domingo, 4 de junio de 2017

Entrevista a la dirigencia del ELN


“Sin participación de la sociedad, el proceso con el Eln no va”
Nicolás Rodríguez Bautista y Antonio García, integrantes del Comando Central del Ejército de Liberación Nacional (Eln), defienden la agenda de los diálogos en curso con el Gobierno y rechazan “que se intente desviar la discusión de los temas esenciales”.

¿El Eln de verdad quiere negociar o ustedes le están tomando el pelo al país?

Nicolás: Nosotros estamos absolutamente convencidos de que el futuro de Colombia no es la guerra sino la paz; en ese sentido, no solamente ahora sino desde hace 26 años nunca hemos “ido de caña”, porque eso sería irresponsable ante el país y ante el mundo. Ahora, lo que pasa es que negociar lo entendemos como la disposición de ambas partes a hallar puntos de encuentro.

Este conflicto de 53 años ha afectado tanto a la sociedad que no concebimos la negociación como un asunto bilateral, sino que es indispensable que se comprometa a todos los sectores de la sociedad, pero no a firmar lo que otros acuerden, sino a diseñar el proceso, a participar en él y a implementarlo.

La percepción general es que las demoras en este proceso han sido culpa del Eln…

Antonio: El Gobierno inicialmente nos propone un tiempo de respuesta a una propuesta a sus condicionamientos. Le entregamos al mes la respuesta y el Gobierno demoró siete meses en asistir a la reunión. Ahí formalizamos las negociaciones y quedamos que el 23 de abril se instalaba la mesa exploratoria, y aparecieron ocho meses después; es decir, fueron 15 meses perdidos. Cuando firmamos la agenda en marzo de 2016, quedamos que en mes y medio se abría la fase pública y terminó posponiéndose para finales del mismo año.

Todo eso ha sido por el mal manejo deliberado del uso del tiempo del Gobierno. Nosotros hemos cumplido con exactitud todas las citas que se han colocado, pero no podemos decir lo mismo del Gobierno. Ahí están los documentos firmados, no es invento nuestro.

¿El Eln está realmente unido? ¿O “Pablito”, de Arauca, representa una línea diferente?

Nicolás: El Eln está sentado para dialogar según el mandato del V Congreso del Eln. En ese sentido, existe una delegación compuesta por un miembro del Comando Central, otros comandantes y otros compañeros de la organización. Siempre hemos conocido el argumento perverso que se agita por varios medios sobre una supuesta división. En el Eln existe la democracia, que permite que se discuta, pero hay un mandato del Congreso y un Comando Central que, basado en los congresos, aplica una línea y todo el mundo acata.

Los congresos producen planes de trabajo y uno de ellos es el trabajo de la Mesa de Diálogos. Entonces, todos los frentes de guerra están respondiendo a plenitud. Es un invento decir que este camino del proceso de paz genera divisiones o desacatos de las estructuras del Eln. El comandante Pablo (en referencia a Pablito) ha hecho declaraciones en este sentido. Así, el COCE y Pablo Beltrán, en la Mesa de Diálogo, representan a la totalidad del Eln.

Antonio: En el V Congreso fueron delegaciones de los ocho frentes de guerra más las estructuras especializadas, fueron delegaciones elegidas por cada uno de los frentes guerrilleros y las unidades militares. A este congreso asistió toda la organización y definió las políticas y un plan de trabajo, para cómo abordar el tema de la solución política. El conjunto de los asistentes nombraron una Dirección Nacional y un Comando Central, en una votación secreta a varias vueltas.

Este ha sido el Congreso donde mayor unidad se presentó dentro del Eln, referido al tema de la solución política. El Eln está completamente unido en cuanto a la estrategia que se está llevando, nunca antes se había dado tal nivel de unidad. No hay un documento secreto, hay una sola resolución sobre cómo tratar el tema de la negociación política. Y el Comando Central tiene que responder a esa definición del congreso, no puede haber una política distinta.

Pero el Frente de Guerra Occidental del Eln parece que no se siente representado en la delegación del Eln…

Nicolás: Lo que dijo uno de los comandantes de allá y en lo que nosotros estamos de acuerdo, es que sobre el proceso de paz existían preocupaciones, sobre todo por la falta de seriedad del Gobierno y por la debilidad del Gobierno de representar al Estado en un proceso serio y duradero. Esa no es solo una preocupación del comandante que expresó eso. Por eso estamos en un proceso exploratorio. ¿Por qué exploratorio? Porque no encontramos ni la fortaleza del Gobierno ni la voluntad de la clase en el poder para llegar a un acuerdo de paz que signifique un punto de encuentro.

