Para algunos funciona una suerte de promesa
neoliberal que en su ejercicio cautivante constituye a los sujetos en su propio
modo de ser.
Por Jorge Alemán*
El neoliberalismo es un nuevo orden racional que
va borrando tendencialmente la diferencia público-privado y que dispone de la
potencia de apropiarse de los distintos órdenes de la vida hasta llegar a
configurar el modo más íntimo del sujeto. Ha construido un “imaginario” al que
no se le ha podido contraponer un mundo alternativo por la izquierda. Introdujo
una lógica de rendimiento y de “autovaloración de sí” donde el sujeto solo es
una voluntad de acumulación del propio valer.
Una vez más, en su último libro “La pesadilla
que no acaba nunca” Christian Laval y Pierre Dardot profundizan su analítica
del neoliberalismo en su nueva extensión planetaria.
Siguiendo una tradición foucaultiana, estos
autores no ven al neoliberalismo como exclusivamente un “mal” de los mercados
financieros que tendrían como cometido destruir el espacio público.
Más bien, el neoliberalismo es un nuevo orden
racional que va borrando tendencialmente la diferencia público-privado y que
dispone de la potencia de apropiarse de los distintos órdenes de la vida hasta
llegar a configurar el modo más íntimo de la vida del sujeto.
Para estos autores, funciona una suerte de
promesa neoliberal que en su ejercicio cautivante constituye a los sujetos en
su propio modo de ser.
El sicoanalista Jorge Alemán
En el capítulo denominado “la ilimitación de la
subjetividad”, reconociendo la clara inspiración en la tesis de Lacan indagan
el modo en que la condición primordial “ilimitada” del neoliberalismo se
introduce en la vida de los seres hablantes.
Por condición ilimitada, estos autores, al igual
que Lacan, admiten que el nuevo capitalismo no puede ser intervenido ni
regulado por ningún exterior.
Su potencia conectora, abarcadora e interventora
en la propia conformación de los lazos sociales es imposible de limitar.
¿En qué afecta esto a los sujetos?, ¿cómo
interviene esta potencia ilimitada en la propia constitución de los sujetos?
En primer lugar, los autores insisten que el
neoliberalismo ha sabido construir un “imaginario” al que no se le ha podido
contraponer un mundo alternativo por parte de la izquierda.
Lo que le otorga al neoliberalismo su carácter
de promesa y seducción es que a través de distintos dispositivos acompañados
por “coachs” de distinto tipo y managers del alma de diferentes cuños y estilos
han introducido una lógica de rendimiento y de “autovaloración de sí” donde el
sujeto solo es una voluntad de acumulación del propio valor.
Aunque los autores no citen a Heidegger, esta
cuestión evoca claramente su lectura de la Técnica en conjunción con la
Voluntad de Poder, esa voluntad que sólo anhela aumentarse a sí misma
indefinidamente.
En el neoliberalismo los sujetos no sólo venden
su fuerza de trabajo bajo la forma de mercancía, también existe algo que
compromete al propio ser con un “capital humano” y un “espíritu empresarial”
que lleva a la existencia misma a comportarse como una empresa.
No se trata de tener una empresa ni de trabajar
en ella, sino de existir bajo el mandato de convertirse a sí mismo y a la
propia relación con uno mismo en capital financiero.
Laval y Dardot enmarcan esta operación en la
fórmula (S-S’) donde el sujeto se engendra a sí mismo ilimitadamente en capital
financiero y el capital financiero en sujeto.
En efecto, se trata de un movimiento circular
tal como Lacan describe el funcionamiento del Discurso Capitalista.
En este aspecto, señalemos que en este discurso
ilimitado se van borrando progresivamente los legados simbólicos, la alteridad
y la imposibilidad que la determina, hasta volverse la vida expresión de un
presente absoluto.
Sin duda se trata, y los autores lo señalan, de
un proceso permanente de “automaximización”.
O como lo dicen los propios autores: “el sujeto
autoaumentado es el que goza del valor que es él mismo”.
O, en otros términos, el sujeto goza de la
producción que aumenta su valor.
En este punto es necesario aclarar e insistir en
que “goce” en Lacan es diferente de placer, el que siempre es regulado y
limitado.
El goce es un “mas allá del Principio del
Placer” que se ajusta adecuadamente al dispositivo del rendimiento empresarial
vinculado a su carácter compulsivo, adictivo y finalmente su reverso depresivo.
Y por supuesto, dado el carácter existencial de
estos dispositivos, los mismos afectan a los sectores incluso más desposeídos.
No obstante, a pesar del excelente y completo
análisis que Laval y Dardot ofrecen sobre la razón neoliberal no logran
explicar por qué esta promesa de volver a la propia vida una empresa
interminable de maximización del propio valor resulta tan irresistible y
atractiva para los sujetos que se entregan incondicionalmente a la misma,
incluso contra sus propios intereses.
Tal vez esta cuestión no es despejada con la
argumentación suficiente porque los autores incurren en este caso en un error
clásico: están atravesados por una noción ambivalente de la categoría del
sujeto.
Al pensar al sujeto constituido por el Poder, el
sometimiento, la sujeción al mismo, se lo presenta como un hecho primario y
constitutivo de la existencia humana.
Pero el suelo nativo del sujeto, el lugar desde
donde adviene a su propia existencia no es el Poder, sino la estructura del
lenguaje que lo precede y lo espera antes de su propio nacimiento.
El sujeto es un accidente fallido y contingente
que emerge en el lenguaje atravesado por la incompletud y la inconsistencia.
Radicalmente dividido, agujereado y que necesita
siempre de distintos recursos “fantasmáticos “ para soportar su falla
constitutiva.
Esta es la verdadera razón por la cual la
promesa neoliberal puede encontrar su anclaje en el sujeto, e incluso ser
deseada.
Por ello, es fundamental distinguir
metodológicamente al sujeto causado como un efecto contingente por el lenguaje
de la “subjetividad” producida por los dispositivos de poder. Si esta
distinción no se efectúa el círculo es imposible de cortar.
Si la subjetividad esta producida por el poder,
¿por qué razón encontrará en ella misma recursos para sustraerse de aquello que
la ha constituido?
Como se puede apreciar este es un problema
político de primer orden si se desea pensar en experiencias contrahegemónicas
con respecto al neoliberalismo.
Nuestra experiencia de lo Común es la
copertenencia al surgimiento en la lengua , siempre fallido, en falta y tentado
por las diversas promesas imaginarias de “autovalorizarnos” de tal modo que la
verdad de nuestra fragilidad constitutiva se esconda para nosotros mismos.
He aquí, a nuestro juicio, uno de los secretos
que brindan su fuerza a la promesa del imaginario neoliberal.
Jorge Alemán Lavigne es un psicoanalista y escritor
de origen argentino. En 1976 se exilió en España, con 25 años de edad. Desde
esa fecha vive en Madrid.Fuente: Nac & Pop