo- afirmó en su programa “Hoy estamos muy felices, por lo menos en lo
que a mí respecta, que voté a Macri. Cada vez que veía que bajaba un machete de
la Gendarmería, yo ponía el himno nacional” aludiendo a la represión del 6 de
abril en la ruta 197. En la misma línea continuó su alegato: “Al fin vimos los
palos, al fin vimos que los están cagando a patadas en el orto. Y los que se
preguntaban esta mañana en la tele, '¿hacía falta reprimir?'… Sí, te lo
contesto yo, sí, porque ¿sabés qué pasa?, esos alcornoques no entienden más
palabras que el golpe, porque son bestias, porque ellos se manejan con el
golpe”[8].
El uso y aceptación de la violencia también se
asocia a discursos relativos a la memoria de las víctimas de abusos y torturas
en procesos dictatoriales. Así sucedió durante la votación a favor del Coronel
Ustra, torturador de Dilma, por parte de Diputado Bolsnaro, quien sentenció:
“Pela memória do coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, o pavor de Dilma
Rousseff’’ (Por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el temor
de Dilma Rousseff)[9].
III Mujer
El discurso estigmatizante ha calado profundo en
el sexo femenino, siendo la fertilidad de las mujeres de bajos recursos el principal
blanco de distintos ataques. En Argentina, el diputado oficialista Javier
Dindart[10] fue desplazado el pasado año a raíz de sus declaraciones como
presidente de la Comisión de Niñez y Adolescencia, luego de afirmar que las
adolescentes se embarazan para cobrar la AUH (Asignación Universal por Hijo).
La ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner
ha sido víctima de distintos insultos en referencia a su condición de mujer,
agravios que no están directamente relacionados con las políticas públicas de
su gobierno. “Loca de mierda”, “histérica”, “conchuda”, “puta”, “bipolar”,
“yegua”, son sólo algunos de los insultos más vacíos y
discriminatorios[11]. Bajo la misma
lógica, Dilma Rousseff ha sido igualmente víctima de agravios semejantes. Para
colmo de males, luego de ser destituida el nuevo gobierno de Michel Temer no
incluyó a ninguna mujer –tampoco “negros”- en la conformación de su Gabinete,
hecho que no ocurría desde los tiempos del régimen militar (1974-1979)[12].
Los cuerpos de las mujeres han sido y continúan
siendo el lienzo en blanco donde se plasman los mayores prejuicios sociales de
nuestras sociedades latinoamericanas. No es casual que el macrismo en Argentina
- país que en 2017 registra un femicidio cada 18 horas- haya construido a su enemigo
en referentes femeninos como Milagro Sala, Hebe de Bonafini, CFK o la canciller
venezolana Delcy Rodríguez. En este último caso, en su primer visita al país
con el gobierno de Cambiemos ya en funciones, a la canciller venezolana no sólo
le impidieron participar de la reunión de ministros de Relaciones Exteriores
del Mercosur sino que también fue golpeada en el antebrazo -al punto tal que un
médico debió inmovilizarle la zona agredida, marcando un hecho inédito en la
diplomacia internacional[13]-.
IIII Homosexualidad, homoparentalidad
El rechazo a la alteridad puede observarse en
torno al movimiento LGTBI y a todo tipo de orientación sexual que visibilice
esa ‘desviación’ que niegan, que es ‘antinatura’, ‘sucia’ y ‘pecaminosa’. De
esta forma han sido descritas por el senador conservador de Colombia, Roberto
Gerlein, las relaciones entre personas del mismo sexo. En sus propias palabras:
“qué horror un catre compartido por dos varones (…) es un sexo sucio,
asqueroso, un sexo que merece repudio, un sexo excremental”[14].
Las declaraciones expresadas por Gerlein se
desprenden de un discurso generalizado en la extrema derecha que tiende a ligar
también a la noción cristiana de la “virtud de la familia” y las relaciones
heteroparentales en la misma. Así, la arremetida contra las familias
homoparentales es otro de sus caballos de batalla: la propuesta de referendo en
contra de la adopción igualitaria fomentada por la senadora ultraconservadora
Viviane Morales, que no superó el primer debate en la cámara de representantes,
fue respaldada, no obstante, por 2 millones de personas favorables a la
iniciativa[15].
Cuando se materializa el exterminio
Los prejuicios terminan por materializarse en la
aniquilación de la diversidad y el sujeto “que sobra”. En algunos países, como
es el caso de Colombia, las dinámicas de la denominada “limpieza social” son
formas de hacer real este discurso; los ‘nadie’ se convierten en diana de las
bandas criminales asociadas al paramilitarismo que operan a través de sus redes
urbanas, asesinando a personas con desordenes mentales (52), vendedores
ambulantes (60), mujeres en prostitución (77), ciudadanos LGBTI (125), recicladores
(140), habitantes de la calle (640), consumidores de sustancias psicoactivas
(420), entre otros[16].
En Brasil esta forma de discriminación se cobró
343 víctimas en 2016[17] entre el colectivo homosexual, bisexual, travesti y
trans. La homofobia en su máxima expresión, es decir como crimen de odio,
perpetra un asesinato cada 25 horas según el recuento llevado a cabo por el
Grupo Gay de Bahía (GGB).
El asesinato de líderes políticos, militantes,
mujeres, colectivos LGTBI, o indigentes por su mera condición de alteridad
constituye un flagelo con escasa atención pública y que en algunos casos ha
sido invisibilizado en el marco de otras violencias, asociadas por ejemplo al
conflicto armado o al impacto de la delincuencia común -ese saco roto donde caben
tantas formas de aniquilación institucionalmente toleradas-.
[1] Mujeres que se emplean en los quehaceres
domésticos.
[6] Esta denominación refiere a una persona que
publica mensajes provocadores u ofensivos con la principal intención de
molestar o provocar una respuesta emocional negativa en los usuarios y
lectores. De este modo logra alterar la conversación normal en un tema de
discusión, y enfrenta a los usuarios entre sí.
Más información en: https://kb.iu.edu/d/afhc
[8]
http://www.infobae.com/sociedad/2017/04/06/baby-etchecopar-hoy-estoy-feliz-al-fin-vimos-los-palos/
[10]
https://www.clarin.com/politica/diputado-oficialista-adolescentes-embarazan-auh_0_H1iF5slL.html
[16]
http://www.elespectador.com/noticias/judicial/homicidios-exterminio-social-colombia-articulo-628091
Fuente: Telesur