No se trata de reducir a la insurgencia, ni de llevarla a que pacte algo que no sea un proceso de paz satisfactorio para la sociedad. Esa preocupación la tenemos todos. Pero eso no quiere decir que vayamos a renunciar a buscar la paz o que nos vayamos a levantar de la mesa. No nos vamos a parar. Pero además, nuestros esfuerzos por la paz van más allá de este Gobierno.

Ustedes han reconocido que han causado dolor en la población civil y están dispuestos a darle la cara al país. ¿Qué mensaje les dan a las víctimas del Eln?

Antonio: En la agenda hay un punto donde se dice que la solución del conflicto no puede pasar de largo sin tratar adecuadamente el tema de las víctimas. Y que esto debe tratarse con el espíritu, casi que doctrinal como se ha tratado en el mundo, basado en la verdad, la justicia, la reparación y el compromiso de no repetición; entendiendo que es la comunidad de víctimas quien debe estar en el centro.

No puede entenderse que el tema de víctimas pueda tocarse a través de representaciones. El Eln no es el que tiene que decir cómo se hace; a nosotros nos toca responder por lo que se haya podido causar. Será la comunidad de víctimas la que diga lo que pasó, que las víctimas asuman el rol principal en el tratamiento, en la metodología, en proyectar el tipo de justicia que se requiere.

Nicolás: Hay un alto número de víctimas en los territorios en los que estamos, que no están aún incluidas, por diversas razones, en las organizaciones de víctimas. Hay gente con temor por el asesinato de víctimas. El proceso de paz debe dar certezas. Nosotros, como partes que estamos en la mesa, llamamos a que haya garantías, que se les tenga en cuenta, se les respete y se les estimule a participar en el proceso de paz.

A la sociedad le preocupa el tema del secuestro con sus discusiones políticas, jurídicas y éticas.

Nicolás: Nosotros preferimos hablar, como rebeldes, de la privación de la libertad, privación que todos los estados llevan a cabo y que hace parte también de nuestra realidad como rebeldes: privación de la libertad por razones jurídicas, en los casos en que se afecta a las comunidades o a la legislación insurgente.

Mientras seamos rebeldes y no contemos con otros recursos económicos, estamos convencidos de la privación de la libertad por razones económicas: los más pobres, de los que recibimos el respaldo directo en los territorios, no tienen condiciones económicas para subvencionar este ejército; eso necesariamente hace que cobremos una especie de fianza a quienes consideremos objeto de ella, porque su acumulación económica sea ilegal, sea fraudulenta, sea a base de corrupción o sea explotando a la población.

Consideramos esto como parte del derecho que nos asiste a conseguir las finanzas para subvencionar la lucha rebelde. Nosotros entendemos y no pedimos que la gente comparta o acepte esa práctica; entendemos que es fuerte, como es fuerte un montón de realidades de la guerra: los muertos, los heridos, los desaparecidos, los desplazados. Todos esos son dolores de la guerra; por eso queremos la paz, para superar toda esta realidad.

Hay informaciones de que grupos de ustedes están vinculados al narcotráfico, ¿cuál es la posición oficial del Comando Central?

Nicolás: Desde hace más de veinte años fijamos posición pública al respecto y todos los congresos han ratificado lo mismo: el Eln tiene como política un deslinde categórico con el narcotráfico. Ese es el consenso en el Eln. Los revolucionarios creemos que debemos tener autoridad moral en nuestro comportamiento y consideramos que el narcotráfico es uno de los grandes males del mundo: con el narcotráfico se financian las guerras, incluso por quienes más hablan de derechos humanos. Los grandes perjudicados con este fenómeno son los sectores humildes. Entonces no concebimos esa práctica como lícita y menos para los revolucionarios. Nuestra disciplina es severa para garantizar que se cumplan la decisión de los congresos.

Siempre hemos encontrado esa acusación, especialmente por parte de los militares. Desafortunadamente la carencia de unos medios de comunicación más investigativos hace que se den por ciertas las acusaciones de los militares y se reproducen. Es fácil agarrar un cargamento y decir: es del Eln. El Eln no tiene ni cultivos, ni cocinas, ni laboratorios, ni rutas del narcotráfico. Nos sentimos con la autoridad moral para levantar la frente ante el mundo.

Antonio: El consumo de sustancias ilícitas es un fenómeno económico y de salud pública, no es un problema moral. Desde el punto de vista económico, consideramos que se debe legalizar, como se hizo con el tabaco o con el licor. Sobre la salud, se debe entender como una enfermedad. Las soluciones necesariamente tienen que estar referidas a sus consecuencias, no podemos decir que la salida es la erradicación.

¿Por qué la gente siembra? Porque no tiene otra alternativa económica, no hay semillas, no hay abonos, no hay vías. Con el Tratado de Libre Comercio, es más barato comprar el maíz que viene de los Estados Unidos que el que viene de una vereda de Colombia. Lo mismo el arroz y todo lo demás. Si le van a quitar la mata de coca a la gente, a la fuerza, los van a condenar a la miseria. Si se opta porque no haya cultivos, que en algunos casos hemos apoyado, debe hacerse consultando con la gente, con su consentimiento y participación. Y viendo qué alternativas tienen los campesinos.

Uno de los puntos de la mesa es la participación, pero siento que la mesa no tiene doliente…

Nicolás: Yo creo que, aparte del que usted dice, hay otro fenómeno: la falta de garantías de seguridad para la participación. Mucha gente dice: si nos visibilizamos, si saben quiénes somos y el proceso no prospera, ¿qué va a ser de quienes nos comprometamos en serio en esa participación? Creo que eso pesa bastante. La gente encuentra la dilación del Gobierno y eso siembra muchas dudas.

Por ejemplo, produjo un gran impacto negativo que después de que se presentara la agenda del diálogo en Caracas, en marzo de 2016, el Gobierno asumió una imposición unilateral, que está fuera de lo definido. Eso causa bastante zozobra. Lo decimos porque mucha gente nos lo ha planteado: hasta dónde lanzarse por adelantado, teniendo en cuenta que aquí a la gente se le mata por ser crítico. Se requiere una postura clara del Gobierno de Santos para permitir que se eche a andar la participación de la sociedad.

Antonio: La participación de la sociedad no ha arrancado, pero el país debe tener claro que, sin participación de la sociedad, de manera activa y protagónica, el proceso con el Eln no va. El Eln no se le va a medir a cualquier tipo de participación de la sociedad; entendemos que lo que hay en Colombia es una ausencia de democracia, que es lo que busca una solución política, generar una nueva dinámica política donde la realidad del país pueda ser discutida por el conjunto de la sociedad, que pueda formular propuestas de transformaciones básicas.

Y se debe superar lo que el Gobierno ha convertido en costumbre: negociar con un sector de la sociedad, firmar un acuerdo y luego no cumplirlo. Eso se volvió costumbre con los maestros, con los sindicatos, con las regiones. El centro de la democracia es escuchar lo que la gente propone. Y un acuerdo no puede ser un acta de intenciones, como la Constitución Política. Se acuerda para cumplir, se escucha para abrir caminos de transformación.

En relación con la experiencia de las Farc, se perdió el plebiscito, se renegociaron los acuerdos y ahora la Corte Constitucional afecta la aprobación parlamentaria. ¿Cómo leen ese proceso?

Nicolás: Son dos procesos bastante diferentes, en metodología y en alcances. Los compañeros de las Farc son ahora una organización con bastante espacio legal y ya están en la implementación de acuerdos definidos. Por supuesto están las dificultades que usted menciona: gana el No en el plebiscito, luego viene una disminución del contenido y la esencia de los acuerdos, después la Corte no acepta la aprobación en paquete y los acuerdos quedan para que se aprueben uno a uno en el Congreso. Eso ha impactado a la sociedad colombiana, a las Farc y a la insurgencia. Lo que se acuerda en la mesa y se lleva al país y a la base de las Farc es una cosa, y lo que hoy existe es otra.

Nos preocupa la capacidad del Gobierno, no solo para aprobar sino para mantener lo que se acuerde, y eso afecta la mesa de Quito. Y eso genera incertidumbre en el país y en el exterior, porque no tiene sentido firmar unos acuerdos para que después no se cumplan. Creemos que hay un fraccionamiento de poderes: no solamente hay fuerzas en el poder que cuestionan los acuerdos, sino que se empeñan en desbaratarlos, como es la consigna del uribismo, de volver trizas los acuerdos. Nosotros leemos serenamente esas realidades para no hacer lo mismo, sin que eso quiera decir que renunciamos al proceso. Nos mantenemos, no nos vamos a levantar de la mesa. Pero para que el acuerdo sea duradero, un proceso de paz debe ir mucho más allá de un gobierno y debe comprometer a los estamentos esenciales del Estado.

Antonio: La realidad nos coloca en ópticas distintas: ya las Farc están actuando en la legalidad y su óptica es defender unos acuerdos; el Eln sigue siendo una organización rebelde alzada en armas, que lo único que tiene es un acuerdo de agenda. Hay gente en el campo que ve los acuerdos de una manera diferente a como lo ve la oficialidad de las Farc, organizaciones sociales tienen otra manera de leer los acuerdos, no hay una lectura homogénea. Ojalá todo salga lo mejor posible para Colombia y para el bien de la sociedad.

Ahora, el Eln tiene que pensar que lo que se firme no sea un papel que no impacte la realidad de Colombia. Se trata es de resolver un problema de orden político. Habría que mirar si (con el proceso de las Farc) va cambiando la realidad o, simplemente, se va quedando en el campo hipotético. Es muy fresco lo que ha acontecido, pero todo el mundo está expectante sobre qué va a pasar.


Hay noticias de un trasvase de miembros de las Farc al Eln, que ustedes han copado zonas de las Farc…

Nicolás: Eso no es cierto, que haya hombres de las Farc haciendo fila para incorporarse al Eln. Las dos organizaciones, si bien fuimos fuerzas guerrilleras durante más de cincuenta años, somos troncos históricos diferentes, metodologías diferentes, maneras de ser diferentes en la relación con el mundo que nos rodea. Un guerrillero de las Farc y uno del Eln no son lo mismo, no vemos los procesos de paz de igual manera. Incluso si hubiese hombres de las Farc que se dispusieran a entrar al Eln, eso no es un asunto mecánico.

Hay una alta preocupación en la población, que hace llegar su voz de angustia al Eln: las zonas que dejaron las Farc no han sido copadas por las fuerza pública sino por grupos paramilitares y por grupos delincuenciales, algunos que se están presentando como del Eln y como disidencia de las Farc. Pululan grupos que la gente no sabe quiénes son. Nosotros no tenemos tanta capacidad para copar todos los territorios que dejaron las Farc. Tampoco descartamos presencia nuestra en algunas regiones, porque si hay solicitud de alguna población pues tampoco podemos hacer oídos sordos.

Antonio: En muchas zonas coincidíamos con las Farc en esos territorios, pues el Eln seguirá estando y manteniendo la incidencia política y de apoyo a resolver los problemas. Hay solicitudes de regiones donde por inseguridad la gente dice que la guerrilla hace falta porque no hay quien resuelva problemas. Y también el Eln es autónomo para decir para dónde anda.

¿Cómo ven las elecciones del 2018? El Centro Democrático no aceptaría los acuerdos y Cambio Radical dijo que ustedes deben aprovechar el cuartico de hora que les queda…

Antonio: Es bueno saberlo, mire que quien llama a la guerra no es la insurgencia, sino unos sectores de la clase gobernante. Una parte importante de la sociedad quiere que continúe el proceso de paz y nosotros nos movemos en esa óptica, pero una paz que proyecte seguridad a largo plazo hay que discutirla muy bien.

Hay un abanico amplio de sectores alternativos, democráticos, de centro. Quizás por primera vez en Colombia estamos ante un replanteamiento de la política electoral, que va a depender mucho de alianzas y de convergencias, que dé opciones a los marginados de Colombia. Somos de la opinión de que la política tiene que ser más esperanzadora. Ojalá esta campaña política que se abra sea para apoyar la paz.

El paramilitarismo sigue siendo una realidad creciente en Colombia. ¿Cuál es su postura?

Nicolás: Si el paramilitarismo existe es porque encuentra complacencia, respaldo, connivencia o anuencia, de alguna manera, entre los agentes del Estado y esas fuerzas paramilitares. Si no fuera así, esas fuerzas no existirían. El problema es cómo observar, entender y desenmascarar el fenómeno para poder enfrentarlo. Esas fuerzas guerreristas que hablan de volver trizas los acuerdos y levantar la mesa de Quito son las que en diferentes momentos han tenido mayores compromisos con el paramilitarismo, pero no son los únicos. Ese fenómeno amenaza la paz en Colombia. Sabemos por fuentes fidedignas, que esos grupos se están apoderando de rutas estratégicas del narcotráfico, pero también sabemos que están de la mano de agentes del Estado.

Antonio: Ya no es el mismo paramilitarismo de los años noventa, pero sí obedece a una política de Estado, agenciada desde Estados Unidos. El mismo Myles Frechette (exembajador de los Estados Unidos en Colombia) en sus últimas declaraciones lo ha dicho, lo ratifica. El paramilitarismo ha ido mutando, pero es una modalidad operativa para realizar operaciones encubiertas por parte del Estado, es un arma para enfrentar fenómenos políticos como la protesta social y, de carambola, para enfrentar la insurgencia armada.

Hay una mutación en el sentido de que también hay capitales del narcotráfico, del agro, de la industria, que gravitan en torno del fenómeno del paramilitarismo o de fenómenos de seguridad territorial. Las armas se usan para defender riquezas, proceso de acumulación, para defender transnacionales: caso Drummod, caso Chiquita Brand, o control territorial donde se negocia con las bandas el microtráfico. En Colombia hay una diversidad de expresiones que lindan con el paramilitarismo. También el ejército los sigue usando. No estamos frente a ese fenómeno viejo de los (hermanos) Castaño, pero todas esas expresiones están muy imbricadas en lo que son la seguridad y un modelo de acumulación.

*PhD. Profesor Universidad Nacional de Colombia. Autor del libro “¿Por qué negociar con Eln?”, editorial de la Universidad Javeriana.

Fuente: El Espectador. Colombia

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